Secretaria omega

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Sin importar cuán repugnante fuera para él así se habían vuelto las cosas. Una sociedad dividida en alfas, betas y omegas, donde los instintos eran prioridad para mantener el orden. Desde la escuela media, la etapa donde se presentaban las castas, las mujeres beta y los omega eran obligados a llevar controles de natalidad, con el único propósito de que los alfas y el resto de betas pudieran saciar sus instintos en cualquier momento, cualquier lugar y con cualquier omega o beta mayor de dieciocho años, sin marca, que estuviera disponible.

Fue jodidamente desagradable, hasta que esa molesta masita de rizos verdes y tiernas pecas llegó a su oficina a ocupar el puesto de su secretaria.

Se había enterado del estúpido plan de su esposa y del reso de imbéciles de la oficina, querían que él se volviera una escoria igual que ellos dejandose llevar por sus instintos con ese recién graduado. Se había enterado de las entrevistas que su esposa hizo para encontrar un omega adecuado para el trabajo, tenía que admitir que se lució al escoger a Midoriya, pero eso no significaba que caería tan fácil en su mierda.

Al menos eso creyó la primera semana. Todo se fue al carajo conforme más de las feromonas con toques de jazmín de ese omega se impregnaban en la oficina. Les había prohibido a esos imbéciles coger sobre los escritorios, por eso todo el mundo se encerraba con Izuku en el baño y se encargaba ahí de sus asuntos. Tres días después de que usaran al omega como su muñeca sexual sus feromonas comenzaron a colarse a la oficina, llenando todo el lugar con el olor de excitación de un omega insaciable.

Todo llegó a un punto sin retorno cuando el imbécil de Toya desgarró las medias de Izuku regalándole a todos la imagen lasciva de un omega con las perfectas piernas temblorosas medio desnudas, luciendo como una prostituta mientras se paseaba de escritorio en escritorio entregando copias.

Tomura llevó a Izuku al baño, los demás se quedaron quietos en su sitio, apagaron los ventiladores y silenciaron la música para concentrarse. En solo unos minutos los gemidos obscenos del omega atravesaron los muros mandando un escalofrío al cuerpo de cada alfa y beta que mandó al diablo su trabajo aquel día. Algunos se desabotonaron el traje para respirar mejor, otros decidieron ir a bajar su “problema” en los baños de otra planta.

Un último grito agudo estalló en el baño, luego de eso Tomura salió como si nada, medio acomodando sus pantalones y con una sonrisa estúpida en el rostro.

Las miradas permanecieron fijas en la puerta del baño, por donde un cuerpecito tembloroso salió dando pasos cortos. Izuku luchaba por abotonar su camisa y bajar su falda de lápiz, mientras intentaba calmar su agitada respiración. Cuando llegó al sitio por donde sus copias habían sido desperdigadas Shoto ya se había puesto de pie para ser el próximo en tomar su turno.

Antes que el alfa de cabello bicolor pusiera sus manos sobre Izuku, el jefe, Katsuki Bakugo, tomó al omega y lo puso de cara al escritorio.

Se olvidó de sus trabajadores inútiles mientras hundía sus manos en ese trasero suave y regordete escondido debajo de esa falda ajustada. Descaradamente levantó la falda de Izuku, arrancándole un grito de sorpresa por dejar su trasero al descubierto de esa forma.

El alfa se relamió los labios ante la preciosa vista de unas bragas negras medio expuestas por las medias rasgadas.

—¿Los bastardos se pusieron condón, Deku? —habló en alto, anunciando a todos lo que iba a suceder.

—S-sí, señor —tartamudeó el omega.

—Bien, no pienso meter mi verga en un coño sucio.

El sonido del cinturón y una agitada respiración eran lo único que hacía ruido dentro de esa habitación que apestaba a feromonas.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora