capitulo trece

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Call out my name — The weeknd

Alec Ogden. (Maratón 1/3)

¿Ahora como se supone que me sacaría de la cabeza ese jodido tatuaje?

Me pasé la mano por el cabello, frustrado. La verdadera pregunta era por qué Blaise no salía de mi cabeza.

Sabía que lograría olvidarla, creo, cuando obtuviera lo que tanto ansío, pero la mujer se resistía a más no poder. Además de que tampoco había podido acercarme demasiado en este tiempo para averiguar si realmente su familia era una farsa, si ocultaban y escondían cosas incluso dentro de su propia familia.

El gran problema era que no podía concentrarme cuando la tenía cerca. No podía pensar en otra cosa que no fuera sus labios, su cuerpo, su cabello y ahora ese maldito tatuaje habían terminando de enloquecerme.

Necesitaba hacer algo para sacármela de la cabeza o probablemente terminaría por perder el juicio.

Eso fue en lo único que pude pensar toda la maldita noche y en el elevador de camino al lobby para conseguir algo de almorzar. La comida era un asco aquí.

Las puertas del elevador se volvieron a abrir, dejando ver a una Blaise en un pijama que definitivamente sería mi perdición a toda esta oposición a ser quien cayera primero. Podía tenerla por tan solo unos segundos aquí mismo, arrinconarla contra contra la pared del elevador y tomar su boca...

Blaise se adentró al elevador después de dirigirme una mirada desinteresada.

—Buenos días —musité pero me ignoró.—¿Qué tal la resaca? —Por más que intenté no burlarme, había un deje de diversión en mi voz. Me dispuse a analizarla con la mirada, cosa de la que me arrepentí al instante ya que sus muslos estaban al descubierto por ese short tan corto de satin. Además de la blusa de tirantes que se ceñía a su cintura y pechos.

¿Por qué salía de su habitación así? Me daban ganas de no dejarla salir del maldito elevador solo para que nadie más la viese.

—Si te digo que te calles, ¿lo harías? —preguntó y finalmente clavó sus bellas orbes en mí.

—No.

Resopló y volvió su atención al frente.

—Estuvo buena la fiesta anoche ¿eh? —seguí molestándola —. Sobre todo cuando empezaste a desahogarte con Joe. Aunque sigo sin entender qué te hice como para que te expresaras así de mí, cuando a mi me caes tan bien.

Con aburrimiento, fijó sus ojos en mi.

—Qué bueno que escuchaste. A ver si así comprendes que no quiero ni necesito nada de ti la intensidad de su mirada embelesándome.

Tomé un paso más cerca de ella con las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón, sabía que las puertas estaban por abrirse pero aún así me tomé mi tiempo, casi deseando que las puertas no se abrieran por un buen tiempo para que toda esta tensión al fin nos consumiera y terminara por explotar.

Era estimulante tenerla tan cerca, ser capaz de percibir ese aroma que imanaba de su cabello y que de cierta forma cautivaba al igual que sus ojos profundos y acechantes, irradiando una seguridad la cual prometía no dejarse intimidar, provocando que el aire se sintiera pesado.

—No lo comprendo—me incliné más sobre ella, asegurándome de que mi aroma también la invadiera y la enloqueciera igual que a mí —. Ni lo creo. Sabes que hay algo que necesitas de mí tanto como yo de ti, Blaise. Y estoy dispuesto a dártelo si tú estás dispuesta a ser mía.

Mis palabras hicieron que sus pupilas se dilataran, ocultando las pequeña motas verdosas y por un momento me sentí idiotizado.

Las puertas del elevador se abrieron y antes de que saliera un comentario de su preciosa boquita que seguramente me haría perder la cabeza, en un acto de imprudencia del cuál sinceramente en mi puta vida me arrepentiría, me cerní aún más sobre ella y rocé nuestros labios fugazmente para después darme la vuelta y caminar a paso rápido hacia la salida.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora