capitulo dieciocho

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Sweater Weather — The Neighbourhood

Alec Ogden.

Observé de reojo cómo Blaise se comía las uñas y subía y bajaba su pierna con ansiedad. Se había puesto el vestido nuevamente, ya que no encontré ninguna prenda para abajo que no le quedara diez tallas más grande.

Me ponía nervioso a mi también, me preocupaba que no dijera ninguna sola palabra. Comenzaba a extrañar su idiota.

No me lo pensé demasiado y apoyé mi mano en su pierna, deteniendo sus movimientos. Fijó sus ojos llenos de preocupación en los míos.

Quería saber qué estaba pasando en su vida, qué era lo que la hacía sufrir de esa forma y juro que estaría dispuesto a deshacerme de ello como fuera, con tal de que sus bellos ojos no derramaran una lágrima más.

Blaise solamente había dicho que su hermana estaba en el hospital, no sabía la razón, o al menos eso fue lo que me dijo, cosa que respeté porque quizás sí que lo sabía pero no quería contarme, lo cual aceptaba.

Pude haberme entrometido más, insistiendo un poco o mostrando preocupación pero no era un hijo de puta. Se notaba lo mal y preocupada que estaba, lo menos que quería era hacerla sentir mal en estos momentos.

Sería algo idiota de mi parte preguntarle si se encontraba bien, porque claramente no lo estaba, así que me limité a trazar pequeñas caricias en su piel mientras conducía hacia el hospital, intentando transmitirle algo de paz, aunque probablemente era algo casi imposible.

A pesar de que conducí rebasando los límites de velocidad —poco me importó que algún policía me detuviera— el camino fue malditamente largo.

Apenas estacioné delante de la entrada del hospital, Blaise hizo el ademán de abrir la puerta, pero la detuve del brazo con delicadeza.

—¿Estarás bien? ¿No necesitas que te traiga algo? —Inquirí ante su mirada confusa.

—No, no. Estaré bien, gracias Alec.

Asentí, poco convencido y consternado porque no quería dejarla entrar sola pero tampoco podía arriesgarme tanto. Sus padres de seguro estarían allí, no creo que les de tan igual la vida de sus hijos, y lo menos que quería era provocar algún tipo de drama allí dentro.

—De acuerdo.

Vacilé un poco antes de dejarla ir y terminé atrayéndola de nuevo para darle un beso en la frente. No sé de dónde salió esa acción, fue un impulso totalmente ridículo y aún así, por alguna extraña razón, me sentí un poco más tranquilo debido a la pequeña sonrisa que surcó en sus labios.

—Cuídate —susurré, asintió una vez más y la dejé ir.

No arranqué hasta que la vi perderse en los pasillos del hospital. Tampoco lo hice por al menos dos minutos, en los que me cuestioné qué se suponía que estaba haciendo con ella.

En el camino devuelta a casa, estuve dándole vueltas a esos pequeños sentimientos, fuera del deseo, que me provocaba Blaise al simplemente estar a mi alrededor. Las sonrisas espontáneas que a veces me arrebataba con tan solo pensar en ella y en esas sonrisas que costaba arrancarle, ese impulso que tenía de molestarla solo para que comenzara a insultarme y tener su atención. Quizás era un poco masoquista de mi parte pero me encantaba ver esa molestia en sus ojos y lo dispuesta que se veía de soltarme un golpe.

Y últimamente, el sentimiento de cuidarla me jodía la cabeza. Encontrarla en la fiesta llorando en un rincón completamente sola y destrozada me partió el corazón. Fue algo imprudente llevarla a mi casa en ese estado, cuando debí llevarla con alguien que la conociera realmente y pudiera hacerse cargo, como Layla por ejemplo.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora