DADDY | Parte II

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Era una mañana cálida, el sol apenas comenzaba a mostrarse detrás de las montañas que rodeaban la granja. Aún con eso, Izuku estaba arrodillado sobre la tierra, cavando pequeños hoyos para las semillas que Chiyo sembraría en su huerto. La mujer estaba parada a su lado sosteniendo una pequeña canasta, mientras lo observaba. Desde el último incidente de Izuku con los costales de azúcar ella había decidido “adoptarlo”, lo mantenía ayudándole en la cocina, limpiando, o haciendo demás labores domésticas, mientras los otros chicos y Katsuki ayudaban a Yagi.

Y con la ayuda extra que les brindaba Katsuki todo se había vuelto más sencillo. Después de todo, era más joven y activo que Yagi y mucho más fuerte que el resto de los hombres que trabajaban en su granja.

Solo hacía falta prestar atención a la cara que ponía Izuku cada vez que lo veía pasar para darse cuenta. Chiyo sabía el pequeño secretillo de Izuku, pero es que ese chico de pecas no era muy bueno ocultándolo. No cuando cada vez que algún trabajador sin camisa lo saludaba con una sonrisa brillante él terminaba sonrojándose hasta las orejas; no cuando cada silbido de Katsuki lo hacía correr a esconderse dentro de la casa.

Mucho menos ahora, que había dejado de cavar para poner sus ojos sobre el rubio sin camisa que descargaba el camión de entregas, llevando pesados costales sobre sus hombros.

Izuku no era el único que miraba descaradamente, en algún momento Katsuki giró su vista hacia Chiyo e Izuku, regalándole al chico de pecas un guiño coqueto, solo para volver a sus labores después, mientras Izuku fingía que no estaba mirando y volvía a cavar.

—Ustedes dos si que son un caso serio —dijo Chiyo entre risas.

El chico de pecas no encontró las palabras para responder a eso, sabía que no podía engañar a Chiyo, así que cavó tan rápido como sus brazos lo permitieron, apresurado por volver a refugiarse dentro de la casa.

[...]

Ese mismo día, un poco antes de la hora de la comida Chiyo salió de improvisto, al parecer había conseguido una cita repentina con el médico del poblado, quizás él la ayudaría con sus terribles dolores de espalda.

Izuku quedó a cargo de la comida, debía cocinar curry y arroz suficiente para siete personas. Estaba trabajando en ello, moviéndose por toda la cocina en busca de sus ingredientes, manteniendo su atención en las ollas humeantes frente a él. Se mantenía alegre y tranquilo, tarareando una canción que Ochako le mostró.

Detrás de él escuchó pasos, luego las patas de madera de una silla arrastrándose por el suelo, al girar un poco para investigar se encontró con Katsuki desplomado sobre la silla, con la cabeza en alto mirando al techo. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender se puso nervioso, echó los hombros para atrás y acomodó el mandil de flores que Chiyo le hizo usar, luego pretendió que estaba calmado, que todo estaba bien, que la presencia de ese molesto hombre rubio no le importaba en lo absoluto.

Al volver a concentrarse en lo que cocinaba se dió cuenta que el frasco donde se guardaba la sal estaba vacío, sabía que podía encontrar más en un pequeño costal guardado en el mueble de madera que estaba en lo alto de la cocina. Por supuesto no pudo alcanzarlo ni al pararse sobre las puntas de sus pies, entonces intentó subir con ayuda de un escalón de madera que usaba Chiyo, lo arrastró por el suelo e intentó de nuevo. Cuando se dió cuenta, Katsuki ya estaba detrás de él, estirándose para abrir el mueble, tomar el costal y ponerlo entre sus manos. Tardó una milésima de segundo en notar la mano que rodeaba su cintura. Ni siquiera intentó apartarla o protestar, a pesar del escalofrío que recorrió cada fibra de su cuerpo, no lo admitiría en voz alta, pero aquello le gustó.

—¿Necesitas algo más de aquí arriba? —preguntó Katsuki con simpleza.

—N-no, gracias —respondió, tratando de que no se le atoraran las palabras.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora