capítulo 4

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Capítulo 4
Mimi Rosé
Secuestro.


Me despierto un poco desorientada, pasé todo la noche vigilando su sueño, si revisan mi teléfono puedo asegurarles que voy detenida por acaso.

Le hice más de 100 fotografías, aproveche cada ángulo y cada movimiento. Soy una puta acosadora, Lo sé. Pero es que no todos los días tienes a tu condenado amor platónico en frente y viéndolo dormir.

Esta en mi sofá durmiendo muy plácido con la mal humorada de mi gata quién normalmente se queja de mi existencia arañándome…

Estoy haciendo café, y ya tengo a la mano todos los analgésicos posibles que pueden ayudarlo con su resaca, entre a internet hace un rato buscando noticias si lo reportaban como desaparecido pero no hay nada.

Ni si quiera han publicado que esté en la ciudad.  Algo que me causa curiosidad.
Puedo escuchar los pasos de mi gata en el suelo, eso me tensa, ella solo se despertaría si.

Elevo mi mirada para verlo desde el mesón de mi cocina sentado en mi sofá con las manos en su cabeza gruñe.

Me quedo inmóvil.

¿Qué voy a decir? He estado enamorada de él por mucho tiempo, admiro todo de él… me encanta.

Y ahora está en mi casa, en mi sofá y está por girarse a verme.

──¡Ignacio! ¿Dónde está en mi puto café? ¡Ignacio! ──musita con ese acento tan sexy que lo caracteriza.

Me anclo al suelo cuando lo veo levantarse, se impone en mi pequeña sala con su altura y su porte.

Me voy a desmayar en cualquier momento.

Eleva su cabeza, y rodea con la mirada el lugar, puedo notar como su cuerpo se tensa al no reconocer donde se encuentra.

──¿Dónde…?

Se gira poco a poco y sus orbes oscuros como la noche dan con los míos, frunce su ceño al verme.

──¿Quién coño eres tú?

──Yo… ──susurro, mis manos comienzan a temblar cuando da varios pasos hacia mi.

Me intimida la manera en la que me mira, para ser sincera hasta siento un poco de temor. Soy un manojo de nervios.

──Te hice una maldita pregunta, ¿Quién eres y qué hago yo aquí?

Mis manos comienzan a temblar, frunzo mis labios y contengo el aliento por un instante buscando llenarme de valor para hacerle frente, dejo la taza de café a un lado haciendo un pequeño desastre.

Su mirada va hacia mis manos temblorosas y llenas de sudor.

Trago grueso.


──Tu, tu… tu entraste a la floristería… donde trabajo anoche. ──siseo. 
Vuelve su vista a la mía.

──Esto parece una selva, no una floristería. ──espeta viendo mis plantas. ──. ¿Por qué hay tanto rosa aquí? Aún no entiendo, que hago aquí, y quién eres tú.

Se nota que tiene un terrible dolor de cabeza, por como frunce su frente y cierra sus ojos un par de veces.

──Mi maldita cabeza… ──gruñe.

Extiendo los analgésicos, y el café hacia donde se encuentra y vuelvo a mi lugar buscando refugio mientras mi gata se pasea entre sus piernas como si lo quisiera.

──¿Vas a drogarme? ──inquiere viendo los medicamentos.

Niego cruzando mis brazos a mi pecho, está enojado y frustrado… y yo estoy llena de miedo y nervios.

──Para tú… dolor de cabeza.

Ladea su rostro y entrecierra sus ojos hacia mi.

──¿Quién eres?

──Soy Mimi, y tú… anoche llegaste a la floristería donde trabajo y te desmayaste allí.

──¿Me desmayé?

Asiento.

──¿O eres una loca fanática que me secuestro?

Elevo mis cejas al escucharlo, su mirada esconde mucho, verlo en persona es impactante. 

──¿Te secuestre? ¿En serio? ¿Me has visto?

Sabía que podía verlo así. 

──No sería la primera vez, créeme. ──esta molesto y fastidiado. ──. ¿Eres una fans?

Trago grueso, y niego mintiendo. Si le digo que si, todo se pondrá peor.

──Yo sólo… quería ayudar. No podía dejarte tirado en el piso de mi trabajo. ──digo nerviosa.

Él cierra sus ojos por un instante, y recarga sus manos en la encimera de la isla.

──¿Tienes algo de licor?

──No tomo. Y es muy temprano para ello, tómate el café y los analgésicos, te harán bien. ──sugiero.

Me pellizco el ante brazo para entender que esto no es un sueño, que es real, que el hombre que me roba los pensamientos, los sueños y los suspiros está frente a mi.

Lo veía imposible, lo veía irreal…

Noto que la puerta de mi habitación está abierta, mi habitación está empapelada con afiches de él, tengo incluso un pequeño peluche tejido por punto de él con una de sus violonchelos.

Camino rápidamente a mi habitación y cierro la puerta, llamando su atención.

──No soy un puto ladrón.

──Lo sé, no te hubiese traído a mi casa de ser así. Es solo que… tengo… ropa por todos lados. ──una parte es verdad, y otra es por los afiches.

Truena su cuello para finalmente tomar los analgésicos que tiene frente a él y tomárselos con el café, saborea el líquido y sigue tomándolo hasta que acaba con el contenido.

Yo aún no logro procesar lo que está sucediendo, me siento como en un sueño, muy muy real.

Se gira a verme, me recorre con la mirada.

──¿Cómo coño hiciste para traerme hasta tu casa?

Su tono molesto no me pasa desapercibido.

Está enojado, no sé si conmigo o con la vida, tomaré la segunda opción aunque me cause tristeza.

──Con ayuda.

──¿De quien? ¿De tu secuas?

Elevo mis cejas. ¿En serio cree que lo secuestre?

──La puerta está abierta, puedes irte cuando quieras…

Suelto molesta por su actitud de mierda, yo solo quise ayudar, por muy maldita que sea la vida yo lo ayude… si fuese otra lo hubiese dejado en la calle.

──Y lo haré, no pienso quedarme en esta selva de mierda.

Cuando dice eso…

──¿Disculpa? ──inquiero molesta. ──. Aquí dormiste, tuviste un techo, y un rico café. Pensé que eras otra clase de persona.

Sonríe de lado y me tiemblan hasta el alma, no, no hagas eso… tengo miles de fotos con esa puta sonrisa en mi teléfono.

Aquí fue, aquí morí.

──Eres una fanática. Lo sabía.

──Eres un… estúpido. ──es el único insulto que se me ocurre cuando mi yo interno está desmayado sobre un charco de baba.


Tensa su mandíbula.
──No te creas especial. ──suelto sin creerme lo que acabo de decir.

──Soy especial. Créeme, mocosa infernal. ──frota su rostro y gruñe. ──. Hasta nunca…

Estoy por refutar, no quiero que se baña… yo quiero un autógrafo, yo quiero una foto, y no sólo eso quiero que coma algo.

Se encamina hacia la puerta pero mi gata insiste en seguir sus pasos. Se agacha para agarrarla, acaricia su pelaje y sonríe.

──Es lo único bueno que ha tenido esta mañana.

Idiota de…

Da un beso a mi gata para dejarla en el suelo y sale azotando la puerta.

Mis piernas ya no tienen que resistir caigo al suelo con lágrimas en mis ojos, llevo mi mano a mi pecho para sentir mis latidos.

──Adios, esposo…

Amor platónico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora