ESCOLTA DESIGNADO 🚘 [COMPLETA]

Capítulo 40 🚘

Narra Megan.

Despierto sola en la cama, como normalmente es costumbre porque Mikhail parece tener una alarma interna para levantarse a las cuatro de la mañana. Y digo interna porque si es física, me convierto en sorda mientras duermo, porque nunca la escucho.

Parpadeo un par de veces y justo cuando intento moverme para salir de la cama, un dolor se expande por todas mis nalgas y sube hasta mi cráneo, donde toco ligeramente con mis dedos y sonrío como idiota al dolerme todo el cuero cabelludo.

Saboreo mis labios y luego, con todo el dolor que me supone, me coloco de pie.

Ya saben, si duele es porque fue usada. ¡Y vaya manera de ser usada, joder!

Me veo la camisa de Mikhail que tengo puesta y decido que necesito un baño para poder relajarme de verdad y relajar mis músculos porque, bueno, seamos honestos, planeo usarlos hoy de nuevo.

Cojo la bata de baño de Mikhail y me la colocó para salir de su habitación con rumbo a la mía. Lorena me intercepta en la entrada, después de haber recibido mil y una miradas indiscretas de los guardias, pero a estas alturas, ya no me interesa.

No llevo claro cuando piensa volver K, o si es que o no lo hará, pero yo ya decidí que cuando Mikhail viaje en dos días más, ya yo no estaré en esta casa.

Si lo que le preocupa es que regrese a Malibú, le demostraré que no lo haré.

—Te ves como si te hubiese pasado un tren por encima —dice una voz que me hace girar por Completa y arrugar el rostro por lo brusco del movimiento, pero sonrío al ver a K en la puerta. La sonrisa que reluce en sus labios es preciosa.

—Pedí una ronda de azotes y luego dos más —confieso y ella alza las cejas mientras si rostro cobra un color rojizo. Río con ganas.

—¿Por qué presiento que eso te encantó? —pregunta sonriendo. Le devuelvo a la sonrisa.

—Porque estás en lo correcto. Me encantó, y toda dolencia que pueda estar sintiendo, me encanta también —admito. K no lo resiste más y comienza a reír.

—Te extrañé —musita, llegando hasta mí y envolviéndome en un abrazo. Cuando nos separamos que baja sus manos, deparo en algo nuevo que me hace abrir los ojos de par en par.