The great war — Taylor Swift
Blaise Sadler.
Me quedé embobada viendo la agilidad con la que se movían las niñas. Con movimientos tan precisos y ligeros, tan simples que lo hacían ver tan fácil como respirar, aunque era consciente de toda la disciplina que conllevaba el ballet.
Todos los esfuerzos, sacrificios y dolores que tenían que pasar para llegar a moverse como si de un cisne se tratara.
Sabía que estas risas pronto se convertirían en dolor; el ballet era una de las danzas más exigentes y a pesar de que esta academia era más ligera, de igual forma tenían que tener cierta disciplina que aumentaba conforme crecían.
Pero mientras Amie se viera feliz con ello y fuese su decisión llevar esto a algo más que entretenimiento, la apoyaría.
Adoraba el hecho de que observaban a la bailarina con suma admiración y orgullo, justo como todas miraban a Amie en ese preciso instante, al igual que yo.
Finalizó la danza con los pies en punta y elevando los brazos sobre su cabeza, con una sonrisa brillante en su bello rostro sonrojado.
Apenas la música terminó, aplausos llenaron el gran aula.
—¡Muy bien, Amie! —La felicitó la maestra—. Cada día mejoras más, tus avances son encantadores.
Amie agradeció con una sonrisa y corrió hacia mí.
—¿Qué opinas? —Inquirió acuclillándose frente a mí, estaba sentada en el suelo cerca de la puerta, para evitar estorbar e interferir en la clase.
Creí que era una buena idea acompañarla para despejarme un poco y, para ser sincera, me ayudó un poco pero últimamente era imposible. La maestra amablemente me permitió adentrarme en la clase, fue algo maravilloso de presenciar.
—Ni siquiera tienes que preguntarlo —aseguré, apoyando mi palma en su mejilla sonrojada—. Bailas maravilloso, Amie, eres increíble.
—Gracias —su sonrisa se extendió y fui capaz de percibir como el brillo que decoraba sus ojos verdes tomaba más fuerza.
Volvió con el resto de las niñas, para continuar ensayando en conjunto.
En total fueron dos horas las que me mantuve hecha un ovillo en el suelo, analizando todos los estiramientos y ejercicios que hacían, a simple vista era notorio que les dolía, hacían muecas constantemente y sus expresiones se compungían en dolor, sin embargo, lo disfrutaba de la misma forma en la que sufrían.
Quizás era por la compañía o por la forma en que la maestra las motivaba a dar más de sí mismas, recalcándoles lo capaces que eran de ofrecer mucho más de lo que estaba acostumbradas.
Porque de eso trataba el ballet; el forzarte a dar mucho más, tanto que dolía, te doblaban hasta tu limite y te obligaban a hacer más allá de él.
Las clases terminaron a la misma hora de siempre: siete y treinta.
—¿Estás cansada? —Le pregunté al tiempo que le arrebataba el pequeño bolso y lo colgaba sobre mi hombro.
Realmente no pesaba ni creía que le quitara algún peso de encima, pero de igual manera lo hice.
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Escondidos entre mentiras
RomanceBlaise acababa de regresar a su ciudad natal. Volvió con su familia después de terminar su carrera y sólo podía pensar en una cosa: quería centrarse completamente en el deporte que mas amaba, el voleibol. En el gimnasio que consideraba su segunda ca...