capitulo cuatro

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Darkside — Nenoni

Abro la puerta de la casa y casi salgo corriendo al escuchar que de nuevo están discutiendo. Suspiro pesadamente y paso por un lado del comedor, caminando por el pasillo para dirigirme a mi habitación.

Vi de reojo a papá sentado en la mesa sosteniendo su cabeza con las manos, estresado, mamá estaba apoyada en la mesa con ambos brazos mientras Denver caminaba de un lado a otro, inquieto.

—¡Siempre es lo mismo contigo, Denver! —exclamó mamá con una expresión de hastío.

—¿Y qué quieres que haga, mamá? —espetó—. Ustedes nunca están al pendiente de mí, nunca me apoyan...

—No digas eso, siempre estamos pendientes a ti. ¿Qué no ves? Estamos como idiotas detrás de ti como fueses un niño pequeño— le reprochó mamá—. No has podido resolver ningún puto problema por tu cuenta ¡haz algo! ¡Ve y enfrenta a ese maldito mocoso y resuélvelo todo por tu cuenta!

—Mamá...

—Si no puedes, entonces no estés diciendo que no te apoyamos porque estamos como malditas niñeras cuidándote el trasero. Deberías...

—Suficiente, Shannon —intervino papá al fin. Aunque no haría ninguna efecto en ellos.

—¡No! ¡El debe...!

—¡Es suficiente, dije!

Los gritos se amortiguaron en cuanto cerré la puerta de la habitación.

Consideré nuevamente la salida a la que me invitó Layla, mi cabeza no estaba para más discusiones de nadie. 

No acostumbraban pelear tanto, pero últimamente lo hacían hasta por dejar una servilleta fuera de lugar y terminaban dirigiendo el tema a otra dirección en la que todo se tornaba más tenso. Y eso que esta semana evité a toda costa estar en casa más que para venir a dormir, aunque algunas madrugadas consideré irme a algún hotel, ya que todos estaban insoportables.

Lo único que me detenía de mudarme era Amie, aunque pensándolo bien podía llevarla conmigo, no creo que les importase en absoluto y ni siquiera se darían cuenta de nuestra ausencia.

Lancé la mochila del entrenamiento a algún lugar de la habitación después de coger el celular, busqué el contacto de Layla mientras revolvía la ropa del closet buscando algo qué ponerme.

—¡Blaise...!

—¿Dónde es la cena esa que dijiste? —no la dejé hablar, quería irme cuánto antes de casa. Escuché a Denver empezar a gritar y sabía que a continuación todo se descontrolaría.

Pasaron años desde que no discutían así, nunca se ponían así a menos que su imagen publica esté a punto de dañarse. Eso sólo había pasado cuatro veces, si no es que Denver se metió en más problemas en los cuatro años que me ausenté, cosa que no me sorprendería.

—¿Vendrás? —cuestionó, se le escuchaba muy poco por todas las voces de fondo y encima por los gritos de la casa.

—Sí —encontré una blusa de tirantes verde oliva, con un poco de encaje en el escote cuadrado y un short de mezclilla, no pensé demasiado en si era era adecuado o no—. Las cosas aquí no están muy pacíficas que digamos.

—¿Estás bien?

—Sí, sí —suspiré empezando a sacarme la blusa deportiva que traía por el juego y caminando hacia el baño—. Es sólo Denver con sus problemas, todo bien.

—¿Segura? —inquirió—. Si no quieres venir aquí con los demás, puedo recogerte y llevarte a mi casa o...

—Estoy bien, Layla —sonreí ante su preocupación pero rápidamente se convirtió en una mueca cuando escuché algo hacerse añicos —. Únicamente necesito escapar de aquí. ¿Puedes recogerme? Estaré lista en veinte minutos.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora