capitulo catorce

4.2K 162 31
                                    

The walls — Chase Atlantic

Blaise Sadler. (Maratón: 2/3)

Esperé a que cediera de nuevo por mí. Que doblegara su arrogancia y altivez por probar mis labios otra vez.

Y exactamente eso fue lo que hizo; buscó mis labios, esta vez atrayéndome de la nuca hacia sí bruscamente, nuestras bocas chocando al igual que nuestros cuerpos cuando presionó una mano contra mi espalda baja para acercarme a él. La leve fricción de nuestros sexos casi me hizo soltar un jadeo pero me contuve.

Hoy sólo quería darme esa satisfacción a mí, el saber que provocaba grandes perversiones en Alec inflaba completamente mi ego, así como sabía que lo causaría en él, por eso mismo me estaba conteniendo demasiado, pero no creo lograr resistirme mucho.

Esto no podía llegar a más, pero no sabía si sería realmente capaz de tomar el control si avanzaba un poco más.

Sin embargo, no puse ningún tipo de oposición cuando la mano que mantenía en mi espalda baja la adentró por debajo de la tela de la camiseta. Su toque enviando un escalofrío por toda mi columna vertebral y puedo jurar que sentí su maldita sonrisa contra mi boca. Movió la mano, aún dentro de mi camiseta, hacia mi cintura, apretándola para empujarme hacia un lado y obligarme a recostarme en el suave colchón.

Me sujeté de su cuello, su boca ávida contra la mía mientras encajaba una rodilla entre mis piernas.

Por más que me repetía mentalmente que era suficiente, no podía detenerlo. No lograba auto convencerme, el beso empezó a tornarse mucho más profundo, nuestras lenguas empezando a comprenderse, siendo más lentas y provocativas.

La cabeza me daba vueltas y absolutamente todos mis sentidos estaban centrados en cualquier caricia y atención que recibía mi cuerpo de parte de Alec.

Me hundía en el colchón y en él, en todo el sentir que producía mi cuerpo que hace mucho no sentía y no sabía que lo necesitaba hasta que tuve a Alec sobre mí.

No había espacio para palabras en medio de nuestro deseo y tensión.

Seguí su boca ante cualquier movimiento, el aire se me estaba agotando de nuevo y me importaba una mierda.

Alec se alejó un poco, nuestros ojos devorándose y no sé cómo logré retener el jadeo que estuvo a punto de salir de mis labios cuando su rodilla se presionó contra mi centro, contra mi clítoris.

Apreté los labios, indispuesta a dejar que Alec viera lo que provocaba en mí aunque posiblemente mis ojos me estaban delatando y la humedad entre mis piernas también.

—Hazlo —ordenó con una voz pervertidamente ronca —. No te contengas, gime. —Su boca se acercó a mi oído, otra escalofrío recorrió todo mi cuerpo al instante que sentí su aliento contra mi cuello— Quiero escuchar todos esos sonidos, Blaise, y deleitarme con ellos.

—Puedes escucharlos, pero nunca te van a pertenecer —contraataqué a pesar de estar medio perdida en mi propio deseo.

—Si soy yo quien los provoca —sus ojos llenos de lujuria conectaron con los míos —, son míos.

Antes de que pudiera contradecirlo, su boca volvió a estamparse contra la mía. Ahogué un quejido por la brusquedad. Su rodilla se presionó otra vez contra mi centro, mandando una pequeña ola de placer por todo mi cuerpo, sentía la humedad extendiéndose por mis bragas y mis pliegues.

Quería provocar algo en mí, ya lo provocaba, pero Alec quería que lo admitiera y probablemente terminaría haciéndolo. Hizo un camino húmedo con sus labios hacia mi barbilla, bajando por mi cuello y centrándose en mi clavícula junto con su rodilla moviéndose en círculos tortuosamente lentos, controlando el placer que recorría mi cuerpo y no era suficiente. Necesitaba más.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora