capitulo treinta y siete

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Fine line — Harry Styles

Alec Ogden.

—¿Cuándo vendrás, entonces?

—En mi cumpleaños mamá, ya te lo dije las últimas trece veces que preguntaste —repetí con una sonrisa, tomé el celular del mesón para continuar la llamada con mi madre.

—Y escuché esas trece veces, solo quiero que vengas más seguido —protestó.

—Cumpliré años pronto.

—¿Más de un mes es poco? —Rechistó y volteé los ojos. Dejé el recipiente de Bao en el suelo después de servirle su respectiva comida—. ¿Por qué no vienes este fin?

Bai ya estaba más que listo para su cena, había estado arañando mi pantalón con sus patitas. Corrió hacia la vasija, tropezando con sus propias patas en el camino. Era tan estúpido a veces, pero resultaba tierno.

Me senté a su lado en el suelo y acaricié su torso mientras escuchaba a mamá a través del celular.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Mamá...

—Solo dime.

—Intentarás persuadirme haciéndome sentir mal y cuestionando si cualquier cosa es más importante que tú, mamá. Te conozco.

—Extraño a mi hijo. ¿Qué se supone que haga?

—No chantajearlo.

—Claro que no es chantaje, es...

—Mamá, te visité hace tres semanas.

—Sí, tres semanas, veintiún días, quinientas cuatro horas...

—¡Bien, de acuerdo! —La interrumpí con rapidez, antes de que empezara con sus números infinitos—. ¿Qué te parece este fin de semana?

—¡Estupendo! Entonces, te esperaremos junto con tu novia.

—Sí—Mi cerebro no procesó correctamente sus palabras—. No. ¿Qué?

Mierda.

—¡Te amo, hijo! Prepararé tú cena favorita para ambos.

—No, mamá, espera...

—¡Adiós, nos vemos pronto!

—¡Mamá!

Cortó. Mierda.

Eso no iba a pasar.

No porque no quisiera, claro que quería que Blaise conociera a mi padres y estaba seguro de que mamá la adoraría en el instante que pusiera un pie en casa.

Pero, si ellos se enteraban de quiénes eran su familia, no sabría su reacción. Era imposible saberlo, podrían tomarlo bien o de la peor manera posible.

El rencor es malo, pero también es inevitable.

Me incorporé, pensando en qué excusa le inventaría a mi madre porque claramente Blaise no iría. Ni siquiera creía que ella aceptara.

Fui a buscar la mochila a mi recámara para partir al gimnasio y justo cuando crucé el marco de la puerta, el celular comenzó a vibrar en el bolsillo de mi short.

Al leer el nombre de Blaise, una sonrisa se formó en mis labios. Una que me hizo fruncir el ceño al percatarme de ello. Miré a mi alrededor, temiendo que alguien me haya visto, lo cual era imposible y algo idiota, pero esa mujer me atontaba demasiado.

Respondí a la llamada, recogiendo la mochila de la silla de mi escritorio.

Estuve a punto de decir algún comentario tonto, pero me detuve al escuchar un suspiro pesado seguido de un leve sollozo.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora