Introducción 🚘

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Narra Mikhail

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Narra Mikhail

Los oídos me pitan con fuerza cuando los gritos de la invitada son todo lo que se oye, así que, sin que se me ordene, camino hasta ella para sacarla de ahí y deje de gritar por la muerte de Alek.

No era más que un traidor, no merecía vivir.

Pero al llegar a ella, lo último que ven sus ojos son los míos y sus manos se aferran a mi brazo, dejándose caer. Me muevo rápido, maldiciendo por lo bajo cuando se desmaya. De nuevo, sin que se me pida, la alzo por completo como princesa y la conduzco al auto, donde la acuesto a lo largo del asiento trasero y espero afuera, con la puerta abierta a que la señora Kiran llegue a nosotros.

No me hace esperar mucho y sube, moviendo la cabeza de la invitada hasta dejarla en sus piernas. Suspiro y cierro la puerta para ver una última vez a mi jefe y asentir en su dirección. Subo en mi puesto y conduzco con calma hasta la mansión. Al llegar ahí, vuelvo a abrir la puerta trasera y espero a que la señora baje para tomar a la invitada como hace un rato.

—Puedo quedarme contigo, Megan —dice la señora cuando la mujer en mis brazos despierta, dando un brinco. La presiono más contra mí para que entienda que está todo bien.

—No. Solo necesito estar sola —responde, viéndome de reojo. Me mantengo viendo al frente, sin deparar mucho en ella o en el perfume cítrico que se cuela por mis fosas nasales.

Los perfumes son algo muy importante para mí, pero los cítricos son mis favoritos.

Silencio mis pensamientos al detenerme frente a su habitación, ya habiéndose ido la señora a la suya, siendo escoltada por dos hombres más.

—Estarás bien —digo porque, por más que ya llegamos, sigue sin hacer el ademán de bajar de mis brazos.

—Sí —responde, pero no hace nada. Su falta de comprensión me exaspera, pero me controlo porque, me guste o no, le sirvo a los dueños de la casa, por ende, le sirvo a ella también. Suelto un momento una de sus piernas, pero es rápida y al quedar de lado, busca enrollarse a mi cintura, quedando a horcajadas. La veo—. Lo siento —musita, intentando alejar su pecho del mío, pero sigue sin desenroscar sus piernas. Cojo aire.

—Hora de que descanse, señora —digo, no teniendo la paciencia suficiente para esto. Estoy por tomar yo mismo sus piernas y hacerla bajar cuando sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo y su labio inferior comienza a temblar.

Bendito sea el momento en el que la alcé, joder.

Bendito sea el momento en que me hicieron sensible ante el llanto de las mujeres...

Pero ella no es rusa.

Aferro una de mis manos a su espalda y con la otra abro la puerta de su habitación y entro, usando mi pierna para cerrarla de una patada trasera. Camino directo hasta su cama y me inclino sobre ella, dejándola acostada.

Sus ojos ya no están húmedos y su labio ya no tiembla, ahora lo tiene presionado con fuerza por sus dientes. Encuentro sus mejillas rojas y comprendo que le gusta la forma en la que estamos, y aunque puede que su belleza sea despampanante, su actitud alegre y desafiante no lo son. Al menos, no para mí.

Y no es rusa, resaltemos.

Me apoyo de mis rodillas para usar mis manos y bajar sus piernas de mis costados.

—Que tenga una buena noche, señora —digo y me levanto rápido.

—No estoy casada, Mikhail. Sigo siendo señorita, no señora —aclara a mi espalda cuando ya he llegado a la puerta para salir.

—Buenas noches, señorita —digo ahora y abro la puerta.

—Mikhail —me llama. Giro los ojos.

¿Por qué no se acaba de una vez esta noche, joder?

—Mikhail —insiste. Suspiro y me giro para verla a la cara. Sigue sentada en la cama, pero ha cruzado sus piernas y cogido una de las almohadas para cubrir la desnudes que su vestido ha revelado al subirse.

Me concentro solo en sus ojos.

—Gracias por traerme —musita. Arrugo el rostro.

—Es mi trabajo —resuelvo, restándole importancia. Veo cómo coge aire lentamente y asiente.

—¿El escolta designado para cuidar a la insípida invitada de la señora de la casa? —revira y suena molesta. Sonrío de lado, dedicándole la única sonrisa cínica que voy a otorgarle, porque puede que sea preciosa, pero no para un hombre como yo.

Parpadea sorprendida, supongo.

—¿Qué clases de cuidados son los que esperas obtener de mí, американский? (americana) —cuestiono.

Sus ojos se abren al igual que su boca. Noto cómo su respiración se acelera y luego sale de la cama sin molestarse en bajar el vestido que se ha subido, dejando que vea una tanga de encaje azul, resaltando su piel.

—¿Qué clases de cuidados son los que quieres darme, Mikhail? —replica, atreviéndose a tomar mis manos y posarlas en sus nalgas. Las presiono, pegándola a mí y ella gime.

—Averigüémoslo —propongo, listo para demostrarle a la americana, cómo folla un ruso.

—Averigüémoslo —propongo, listo para demostrarle a la americana, cómo folla un ruso

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Holiwiiiiiiiis, ¿comenzamos? Comenzamos, amores.

Decir que estoy emocionada por estrenar este libro es quedarse corta, jajajaja. Estoy super emocionada porque, de la trilogía, este es mi libro favorito. Estoy hasta las trancas por Mikhail, y las inseguridades de Megan son tan reales que se sienten.

En fin, pregunta preguntosa...: ¿Cómo creen que folle ese ruso? JAJAJAJAJAJA.

ESCOLTA DESIGNADO 🚘 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora