Impuro

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ADVERTENCIA
Contenido explícito, lenguaje vulgar, dekussy, mención de la religión como elemento de drama, si no te gusta no leas.

Por accidente vió una de esas revistas prohibidas con sus compañeros de clase. Los demás habían dicho que vieron a un alfa arrojar ese libro sobre los muros de su instituto, y cada omega vió en secreto al menos una página.

Había hombres y mujeres omega cada vez con menos ropa en posiciones indescriptibles y en brazos de uno o más alfas. Él recordaba una imagen en particular, un omega posando frente a la cámara con las enormes manos de un alfa estrujando sus pechos sin pudor. Esa imagen había estado en su cabeza por días hasta que una noche se coló en sus sueños.

Se soñó a sí mismo en esa vergonzosa situación, con un alfa desconocido jugando descaradamente con sus pechos, amasándolos con violencia y en contra de su voluntad. Acariciándolo descaradamente y besándolo para provocarlo mientras él se retorcía intentando escapar.

Despertó nervioso por su sueño impuro, se sentía tan sucio, pero lo que lo aterró hasta la médula fue esa extraña sensación entre sus piernas y el calor en su pecho, producto de sus tontos instintos omega.

No era su culpa, nunca pidió nacer con ese cuerpo tan obsceno y sucio a los ojos de Dios, no pidió nacer con el pecado de Eva, y temía que tal como decía su madre y las mujeres de la iglesia su cuerpo fuera una tentación para los alfas de bien, lo odiaba tanto.

Salió de la cama apresurado y fue a hincarse en el suelo con el rosario que ponía cada noche debajo de la almohada entre sus manos.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo…

Su madre entró a su habitación luego de tocar un par de veces, lo encontró hincado, rezando.

—¿Qué haces tan temprano?, guarda tus oraciones para la santa misa, Izuku.

Ella ya iba vestida para la ocasión, cubierta de los pies a la cabeza, solo dejando expuesto su rostro.

—S-solo necesito un momento mamá… —respondió aún hincado.

—Date prisa, no queremos llegar tarde hoy…

Ella salió dejándolo solo, era bueno que su pequeño fuera tan devoto de Dios, por eso ella tenía que apoyarlo dándole espacio para rezar con calma.

Él permaneció en esa misma posición, rezó diez padres nuestros y diez Ave María. Cuando las piernas le dolieron, producto del tiempo que pasó hincado, fue tiempo de levantarse. Corrió al baño para darse una ducha y prepararse para la gran ocasión, por nada del mundo llegaría tarde a la misa, mucho menos a la primera dónde lo dejarían participar; aunque fuera esparciendo el agua bendita a los feligreses, pues al ser un omega no tenía permitido hacer los rezos.

Cuando terminó de vestirse se miró al espejo para acomodar su cabello, fue entonces que estudió su anatomía con detalle. Era un omega varón demasiado afectado por las hormonas y la carga genética. Sus facciones eran delicadas y hermosas, su figura esbelta de curvas pronunciadas, y lo que más resaltaba de él y por ello lo que odiaba más, eran sus enormes pechos; comenzaron a crecer antes de la llegada de su primera menstruación y de ahí no pararon, a sus diecisiete años tenía los pechos más grandes que su madre, quien ya había amamantado a un cachorro. Eso lo avergonzaba tanto, a pesar del suéter de talla extra que llevaba esas dos cosas molestas sobre su torso seguían destacando demasiado, por ello decidió cubrirse con algo más, solo entonces tomó valor para salir de su habitación.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora