capítulo 59

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Capítulo 59
Luka Hauser
Una nota musical.

Mientras me acerco al escenario, siento una mezcla de emoción y gratitud. Tocar el cello frente a estas 10 mil almas es más que un sueño hecho realidad. Cada nota que hago resonar llena mi ser de vida, es como si la música misma fuera el oxígeno que necesito para seguir adelante.
Pero esta vez es diferente. No estoy solo. Mimi, mi amada compañera, ha estado a mi lado en los momentos más oscuros y difíciles. Su apoyo incondicional me ha dado la fuerza para enfrentar la rehabilitación, para luchar contra mis demonios y mantenerme sobrio. Compartir este logro con ella significa el mundo para mí.
Hoy, tocaré con el corazón abierto, con la pasión que solo Mimi comprende. Cada nota será una expresión de amor, gratitud y determinación. Este escenario se ha convertido en mi refugio, mi lugar para sanar y conectar con mi verdadera esencia. No dejaré que nada ni nadie me aleje de esto. Porque cada vez que el arco roza las cuerdas, siento la esperanza y el amor que me guían hacia la luz
Cada acorde que emana de mi instrumento es un testimonio de mi lucha, mi esperanza y mi amor. La música se ha convertido en mi vía de escape, en mi manera de expresar lo que las palabras no pueden. Pero hay algo más, algo que sólo Mimi supo reconocer desde el principio. Su presencia a mi lado me da fuerzas, me recuerda que el amor verdadero es incondicional y que la música que creamos juntos es un reflejo de esa conexión tan pura.
El brillo en los ojos de Mimi me llena de confianza. Sé que ella comparte mi felicidad, mi triunfo sobre las tinieblas que una vez amenazaron con opacar este momento. Hoy, aquí, delante de esta multitud, tocaré con el alma, comprometiéndome a vivir cada nota como si fuera la última, con la seguridad de que mi música llegará hasta lo más profundo de quienes me escuchan.

Quizás para muchos solo sea un concierto más, pero para mí, tocar aquí, en este momento, es una celebración de vida, amor y superación.
Puedo sentir la energía llena de alegría del público, no hay miradas inquisidoras, las miradas con las que me cruzo están llenas de orgullo y admiración.
Baile, toque y sentí cada nota musical en mi alma, esa misma que creía muerta.
Estoy vivo, tengo alma y tengo amor. Las luces del escenario palidecen gradualmente como estrellas al amanecer y mis pies encuentran el suelo firme tras el último acorde que tiembla aún en el aire. Sigo sintiendo la vibración de las cuerdas bajo mis dedos, un eco lejano que perpetúa la pasión desgarradora de mi retorno. El retiro de la audiencia me envuelve mientras la ovación se disuelve en el vasto océano de silencio que ahora inunda el teatro.
Respiro profundamente, y con cada inhalación, purifico mi ser de los fantasmas de un pasado que casi me consume. Recuerdo el tacto gélido de la desesperación, el sabor vacío de la pérdida. La rehabilitación no fue solo una pausa, fue mi renacimiento.
El camino hacia mí mismo fue espinoso, plagado de notas discordantes y silencios aterradores. Pero esta noche, con el cello entre mis manos, con los ojos cerrados, y cada fibra de mi ser vibrando en sintonía con su cuerpo de madera resonante, sentí que finalmente regresaba a casa.
Cada paso es una declaración. Y aunque mis dedos aún tiemblan no de miedo, sino de vida, comprendo que la fragilidad de este momento es la piedra angular de mi nueva fortaleza. Mi música ya no es una huida; es un encuentro, es real y cruda, un reflejo de quién soy verdaderamente.
Miro hacia la multitud y veo rostros que no solo disfrutan de una presentación, sino que comprenden el viaje. Las miradas que se encuentran con la mía no son solo de admiración, son de empatía, de apoyo, son el espejo donde mi alma reflejada halla consuelo.
Este escenario, este santuario de arte y revelación, ha sido testigo de mi transformación. Mi cello, mi compañero fiel, me ha permitido expresar lo inexpresable, articulando melodías que cuentan una historia de caída y renacimiento. Y al hacerlo, he conectado con mis fans de una manera más auténtica que nunca. No somos solo artista y espectadores; somos seres humanos compartiendo la sinfonía de la experiencia.
Es una ironía bellísima que, en mi vulnerabilidad, haya encontrado mi mayor fuerza. Que en compartir mi lucha, haya encontrado mi más profunda conexión. Que abrazando mi humanidad, pueda hacer vibrar las cuerdas del cello y, a su vez, las almas que me escuchan.
Mientras los ecos finales de los aplausos se pierden en los recintos secretos de los pasillos, siento un agradecimiento inmenso. La vida, con sus armonías y disonancias, nunca se ha sentido tan preciosa. Y mientras mi cello descansa ahora en silencio, sé que ambos, aunque marcados por la batalla, estamos listos para cantar de nuevo.
Hoy, al bajar del escenario, no solo he sobrevivido; he revivido.
Bajé del escenario con el corazón latiendo con fuerza, aún sintiendo la adrenalina y los aplausos retumbando en mis oídos. Por primera vez en mucho tiempo, había tocado sobrio. El peso de ese logro me levantó el espíritu incluso más alto que las melodías que acababa de interpretar. Mientras descendía las escaleras tras bastidores, vi a Mimi esperándome, sus ojos llenos de orgullo y amor.
──Te amo. ──susurré, con la voz temblando de sinceridad. En ese momento, rodeado por los ecos de los aplausos y el cálido abrazo de Mimi, supe que había dado un paso crucial en mi camino hacia la recuperación y un futuro más brillante. ──. De verdad quiero casarme contigo…
──Hagámoslo entonces. ──Responde con una inmensa sonrisa.
──Hagámoslo.

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