capitulo treinta

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Daylight — David Kushner

Alec Ogden.

Estaba jodido.

Lo supe en el instante que mi corazón aporreó mi pecho con fuerza al reconocer aquella silueta a lo lejos, hecha un ovillo en la orilla del mar.

Cuando mis pies me arrastraron hacia ella sin dudarlo ni un maldito segundo.

Ni siquiera sabía por qué estaba en esa playa y precisamente en esa zona que ahora parecía ser nuestra.

No quería acercarme demasiado rápido, tenía la sensación de que podía espantarla y huir de mí, otra vez.

Esta era la oportunidad para que me escuchara, no la dejaría escapar.

Me relamí los labios y moví mis manos a los costados con ansias. Estaba siendo imposible identificar qué era lo que me pasaba y por qué con Blaise.

Nunca me había sentido así, nunca había sentido tanto.

Parece que el destino quiere unirnos —dije sin encararla, quedándome a sus espaldas, pero estaba lo suficientemente cerca para que me escuchara y para que aquel aroma suyo que no lograba encontrar en otra parte, me llenara los pulmones y me regresara el alma.

—Que jodan al destino —masculló, tensa, lo supe por lo erguida que estaba.

Los pocos rayos de luz que estaban a punto de ocultarse, la iluminaban. Su piel nívea se convirtió en dorada, jugando con esa tentación que bullía dentro de mí por acariciar cada maldito centímetro de su piel.

Me tomé la libertad de sentarme a un lado de Blaise, de la misma forma que lo hicimos aquella noche, una noche tan cercana y lejana a la vez. Esa noche, no le molestaba mi presencia. Esa noche, me miraba diferente, no con decepción ni desprecio. Esa noche, quería tenerme lo más cerca posible, casi quería fundirse en mí.

Pero esta noche parecía que solo quería correr de mí, correr hasta perderme para que nunca más la volviera a encontrar. Y yo no hacía más que buscarla, buscarla, buscarla y encontrarla.

Blaise se abrazó a sí misma con más fuerza, moviéndose un poco lejos de mí.

—Tenemos que hablar —a pesar de que quería sonar firme, mi voz salió terriblemente suave, como si no quisiera lastimarla.

De hecho, no quería lastimarla, aunque probablemente lo haría en cuanto empezara a hablar. Y probablemente ya lo había hecho.

Inspeccioné su perfil, esperando a que sus hermosos ojos me miraran, implorando por dentro que lo hiciera de la forma en la que solía hacerlo. Aunque fuera con burla o molestia. Lo necesitaba, lo extrañaba.

—No tengo nada qué hablar contigo, Ogden, ya te lo dije —finalmente me miró, pero casi deseé que no lo hubiera hecho. Había una decepción gigante tallada en sus orbes—. Oh, disculpa. Tal vez debería preguntar si ese es tu verdadero apellido, no quisiera ofender.

Apreté los labios, alejando un par de segundos los ojos de ella.

—Lo es.

—Ah, pues gracias por no mentirme acerca de ello —masculló con desgana y su atención fue al horizonte, dejándome de lado.

—No te mentí.

—¿No? —Ni siquiera me miró.

—No, no lo hice.

—¿Y cómo carajos te llamas, entonces?

—Blaise, por favor...

—¿Por favor, qué? Te estoy escuchando y no me dices nada que necesite saber. En realidad, no quiero saber nada que venga de ti, ni siquiera te voy a creer —espetó.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora