Bajo contrato

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Los grandes ventanales estaban abiertos, la brisa fresca que llevaba el aroma del mar inundó su habitación. Él abrió los ojos repentinamente, arrancado de un sueño placentero por el fastidioso ritmo de una llamada entrante en su teléfono.

Se incorporó de mala gana y respondió al tercer tono.

—Más te vale que sea de vida o muerte —murmuró con la voz ronca.

—Los socios adelantaron la junta para hoy a las dos de la tarde, señor —dijo el hombre del otro lado de la línea.

Él resopló.

—Entiendo, estaré puntual, gracias.

Cuando colgó volvió a dejar el teléfono en la mesa de noche, y suspiró, de verdad ansiaba la llegada de sus merecidas vacaciones. Miró por un momento al lado derecho de su cama y sonrió por la oleada de realidad que lo invadió.

Hacía menos de dos meses que se había casado con el amor de su vida, su nombre era Izuku  Midoriya, su exsecretario, un joven de finas y adorables facciones, rebeldes rizos de jade y la risa de un ángel.

Su ahora esposo seguía dormido en la posición en que lo dejó por la noche, de cara a la almohada y completamente desnudo. Los rayos de sol matutinos que se colaban por las ventanas bañaban su espalda haciéndola brillar, como si Izuku estuviera hecho de oro.

Quiso volver a recostarse y envolverlo en un abrazo, quedarse de esa forma por el resto del día; pero el recuerdo de la fastidiosa reunión lo arrancó de esa fantasía.

Ni rápido ni perezoso salió de la cama, tenía que alistarse.

[...]

Al salir de la ducha, ya vestido con un traje negro hecho a la medida, vió que Izuku había cambiado de posición, ahora su rostro apuntaba al techo, por ello tenía la boca abierta y de las comisuras de sus labios escurrían hilos de saliva. La imagen casi lo hace soltar una carcajada.

Terminó de atar su corbata, tomó su teléfono y rodeó la cama para estar más cerca de Izuku.

—Te amo —arrulló en su oído. Dejó un beso gentil en sus labios, otro más en su frente y entonces se dispuso a irse.

Antes de tocar la perilla de la puerta se detuvo, había notado que algo faltaba. Extrajo de su saco una pequeña caja forrada con terciopelo negro, en ella había dos ranuras para un par de anillos, solo una estaba ocupada por un sencillo anillo de compromiso hecho de plata. Se quitó su anillo de matrimonio, el de 24 kilates y lo cambió por el que había en la caja. Entonces todo estuvo listo.

[...]

Izuku despertó por el delicioso aroma del café, seguramente el desayuno estaba listo. Luego de desperezarse se levantó, deseando que su esposo apareciera por la puerta de la habitación con una bandeja repleta del desayuno de ambos, pero no fue así.

Se apareció en la cocina apenas vestido con un delgado camisón. El desayuno estaba servido, pero Kacchan no se hallaba por ningún lado.

—Buenos días, joven —saludó la mujer que los ayudaba de vez en cuando con la limpieza, cuando apareció en la cocina.

—B-buenos días —devolvió el saludo, cerrando tanto como pudo su camisón—, ¿sabe a dónde fue Kacchan?

—Cuando me llamó dijo que tenía una junta de emergencia, no quiso despertarlo, por eso me pidió que le hiciera el desayuno.

Ella había cortado la distancia para despegar una de las sillas y con ello invitar a Izuku a sentarse. Él obedeció, sabía que cada vez que Kacchan llamaba a esa mujer era porque tardaría en volver, eso lo desanimó, otra vez tendrían que posponer su cita.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora