capitulo treinta y cuatro

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No Other Heart — Mac DeMarco

Blaise Sadler.

Me costó abrir los ojos.

La cabeza me dolía, solo un poco o tal vez mi cuerpo ya se había acostumbrado demasiado a los síntomas de la resaca. O simplemente el alcohol ya ni siquiera me hacía efecto.

Otra cosa que me aseguraba de que el alcohol definitivamente ya no tenía ningún efecto en mí, era el hecho de que recordaba absolutamente todo a detalle.

Sabía dónde y con quién estaba. Y recordaba cada palabra que salió de sus labios anoche.

Me removí entre las sábanas y aparté el cabello de mi rostro con pereza. Abrí los ojos y la persona frente a mí me encandiló mucho más que la luz procedente de la ventana.

Alec estaba sentado en el sofá de la habitación. Sin camisa, con el cabello mojado y con una libreta en su regazo.

Deslizaba el lápiz con destreza por la hoja, sus movimientos tan precisos y minuciosos que resultaba hipnotizante.

Su concentración también era encantadora.

Coloqué mis manos entre la almohada y mi mejilla, aprovechando para mirarlo sin prisa alguna.

Examinando cada gesto y cada pequeño movimiento de su rostro ante su concentración, la manera en que fruncía levemente los labios y su rostro estaba ladeado de manera casi imperceptible.

También aproveché para contemplar con rapidez su torso enteramente trabajado. Su pecho subía y bajaba con tranquilidad, parecía tranquilo.

¿Qué se suponía que haría ahora?

Alec dijo que estaba dispuesto a todo por tenerme de vuelta y le creía. Y no estaba completamente segura de querer darle pelea.

¿Y si sí quería volver a él? ¿Traicionaría a mi familia o a mí? ¿Era siquiera una traición?

Tal vez sólo era el remordimiento que había en mí por haberme ocultado todo aquello. Tal vez solo me sentía ofendida porque no confió lo suficientemente en mí para contármelo. Tal vez sólo era yo el problema.

Lo miré en silencio, ignorando el profundo deseo en mi cabeza de poder despertar todos los días con esa bella imagen.

Mis ojos se cerraron automáticamente cuando Alec alzó la mirada hacia mí.

Los latidos de mi corazón se detuvieron un momento sólo para luego latir con una rapidez completamente anormal.

—Sé que estás despierta —dijo, pude notar la sonrisa en su voz.

No abrí los ojos, pero sentí un calor subir a mis mejillas. Escuché como Alec se incorporó, seguido de sus pasos cercanos.

Luché contra las ansias de abrir los ojos cuando percibí su fuerte aroma varonil demasiado cerca. Mi corazón se apaciguó bajo su caricia en mi mejilla probablemente sonrojada.

—Eres demasiado inquieta incluso para dormir— susurró.

Sus dedos fueron desde mi frente hasta mi mandíbula y se entrometieron en mi cabello.

—Y duermes demasiado —me costó no sonreír.

Duró un par de minutos para volver a alejarse y en silencio disfruté de sus pequeñas caricias.

Fue al baño, lo deduje por la puerta que se escuchó, y finalmente abrí los ojos. Había dejado su libreta en el sofá.

Era una persona horrible por mi gran tentación de levantarme y querer ver lo que sea que estuviera dibujando. Sabía que para los artistas era algo completamente íntimo, pero esa necesidad bullía en mí a pesar de todo.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora