ESCOLTA DESIGNADO 🚘 [COMPLETA]

Capítulo 32 🚘

Narra Mikhail.

El dolor de cabeza que me cargo parece triplicarse cuando un auto se detiene y de él baja la señora de la casa. Oleg la espera justo en la entrada y, apenas entra, la toma del brazo y lleva escaleras arriba, pasando por delante de todos como alma que lleva el diablo.

Veo a Megan un momento, pero paso de ella porque sigo molesto por lo que hizo, así que me giro y salgo de la casa para encargarme de lo que Oleg me pidió.

Después de lo de anoche, se apareció en mi habitación con una botella de whisky. Ojalá Megan hubiese visto lo que yo. Ojalá Megan hubiese estado ahí cuando me confesó que encontró la reservación de hotel a nombre de Connor y las cintas de grabación de ellos entrando juntos.

Ojalá hubiese visto cómo lloró y se durmió en mi cama al dejar de preguntarme mil veces qué era lo que tenía Connor que él no...

Subo al auto luego de ordenarle a Steffan ser quien cuide a Megan y no el maldito de Alonso. Lo quiero lo más alejado posible de ella.

Cuando regreso a la mansión, ya van a ser las dos de la tarde, muero de hambre, me duele todo el cuerpo por los golpes de anoche, cargar toda esa mierda temprano y, de paso, el maldito dolor de cabeza no se va.

Llego directo a la cocina, donde encuentro a Lorena preparando algo de espaldas a mí.

—Dame un poco de lo que tengas, Lore, o juro que moriré por este dolor de cabeza de la mierda —confieso y ella ríe bajo.

—Al menos tienes sentido del humor aún.

—¿Por qué lo dices? ¿Qué pasó? —pregunto, queriendo saber en qué terminó todo el problema de Oleg con la señora.

Siempre creí que eso de ellos no duraría porque cuando algo empieza mal, rara vez termina bien.

Y lo de ellos siempre estuvo mal.

La forma en la que empezaron no estuvo bien.

La razón por la que ella se quedó con él no estaba bien.

El motivo por el que él la quiere solo a ella tampoco está bien.

No puedes querer estar con alguien solo porque ese alguien te hace ser mejor. Si no puedes ser mejor solo, no podrás nunca aprender a no estar con alguien.

—El señor se ha ido de nuevo —me cuenta, dejando un plato con una crema de verduras. Cojo el cubierto para comenzar a comer.

—Sí, eso lo imaginé. Debía volver hoy, de todas formas —admito, restándole importancia. Lorena suspira.

—¿Crees que vuelva? Nunca habían discutido antes —acota, sentándose frente a mí, dejando un vaso lleno de jugo.

—No me meto en relaciones ajenas para que no se metan en la mía —confieso.