capítulo 17

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Capítulo 17
Luka Hauser
Paz.


Detallo a Mimi que pasea sus dedos por el cello que tengo en mi habitación, está maravillada viéndolo. Salimos de la escuela en busca de algo que hacer, y la invite a mi hotel.

La verdad es que es una pieza hermosa.  Está hecho de madera fina, pintado en negro mate fue creado en Croacia, le tengo mucho cariño.

La imagen que tengo en frente es maravillosa, dos hermosuras llenando mi vida de tonos claros, aunque uno de ellos sea negro como todo aquello que vive en mi.

──Cuando dijiste que tenías varios, pensé que exagerabas.

Sonrío al escucharla.

──Cuando entre la universidad de London a estudiar con beca completa, mi cello de toda la vida se rompió. ──Susurro, ella se gira a verme. ──. Tuve que tocar con él hasta que con mi trabajo de camarero logré comprarme otro, y allí empecé a reunir para reparar a mi fiel compañero.

Confieso, nadie sabía eso solo mi madre.

El recuerdo de como se rompió me hace enfurecer conmigo mismo, de la manera más estúpida casi daño mi futuro. Y lo peor es que ese cello que acompaño por años pago las consecuencias de mi primera borrachera.

──¿Dónde está ese cello?

──En mi apartamento en New York. Está allí desde hace años. ──Murmuro estirando mis piernas en la alfombra de suelo.

Es fina, suave y se siento como una nube.

Deja de tocar el cello y me observa con esos maravillosos ojos que parecen adsorber el entorno.

Va a preguntarme algo.

──¿Puedo preguntarte algo?

Tenso mi mandíbula. Lo sabía. 

──¿Por qué no te gusta Chicago? ¿Por qué nunca has tocado aquí?

Ladeo mi rostro, y la detallo, me encanta ese aire fresco que la rodea, Mimi es calma y paz, no lleva cargas, ni fantasmas que la atormenten, su juventud me alivia y su alma sana me atrae.

Siento real el hecho de que busque curar mis heridas, salvar mi alma.

──Viví aquí en Chicago hasta mi adolescencia, no tengo buenos recuerdos de la ciudad, cada que vengo todo lo que viví vuelve… no me gusta. Detesto sentirme de nuevo así.

No dice nada, deja el cello en la cama y se baja de esta para sentarse frente a mi en el suelo.

──¿Puedo hacerte otra pregunta?
La que viene, no me gustará. Ella es transparente, ella refleja todo aquello que piensa y siente. Puedo ver la pregunta en sus ojos.

──¿Puedo no responderla? ──Pregunto.

──No tienes porque pero realmente me gustaría preguntar.

──Hazla entonces…

──¿Ignacio te da licor? ──Yergo mi espalda. ──. Te ofreció algo cuando estábamos en la escuela. ¿era licor?

Asiento.

──¿Por qué?

──Sigue una orden.

──¿Tuya?

──Si, una orden dada por mi. ──Suelto sin tapujos. ──. Ya no quiero hablar de eso.

──¿Por qué tomas? ──Insiste, me levanto del suelo y voy hacia la cama para guardar el cello en su forro. ──. ¿Luka? ¿Por qué lo haces?

Dejo lo que hacía con mi mirada pegada a mi cello. 

──Me dijiste que no tenía que responder… la verdad es que no quiero hablar de ello. ──Me giro a verla, está sentada donde estaba yo.

──Está bien, está bien.  Creo que debería irme, deje mucho tiempo sola a Lola, debe haber destrozado mi casa ya.

Se levanta, y me acerco a ella para evitar que se marche, poso mi mano en la pared evitando que avance un paso más. La pared helado recibe mi mano, No me mira, y eso me mata, me acaba lentamente, me roba el poco aire que flota en mi entorno el que no pose sus orbes sobre mi.

No me hagas esto, Mimi.

──Mírame, por favor.

Pestañea un par de veces, y eleva su rostro hacia mi. Me encanta como su pupila se dilata ante mi, toma una fuerte bocanada de aire para estabilizar y calmar lo que sucede dentro de su cuerpo, lo entiendo a mi me pasa lo mismo.

Se siente como una sacudida, como una fuerte sacudida.

──Es una forma de espantar los fantasmas que me atormentan. ──Susurro. ──. Cuando lo hago, es porque me siento hundido en un hoyo sin fondo, y que la única manera de salvarme de morir, es ahogando mi alma y mis pensamientos en ese mismo hoyo del que no puedo salir.

Deja caer sus hombros, cae en cuenta del peso de mis palabras, y el toque de sus dedos llega a mi mejilla.

──No sé quién te hizo tanto daño pero ya lo odio, porque tú no deberías sentirte así. ──Sus dedos se pasean por mis labios con ligereza. Es como si con ello buscase borrar el dolor que se oculta bajo mi piel. ──. ¿Quieres tomar ahora?

Niego.

──Quiero perderme en ti. ──Confieso con el corazón a millón. ──. No te vayas, Mimi.

Posa su mano en mi pecho, bajando la mirada a esta.

──No lo haré, si me prometes que no volverás a tomar. ──Y vuelvo su mirada hacia mi rostro.

Siento que el aire me falta.

──Mimi… ──susurro conciliador.

──No quiero ver cómo te destruyes, y no pienso ser parte de ello. Sólo promete que intentarás no hacerlo y que si por tu mente se te cruza la idea de hacerlo, me llamaras. Haré lo que sea para que no pase eso… no has tomado nada desde ayer.

──Porque tú estás conmigo. ──Respondo.

──Entonces, por favor. Promételo.
Uno mi frente con la de ella, siento como cierra sus manos detrás de mi cuello.

──Lo prometo, Mimi.

Siseo sintiendo que voy a lastimarla de mil formas, y que voy a romper miles de promesas haciendo estragos en ella y en mi, pero no quiero que se vaya.

Egoísta, si. Lo soy. Si se va, me voy a ahogar.

Sus pestañas y las mías se juntan al estar tan cerca el uno del otro.

Su mano quita un botón de mi camisa, y la sensación de pesadez y de espacio reducido me invade, sus dedos siguen ese camino, y poso mis dedos sobre los de ella haciendo que detenga su andar.

──No tienes que hacerlo.

──Yo quiero hacerlo. ──susurra mirándome fijamente.

Mis dedos abandonan los suyos,  la vida me invade de golpe siento como cada célula de mi ser siente y experimenta sensaciones fuera de nuestro alcance.
Mi corazón no piensa, mi corazón solo siente el tacto de Mimi, sus ganas de sanarnos, de curar, de borrar el daño causado a través de los años pero a este punto de mi vida, no sé si eso sea posible.

Su tacto es delicado, y tímido.

Mimi es increíblemente hermosa, me encanta cada centímetro de su rostro lleno de ángel.

Acuno su mejilla, ella cierra sus ojos y disfruta de mi tacto.

──¿Qué me estás haciendo Mimi? ¿Qué estamos haciendo?

──Sintiendo. ──Susurra.

Sus manos se posan en mi piel desnuda y descubierta por ella, la halo hacia mi cuerpo y la guío con delicadeza hasta mi cama dejándola justo en el borde de esta, mientras ella explora con sus manos mi pecho y se deshace de mi camisa.

Bajo los finos tirantes de su franelilla negra, noto esos lunares que se esparcen por su piel pálida… Y paseo mis dedos por ellos hasta llegar al surco que forman sus pechos.

──Si hago estragos en ti, me disculpo de ante mano. Prometo que haré todo lo que esté en mi alcance para no lastimarte, Mimi.

──Y si lo haces… lo reparas. ¿Ok?
Asiento, posando mis labios en los de ella.

Sentir… es algo mágico.

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