capitulo dos

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Dorothea — Taylor Swift

(capítulo dedicado a rdzyla mi amiguita la menos impaciente<3)

Volver a pisar el gimnasio se sintió como otro abrazo de bienvenida. Se me olvidó lo reconfortante que podía ser después de horas de discusión y peleas.

Porque sí, llevaba dos días en casa de mis padres y era lo único que había vivido: discusiones y peleas de papá y mamá, de Levi y Denver, de papá y Denver y mamá regañándome por absolutamente cualquier cosa.

Al parecer, les dió igual mi ausencia como ahora les daba igual mi presencia. Tampoco esperé mucho, pero ¿ni siquiera un pequeño abrazo? De la única que lo recibí fue de Layla y mi hermana pequeña Amie.

Creo que fue la única que me extrañó. Cuando llegué nadie me abrió la puerta, tuve que abrir con las llaves de repuesto que teníamos cada uno, al primero que me topé fue a papá. Sólo dijo "Oh, no sabía que volverías hoy". Ningún abrazo, beso, ni siquiera un ¿cómo estás?

Me encerré en la habitación y al tiempo tocaron la puerta, fue cuando Amie me abrazó tan fuerte que por unos segundo me cortó la respiración. Amie apenas iba a cumplir once años, por lo que aún no pertenecía a la parte disfuncional de la familia. Creo que de alguna manera era la única que nos mantenía unidos.

Es con la única que lo he pasado bien. Le conté sobre la ciudad y cómo era vivir en Francia, ella me contó de sus nuevas amigas y su escuela. Hablamos la mayor parte del día y me sigue a absolutamente todas partes.

Siempre que se va a dormir se me parte un poquito el alma cuando me dice "No te irás de nuevo ¿verdad?".

Supongo que es de las pocas personas que me extrañaron.

Todo pensamiento se corta de raíz cuando veo un balón dirigirse hacia mí, lo bloqueo con la palma de la mano y simplemente lo boto de nuevo contra el suelo. Ni siquiera me molesto en ver quién fue, perdería mi tiempo.

Parece que todo sigue igual que hace cuatro años.

No vi por ninguna parte a Layla así que decidí adelantarme e ir a los baños para alistarme. Aunque no tenía mucho qué hacer ya que solo me quitaría el pantalón de algodón que llevaba encima de los shorts y rodilleras.

—¡Blaise! —en cuanto abrí la puerta allí estaba Layla.

—¡Volviste! —y claro que ahí estaría Ellen.

Me rodeó con sus brazos de una manera asfixiante, pero de igual forma me tenía sonriendo.

—Hola —musité con la voz estrangulada.

—¿Hola? —Repitió indignada, mirándome —¿Es lo que vas a decir después de cuatro años, maldita? Cuatro años en los que mínimo pudiste habernos visitado una vez al año, pero no lo hiciste.

—Es...

—¡No hay excusas! Todas nosotras aquí extrañándote y tú ni una sola llamada —me reprochó.

Una ola de culpabilidad me invadió, porque sí, pude haberlas venido a visitar o tan siquiera llamarles para preguntar cómo se encontraban y no lo hice.

—Lo siento. Prometo llamarles diario de ahora en adelante —aseguré sonriéndole a ambas.

—Ya no habrá necesidad —Ellen esbozó una sonrisa maliciosa.

—No te dejaremos sola ni un minuto a partir de ahora —aseguró Layla rodeándome los hombros con un brazo.

—¿Ni para ir al baño? —bromeé.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora