Alteza | parte III

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Haberse casado recientemente lo mantenía un poco alejado de sus ajetreadas tareas como príncipe. Su padre y su madre lo ayudaban más que de costumbre. Nadie lo decía en voz alta, pero todos estaban esperando el gran anuncio de que la pareja recién casada ya esperaba a su primogénito, aunque apenas llevaban una semana de matrimonio.

Estaba recorriendo los amplios pasillos con la intención de ir a su habitación y dormir un poco, luego quizás podría llevar a Izuku a dar un paseo por el reino sobre el lomo de alguno de los dragones, algo que a su esposo le fascinaba.

Al dar vuelta en un pasillo se encontró con un grupo de sirvientas que revisaban cada habitación, al parecer buscando algo importante, o quizás, más específicamente buscando a alguien, quien ya podía imaginar de quién se trataba.

Sus sospechas se cumplieron cuando la puerta de una de las bodegas se abrió, Izuku asomó la cabeza para ver a las mujeres y de paso encontró a su esposo.

—¿Ahora que travesura hiciste? —susurró Katsuki, mientras fingía buscar algo en la bodega.

—Hoy no hice nada —se quejó Izuku, murmurando— Esas locas quieren que me desnude para comprobar que soy virgen.

—¿Y lo eres?

Su esposo lo miró con un puchero, Izuku sabía que bromeaba, pero no era momento de esas cosas.

—Está bien, si dices que lo eres te creo —dijo encogiéndose de hombros—. Ven, te llevo a la habitación.

Katsuki levantó su capa como una invitación, Izuku se escondió ahí. La prenda era de una tela esponjosa, cubierta con lana alrededor del cuello y sobre los hombros, además los casi dos metros que Katsuki medía ayudaban a qué cierto bulto escondido debajo de su brazo no se notará en lo absoluto.

Tuvo que cargar a su esposo por la cintura y correr con él hasta la habitación cuando una de las mujeres notó los pies de Izuku debajo de la capa.

Cerró la puerta de la habitación y no hubo fuerza humana que lo hiciera abrirla.

Ambos se tumbaron en la cama suspirando, había sido un día agitado.

—Llevas una semana viviendo aquí, ¿por qué quieren comprobar que eres virgen?

—Tu madre quiere saber cuando estemos intentando… ya sabes…

—Entiendo, esa mujer es una bruja loca. Solo diles que lo estamos intentando y listo.

Katsuki se acomodó sobre la cama, puso los brazos detrás de su cabeza y cerró los ojos listo para dormir una siesta. Sintió la cama mecerse y al abrir la ojos se encontró con Izuku frente a él, mirándolo con un extraño brillo en los ojos.

—¿Y-y si de verdad lo intentamos? —dijo apenas soportando la intensa mirada de Katsuki.

Su esposo se sentó para enfrentarlo y sujetó sus manos para transmitirle seguridad.

—No tenemos que hacerlo si no quieres…

—Para eso nos casamos, Katsuki.

—Nos casamos para unir nuestros reinos, no tienes que obligarte.

—Pero quiero estar contigo, quiero ser tuyo y que seas mío… la gente aquí dice que muchos consiguen concubinas cuando no…

Se interrumpió cuando Katsuki se puso de pie bruscamente para enfrentarlo, era más alto y su presencia imponente, por eso Izuku se sintió tan pequeño.

—¿Y qué?, ¿crees que me interesa una concubina cuando te tengo a ti?

—¿Y si yo no te gusto?

—Si ese es tu miedo, entonces muéstrame, Izuku.

Katsuki volvió a sentarse, esperando pacientemente a su esposo, pero sin quitar esa mirada penetrante de él.

Con las manos temblando Izuku se deshizo de su saco y desabotonó su camisa. Su esposo detuvo sus acciones, sujetó sus manos y las apartó para ser él quien terminará el trabajo.

Katsuki apartó la tela blanca y acarició con toques suaves la piel nívea y hermosa de su amante. Justo debajo del ombligo dejó un beso casto.

—Aquí es donde llevarás a mis hijos —susurró—. Y quiero muchos, tal vez siete u ocho, si nos apresuramos quizás diez.

—¡¿Qué?!

Katsuki se puso de pie nuevamente, está vez para sujetarlo por la cintura y acercarse a sus labios.

—Tú eres el que quiere comenzar a intentarlo, yo solo cumpliré tus deseos.

—Bueno, si queremos diez niños hay que ponernos a trabajar, su alteza —dijo Izuku, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de su esposo.

—Estoy a sus órdenes, majestad —respondió Katsuki cortando la distancia para besarlo.

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—Parece que se llevan bien, pero aún no veo intenciones de Katsuki por acercarse más a su esposo y eso que le hemos dado tiempo libre últimamente —se quejó la reina de Drakkar.

—Es una lástima —se unió la reina de Yuei, quien estaba de visita—. Hace mucho tiempo que no hay niños en el castillo y se siente un poco solitario.

—Lo sé, yo solo pude tener a mi Katsuki, pero hubiera querido darle muchos hermanos…

—Si no se apresuran tendremos que tomar medidas drásticas…

La conversación de las reinas se interrumpió cuando una figura pequeña de alborotado cabello atravesó el pasillo junto a la sala donde tomaban el té. Izuku iba vestido únicamente con la capa de su esposo.

Desapareció por el pasillo, a los pocos minutos apareció de nuevo con un tarro con agua entre sus manos, fue entonces que notó a su madre y la saludó con una sonrisa brillante.

—Más te vale que esa capa no sea lo único que traes puesto, señorito —regañó la reina Inko.

—No, también tengo este collar —respondió su descarado hijo.

—¡Izuku!

Antes que la reina de Yuei reprendiera a su hijo por su irresponsabilidad, el príncipe Katsuki apareció con una sábana envuelta en la cintura, saludó a su suegra, cargó a su esposo y se lo llevó.

—¡Vamos a tener nietos! —celebró Mitsuki cuando los vió desaparecer en el pasillo.

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Jaja Inko sufriendo internamente y Mitsuki bien feliz, aún así las amo a las dos.

-D.K.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora