capitulo treinta y cinco

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Alec Ogden.

—Quiero que me cuentes todo —murmuró, evitando mis ojos.

Seguía encima de mí, no tenía ni idea de cuántas horas llevábamos así, fundidos el uno en el otro. En completo silencio.

En el momento en que la tuve entre mis brazos, supe que sería difícil soltarla.

—¿Todo?

Asintió, apoyando su barbilla en mi pecho para mirarme con atención.

¿Cómo podía ser tan hermosa?

Mi mano en su cintura continuó trazando pequeños círculos sobre su piel por encima de la camiseta.

—Desde el principio. Lo que pasó con tu hermana y con él y el problema que tuviste con mis padres. Por favor. Necesito saberlo.

Tuve que alejar los ojos de Blaise unos segundos.

No solo me lo estaba pidiendo ella, de igual modo quería contárselo. Yo también necesitaba que lo supiera.

—Siempre fuimos mejores amigos —comencé, me costó usar ese término pensando en él—. Desde pequeños, en mi infancia abundan demasiados recuerdos con él. Cambió mucho con el tiempo, a veces lo desconocía por completo. La mala relación de su familia le afectó demasiado, como me imagino que te afecta a ti. Todo... todo pasó cuando él y yo teníamos diecinueve, Denver apenas se estaba metiendo con eso de las drogas. Por eso lo alteraban mucho más, perdía demasiado el conocimiento y sus alucinaciones eran demasiado reales, siempre terminaba demasiado mal. Enloquecía.

Estaba apunto de empezar con esa noche, pero las palabras se me atascaron en la garganta. Me relamí los labios.

Maldita sea.

Blaise pareció percatarse de ello, pues su mano subió a mi mandíbula y deslizó los dedos por mi piel con suavidad.

—Esa noche se puso bastante mal también—mi voz se convirtió en murmullos—. Conocía a sus padres y sabía lo violentos que eran. Vivía en Brighton.

—¿No siempre viviste en Brighton? —Cuestionó y negué.

Estaba apoyada en su mejilla justo encima de mi corazón. Probablemente podía percibir cada maldito latido.

Me regodeé de la sensación de tenerla tan cerca de mí. Olía a mí. Llevé la mano que mantenía desocupada a su preciosa cabellera. Introduje los dedos entre sus mechones y me entretuve deslizándolos entre ellos.

—Vivía con mis padres y con mi hermana; Claire —continué—. Dos años después de lo sucedido, nos mudamos a Crawley y hace dos años volví aquí con Hayden. Ahora vivimos los dos juntos en el apartamento.

—Oh, entiendo.

—Entonces, deduje que no era una buena idea llevarlo a su casa en ese estado, me preocupó la reacción de sus padres, y lo llevé a nuestra casa. Después de todo, era mi mejor amigo —esas dos palabras me escocieron en la boca—. Eran las tantas de la madrugada, yo también iba un poco ebrio y en cuanto llegamos a mi habitación ambos nos quedamos dormidos. Yo no... no pude...

—Alec —susurró, posando su delgada mano en mi pómulo.

—Lo siento.

—Está bien. Tómate tu tiempo, estoy aquí.

Asentí, cerrando los ojos un momento y girando un poco la cabeza para besar su mano.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora