Por un latte | parte III

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Habían pasado solo dos días, dos insufribles días de vuelta a la “normalidad”, dos días en los que la oficina se llenó de feromonas agrias y estresantes. Dos días sin las risas de Mahoro, sin las sonrisas de Izuku. Dos días infernales.

Estaban tan acostumbrados a no poner música alta para no molestar a Mahoro que fue instintivo no ponerla ese día. Lo único que hacía ruido era la copiadora y los tecleos incesantes.

Toga estaba insistiendo con una sola tecla, que había tomado un ritmo lento y desesperante, el constante “click” estaba a punto de enloquecer a Kirishima, quien estaba en el escritorio contiguo.

—¡Ya no lo soporto! —gritó por fin— ¡¿Cuándo volverá nuestra niña?!

—¡Por milésima vez, volverán el lunes, ahora cállate! —gritó Jiro desde su escritorio.

—La extraño —se lamentó el alfa.

—¡Yo también! —chilló Toga.

Y a ellos se unieron el resto de alfas y betas.

—¡Cierren la maldita boca y pónganse a trabajar! —gritó Bakugo desde su oficina, causando que los cristales retumbaran por su voz alfa.

Nadie protestó más, todos guardaron silencio y fingieron volver a lo suyo, pues nadie quería siquiera estar en la mira del jefe. Los últimos días se había vuelto más aterrador que de costumbre, una palabra equivocada y podrían terminar trabajando horas extra o despedidos como Mineta.

Desde su oficina Bakugo estaba pasando por su propio infierno. Ya no podía buscar a Izuku para despejarse a ratos, por una semana no tendría su voz melodiosa, ni su dulce aroma. Por una semana no podría abrazar a Mahoro para encontrar calma.

Suspiró cansado, liberando inconscientemente sus feromonas cargadas de angustia y tristeza, sabía que esa sería una semana horrible.

Pero había algo más, un sentimiento extraño que se alojó en su pecho desde el lunes por la mañana. Estaba preocupado, había llamado a Izuku un par de veces para saber cómo estaba, pero nadie respondió sus llamadas, obviamente ese omega necio estaría demasiado cansado. ¿Pero qué pasaría si sucediera algo? Izuku estaba solo, en celo y con un cachorro a su cuidado, había muchas cosas que podían salir mal y si sucedía Izuku no tendría nadie que lo ayudará, eso lo aterró, tenía que ir a buscarlo, tenía que hacer algo…

—Amigo… —murmuró Kirishima desde la entrada—, deberías calmarte un poco… Sé que estás estresado, pero no necesitas gruñir ni sacar los colmillos.

Se dió cuenta con las palabras del otro alfa, su oficina apestaba a angustia, estaba gruñendo bajo, adoptando una posición de ataque. Sus compañeros lo miraban aterrados pegados a la esquina contraria de la habitación.

—Solo… necesito saber si está bien… —murmuró para sí mismo.

Fue una orden que su alfa interno aceptó. Se puso de pie y tomó sus cosas.

—Envía todo a mi correo, trabajaré desde casa. Solo iré a asegurarme que esté bien…

—¡Entendido jefe! —gritó Kirishima antes que Bakugo tomara el ascensor.

No pensó qué haría al llegar, solamente encendió el auto y recorrió las calles con premura, deseando que su mal presentimiento fuera solo un miedo infundado.

Por desgracia, ese sexto sentido que lo llevó a su puesto en la empresa no falló en esa ocasión. Apenas llegó y se acercó un poco a la casa el llanto de Mahoro puso sus nervios a flor de piel. Decidió llamar al timbre esperando que Izuku abriera la puerta, solo necesitaba verlo, si podía ver su rostro y escuchar su voz podía irse tranquilo a casa.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora