La joya del Rey

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Volvió a su oficina luego de hacerse cargo de algunos asuntos. Se quitó los guantes de cuero negro manchados de sangre y los arrojó a la pila de ropa sucia, enseguida llamó a la servidumbre para que se deshiciera de las evidencias y de paso consiguieran un nuevo par de guantes.

Quiso volver a los papeles que estaba revisando, el trato que le ofrecía el gobernador del estado para que ayudara a su manera con las elecciones, sabía que el tipo era un maldito cobarde, y pretendía usar eso para conseguir más territorios donde distribuir su mercancía.

Las puertas de la habitación se abrieron y por ellas entró Eijiro, como siempre sin pedir permiso.

Llegó hasta su escritorio y dejó sobre él un enorme maletín de cuero negro, que ocupaba completamente el espacio.

Katsuki lo miró exigiendo saber qué demonios hacía su subordinado.

—Lo trajo uno de los esbirros del gobernador, dijo que era una ofrenda de paz —habló Eijiro levantando los hombros.

Katsuki suspiró.

—¿Y qué es?

—Dijo que solo el jefe podía abrirlo.

—¿Y qué si es una maldita bomba o algo parecido, imbécil?

—No lo creo…, huele a omega…

El jefe se detuvo un momento a olfatear, Eijiro tenía razón, olía a omega y a algo más, algo familiar a lo que no pudo ponerle nombre, aún así tuvo que sobarse el puente de la nariz por lo mucho que le irritaba la actitud de Kirishima.

—Lárgate —ordenó y de inmediato su orden se vió cumplida.

Cuando las puertas estuvieron cerradas de nuevo soltó un largo suspiro, luego tomó una bocanada de aire, ese aroma tan delicioso calmó su mal humor y encendió un poco sus ánimos de tomar a un buen omega esa noche.

Pero tenía que concentrarse ahora y terminar con ese maldito asunto del gobernador, solo tenía que ver qué era lo que había enviado ese viejo despreciable; sospechaba que quizás serían fotografías y prendas íntimas del hijo adoptivo de Hisashi Midoriya, el máximo comandante del ejército.

Había visto al chiquillo en revistas, era jodidamente ardiente, y el hecho de que fuese un omega masculino, de esos que tienen muchos estrógenos encima, lo ponía en la mira de todo el mundo. Un omega como ese sería una excelente prostituta, no una primera dama como se decía en los medios internacionales.

Joder, daría lo que fuera por tener a esa zorrita de rodillas frente a él, atragantándose con su nudo y manchando el suelo con los litros de leche que seguro produciría. La imagen mental puso un poco apretados sus pantalones.

—Suficiente, terminemos con esta mierda —dijo para levantarse enseguida.

El maletín venía con una nota sobre la cerradura donde se leía:

Estimado Katsuki, te saluda tu amigo el gobernador. Espero que este regalo te haga considerar prestarme tu ayuda en las próximas elecciones, disfrútalo.

-Enji Todoroki


Katsuki rodó los ojos, arrugó el trozo de papel y lo arrojó lejos.

Abrió las cerraduras con prisa, la curiosidad lo estaba matando, ansiaba ver esas jugosas fotografías, pero lo que encontró fue infinitamente mejor.

Fue recibido con una bella mirada de jade completamente aterrada.

Izuku, como recordaba que se llamaba el chiquillo, estaba vestido a la perfección, aquello era lo que siempre debió usar y no esas asquerosas faldas de lápiz con que solía ir a las ruedas de prensa.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora