capitulo treinta y dos

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Back to December — Taylor Swift

Alec Ogden.

—Son idiotas. Ya no quiero ver nada. Me dan pena ajena.

Emití un sonido estrangulado para hacerle saber a Joe que escuchaba sus protestas,
aún más idiotas que los protagonistas de esa película, desde el otro lado de la habitación.

—En serio. ¿Cómo pudieron siquiera actuar eso sin morir de vergüenza?

Volteé los ojos a pesar de que no me pudiera ver.

—Es más vergonzoso que estés viendo películas románticas, Joe. Mira algo de armas, guerras, qué sé yo —cogí su camiseta del juego y se la lancé a la cara al pasar por detrás de él—. O mejor, vístete.

—Estoy ocupado —fue su excusa, cuando estaba, literalmente ante mis ojos, tirado en el sofá viendo películas romanticonas.

—¿Viendo una película de la cuál no has parado de quejarte? —Ironicé, colocándome las mangas de compresión y mirando con asco la imagen que estaba en la pantalla—. Al menos cierra la boca, entonces.

—De acuerdo. Ninguna palabra.

Hubieron al menos diez segundos de silencio, cuando unos gritos, con los que comenzaba a tener pesadillas, resonaron en el pasillo.

—¡Tienen dos malditos minutos para salir de esas habitaciones! ¡Estamos retrasados! —El entrenador añadió varios golpes a sus sonoros gritos—. ¡Vayan abriendo esas jodidas puertas o las tumbaré yo mismo y me importará un bledo si están desnudos!

—Espero que hayas escuchado eso —le dije a Joe, pero ya ni estaba en el sofá, lo que me hizo soltar una carcajada.

—¡Reconozco tu risa, Ogden!

Oh.

Con los gritos de fondo, terminé de guardar lo necesario en la maleta deportiva. Le di un trago largo a la botella de agua en el buró mientras Joe iba con prisa por toda la habitación.

No podía decir que no se lo advertí.

Después de dos minutos contados a gritos por el entrenador, todos estábamos en el lobby del hotel, esperando a los camiones para partir al gimnasio.

Era bueno en esto, no tenía duda alguna, pero ya ni siquiera sabía qué hacía ahí. No pertenecía a esa gente emocionada por un juego que probablemente definiría sus vidas.

Este no era mi sueño, ya no había ningún sueño.

Me perdí en mi busca de justicia, dejé de lado todo para centrarme en eso. El voleibol era parte del plan, para fingir que era por lo que había vuelto, para esconderme, para disimular.

Pero probablemente le estaba robando el lugar a alguien que sí mereciese estar aquí, no yo, porque no valoraría esa victoria en absoluto.

Mi lugar en esa cancha, probablemente era en las gradas, admirando a Blaise cumplir su sueño.

Cosa que ya no sería posible.

La perdí y era muy poco probable que la recuperara.

Ya ni siquiera estaba centrado en ese estúpido plan, ya no quería venganza, solo quería encontrar un lugar en el cuál sentirme como Blaise me hacía sentir; lleno, completo, suficiente.

Me había costado llegar a esa conclusión; Blaise era una persona que me hacía sentir mucho más allá de dolor e injusticia. Un sentir que necesitaba para salir adelante y poder deshacerme de aquel pasado.

No de la muerte de Claire, eso no sería posible jamás.

Si no del rencor y el deseo de venganza que me estaba consumiendo y estaba a nada de deshacerme. Blaise fue quien hizo que me percatara de ello.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora