capitulo veinte

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Matilda — Harry Styles

Blaise Sadler.

Afortunadamente salimos del hospital sin ningún incidente más. Layla se ofreció a llevarnos a casa, aunque terminamos en su casa por insistencia de Amie.

Layla se encontraba en la cocina preparándonos algo para comer que esperábamos ansiosas. Amábamos su comida.

Consideré un poco el hecho de cuestionar lo que había pasado. Tal vez no era una buen momento, Amie necesitaba descansar y no quería abrumarla tan rápido.

Pero, al mismo tiempo, necesitaba saber lo que había pasado porque era mucho más exasperante el no saberlo. Necesitaba asegurarme de que la situación no empeorara más para Amie.

Podía soportar que hicieran lo que quieran conmigo, a mí ya no me importaba ni afectaba tanto como podía afectarle a ella.

Odiaba el hecho de que ni siquiera nuestra propia casa, un lugar que compartíamos con nuestra familia, no fuera seguro ni reconfortante como debía de serlo.

Alejar a Amie de ese ambiente era de mis principales prioridades.

—Oye —dejé de darle vueltas, era necesario hablar de esto.

—¿Eh?

La niña estaba muy ocupada buscando alguna película en la enorme pantalla, cubierta hasta la barbilla por una cobija salpicada de estrellitas.

—¿Quieres hablar de lo que pasó? —Pregunté con suavidad, aunque no era mi fuerte, me gustaba ser franca y directa pero con ella era diferente.

Se quedó en silencio unos segundos en los que miró la pantalla fijamente, no obstante parecía pensar en otra cosa que no era una película.

—¿En casa?

—Sí. Pero está bien si no quieres hacerlo ahora, podemos hablarlo en otro momento cuando estés más tranquila —sugerí, acomodé sus piernas en mi regazo.

—No, está bien.

—¿Segura? —Asintió. Dejó de lado las películas y centró su atención en mí.

Le costó un par de minutos hablar, en los cuales se me rompió aún más el corazón al ver como su expresión se compungía.

Se incorporó y acurrucó a mi lado, pasé mi brazo por sus hombros, apegándola a mí.

—La verdad no pasó mucho —comenzó, jugueteando con sus dedos—. Sólo estaba escuchando como hablaban feo de ti y no me gustó. Te dijeron algo como... zorra, solo porque no dormiste en casa.

El coraje empezó a invadirme a pesar de que intenté evadirlo sin mucho éxito.

»Me metí en su discusión porque quería defenderte, yo no creo que seas eso y por eso me molesté muchísimo. A ellos les enojó que te defendiera y dijera cosas bonitas de ti. Siguieron diciendo cosas malas de ti y... les grité, ya no aguanté que dijeran esas cosas tan feas de ti.

La apreté mucho más contra mí, conmovida y al mismo tiempo sometiéndome culpable.

—Se enojaron más porque les grité y comenzaron a decirme cosas feas también. Sobre todo mamá. —Respiró hondo, como si lo que fuera a decir a continuación le costara. Apoyé mi cabeza en la suya, trazando caricias en su brazo—. Fue mi culpa, le hablé muy feo también y eso la hizo enojar mucho más. Me pegó en la mejilla.

Todo en mí se tensó y la rabia se apoderó de mí. Me repetí que tenía que controlarme, reclamarles y discutir con ellos no me serviría de nada. Nuestro sufrimiento no los conmovía para nada, no les importaba en absoluto.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora