capitulo treinta y tres

1.8K 127 22
                                    

Alec Ogden.

Estaba asustado.

En toda la noche, no hice más que observar a Blaise. Tomando vaso tras vaso, hasta que perdió el control y simplemente parecía querer ahogarse en alcohol.

Tenía un serio problema con el alcohol, era notorio, tomaba a propósito para olvidar, pero parecía que solo le funcionaba al inicio, porque después, todo el alcohol que consumía salían en lágrimas. Lo había visto una vez.

A pesar de que parecía que disfrutaba de esta estúpida fiesta de celebración por nuestra victoria, sabía que no era más que un intento de escape.

Lo sabía tan bien por Denver. Era lo que hacía él con las drogas, pero fue demasiado lejos. Se perdió y no hacía esfuerzo alguno por encontrarse, llegó a ese punto que ya no era algo que quería. Sus únicos deseos eran escapar de su realidad.

Blaise estaba tomando el mismo camino, con el alcohol. Cuánto me gustaría evitarlo, pero no creía que fuese de su agrado que interfiriera en su "diversión".

Estaba claro que sí se ponía en peligro, me importaría una mierda lo que quisiera, interferiría.

De hecho, me encontraba a punto de mandar todo al carajo e ir por ella y llevarla al hotel. Me cosquilleaba todo el cuerpo por las ansias y el pánico que me invadía de que le pasara algo.

—¡Hola! —Layla se acercó a la barra, iba igual de ebria que su mejor amiga, y aún así pidió dos shots más.

—¿Para quién es el otro? —Cuestioné, me costó demasiado apartar los ojos de Blaise para mirarla.

Layla pareció no escucharme, por lo que repetí la pregunta alzando la voz por encima de la música.

—¡Ah! ¡Es para Blaise! ¿Quieres uno? Puedo...

—No, no quiero —observé el pequeño vaso de cristal—. Deberían de marcharse ya al hotel, las dos.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Vas a armar un tiroteo o algo? —Una sonrisa brillante apareció en su rostro—. ¡Oh, yo quiero ayudarte! ¡Sé disparar, me encantan las películas de acción y los libros también!

Volteé los ojos por tal estupidez. No dudaba que fuera una buena compañera de tiroteo, esa rubia estaba loca.

—Lo digo porque están demasiado borrachas, no están seguras aquí. No conocen a casi nadie de esta fiesta.

—¡No estamos tan borrachas! —Se contradijo a sí misma cuando intentó tomar uno de los shots, pero terminó tomando el aire.

Le enarqué una ceja y soltó una risita.

—Es que soy ciega.

—Y alcohólica. Me di cuenta —suspiré—. Solo... cualquier cosa que necesiten, díganmelo.

—¡Gracias, Alec! Quién diría que en realidad eres un cabrón mentiroso —se alejó, pero logré escuchar esas últimas palabras.

Claro. Un cabrón mentiroso.

Minutos después, fue Blaise quien se acercó a la barra. Se tambaleaba a cada paso que daba, su vestido estaba mucho más arriba de la mitad de sus muslos, tenía las mejillas demasiado sonrosadas por el calor y el alcohol, el cabello alborotado por las horas que llevaba bailando sin parar.

No me miró, ni siquiera me notó, era irónico que lo único que yo había mirado desde que pisé esta fiesta, fue a ella.

—Deme... tres, no, uno. ¡Dos! Dos, Layla...

—No le de ninguno —intervine finalmente, bajando del taburete.

Era insoportable ver cómo se hacía daño con toda la intención del mundo, porque Blaise lo sabía. Sabía por qué hacía esto y le daba igual, pero a mí no.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora