capitulo diecisiete

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This side of paradise — Coyote Theory

Blaise Sadler.

Mi cabeza dolía de una forma insoportable. En el momento que desperté deseé morir.

Al menos tenía el vestido puesto y estaba completamente sola en esa cama.

Me senté en la cama, con la sábanas enredadas en mi cuerpo y con el cabello encima de mi rostro.

En cuanto logré enfocar, encontré una pared blanca repleta de lienzos y dibujos hermosos, también había otros cuantos apoyados en el rincón. Todos con la misma firma. Me levanté de la cama completamente atraída por dicho arte. Había algunos lienzos que tenían textura.

Y entonces me percaté del lienzo que se encontraba en el caballete a medio terminar. Sólo un trozo del boceto estaba pintado.

Unos ojos. Mis ojos. Y mi rostro. Incluso mi cabello alborotado.

—Es un poco acosador de mi parte, lo sé.

Di un respingo ante la voz y alejé la mano del lienzo. Ver a Alec recargado en el marco de la puerta y saber que estaba en su casa por alguna extraña razón no me alteró tanto como lo pensaba.

—Me das miedo.

Esbozó esa sonrisa que cada vez que aparecía en su rostro me hacía perder un poco más la cabeza.

—Lo entiendo —Se adentró a la habitación, vestía un pantalón de algodón holgado acompañado de una camiseta blanca que se ceñía a sus brazos—. Incluso puede parecer un secuestro, porque, de hecho, no pienso dejarte salir de aquí.

—Saldré por la ventana.

Volteó los ojos cruzándose de brazos.

—Haz lo que quieras pero comerás algo antes. ¿O quieres tomar un baño primero?

—Prefiero el baño —realmente lo necesitaba. De seguro tenía el rostro hecho un desastre a causa del maquillaje y apestaba a alcohol.

—De acuerdo. Puedes tomar lo que quieras del armario —señaló el mueble a mi izquierda—. Y el baño es la única otra puerta que hay.

—Gracias.

Salió de la habitación dejándome sola. Dejé salir un suspiro pasándome la mano por el rostro.

Joder, esto se sentía tan íntimo y ni siquiera tuvimos sexo.

Recordaba perfectamente que Alec me encontró llorando en un rincón, literalmente. De cierta forma me avergonzaba y de otra agradecía que fue el y no algún otro idiota.

Solo esperaba que no quisiera hablar del tema.

Cogí una camiseta grande para que funcionara como vestido, probablemente si utilizara un pants, todo mi cuerpo cabría en una sola pierna.

Me duché a toda velocidad, gracias a su shampoo, jabón y su ropa olería por completo a él. Aunque sinceramente la idea no me desagradó del todo. Traté de secar mi cabello con la toalla pero seguía goteando un poco, salí de la habitación cepillándolo con mis dedos y recorrí el pasillo desconocido hasta que di con la cocina.

Todos los espacios eran blancos y las paredes estaban casi vacías, a excepción de algunos cuadros o decoraciones que habían de repente. La cocina también era blanca, la luz del ventanal la hacía ver aún más espaciosa de lo que era.

Alec estaba apoyado en la barra, frunciéndole el ceño a la pantalla del celular.

Por estar de distraída analizando al idiota ese casi tropiezo con un perrito.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora