Por un latte

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Aún ni siquiera era mediodía y ya sentía su cabeza a punto de estallar. Recién había terminado una junta con los altos mandos, por fin fue libre después de tres horas de argumentos más imbéciles que quien hablaba, de gráficas, números y demás.

Como la mayoría de sus colegas, en cuanto la junta terminó cruzó la calle para conseguir un café que no fuera insípido como el que servían en el comedor de la agencia.

Creyó que eso lo aliviaría, por desgracia se dió cuenta que ese no era su día, pues mientras esperaba en la barra por su orden el incesante lloriqueo de un bebé estalló en el local.

Solo pudo sobarse las sienes intentando ignorar a la pequeña molestia.

—¡Zorra, calla a esa maldita cosa! —se quejó un hombre de voz conocida en algún lugar del local abarrotado.

—¡Púdrete imbécil! —respondió una voz más fina, claramente molesta, por el tono quizás se trataba de la madre omega del cachorro que lloraba.

—¡Si no puedes calmar a un mocoso no debiste abrir las putas piernas! —gritó el idiota desconocido.

Primero se escuchó una queja, luego un suspiro de la multitud, lo siguiente que Katsuki vió fue a un omega un poco más bajo que el promedio, llevaba el cabello corto de rizos verdes, cargaba a un cachorro con una mano, pues con la otra había arrojado una jarra con agua a la cara de un oficinista.

—¡Vete al diablo, idiota! —gritó el omega— ¡Está enferma, obviamente va a llorar, intolerante imbécil!

—Zorra —masculló el sujeto, al que ahora Katsuki por fin pudo reconocer, era uno de sus subordinados, su nombre según recordaba era Inasa.

Inasa se sacudió el agua y avanzó hasta el omega con una mueca de furia que delataba sus intenciones. Katsuki no supo cómo fue que llegó tan rápido hasta él. Sujetó su hombro, en cuanto Inasa vió a su jefe su rostro de furia se volvió uno de miedo.

—Ya diste suficiente espectáculo, vuelve al trabajo —ordenó, sin molestarse en contener su tono agrio por el que tantas veces Kirishima le decía que se volvía aterrador.

—S-sí señor —tartamudeó Inasa, para luego huir como el cobarde que era.

Con el estorbo fuera de su vista devolvió su atención a ese omega que por algún motivo desconocido llamó su atención.

—¿Estás bien? —preguntó lo más amable que pudo.

—Lo estoy, gracias por la ayuda —respondió el omega con un suspiro.

Aquello lo hizo entender que no era el único que estaba teniendo un mal día.

No puso atención en el tiempo de más que miró al omega, quien luchaba por arrullar a su cachorro.

—Disculpe, aquí está la leche de la pequeña —llamó una de las trabajadoras de la cafetería.

—Ah, muchas gracias de verdad.

El omega volvió a su sitio en la barra, tomó el biberón y luego de asegurarse que la temperatura era la correcta, se lo dió a su hija. Y algo en aquella escena removió algo en el corazón agrio del alfa de oficina.

—Disculpe que sea atrevido, pero ¿si está enferma por qué no se quedó en casa con ella?

El omega lo miró con recelo, pero quizás como forma de agradecer por la ayuda respondió con cortesía:

—Si me quedo en casa no voy a encontrar trabajo.

—¿Y su alfa?

El omega tembló en su sitio ante la pregunta y bajó la mirada.

—Perdone, eso es algo muy personal…

—Entiendo… Discúlpeme. —Katsuki sacó su billetera y puso unos cuantos yenes en la barra—. Pagaré por la leche, por mi latte y por lo que él quiera pedir, quédense con el cambio.

—¡¿Qué?!, espere yo puedo pagarlo —tartamudeó el omega.

—Tómelo como una disculpa por el trato de mi empleado y también como un agradecimiento, no tiene idea de cuantas veces yo mismo he querido arrojarle algo a la cara.

Por fin una sonrisa iluminó el rostro del omega, junto con un sonrojo que alejó su malhumor y su dolor de cabeza.

—Muchas gracias señor…

—Bakugo —completó el alfa.

Ambos agradecieron con una reverencia y cada uno siguió en sus asuntos; uno atendiendo a su pequeña, el otro volviendo al trabajo con el corazón tranquilo y sintiéndose agradecido por haber visitado ese café.

Más tarde aquel día, cuando comenzarán las entrevistas para el puesto de secretaria/o personal de Katsuki Bakugo, el alfa enmendaría su error de no preguntar por el nombre de ese omega que lo cautivó. Pues Izuku Midoriya, quien se presentó a la entrevista con su pequeña entre sus brazos, se quedó con el puesto por sus aptitudes, quizás un poco porque el jefe quería seguir ayudándolo y posiblemente por algo más, algo que los atrapó a ambos y de lo no podrían escapar.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora