A su servicio, mi señor

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Aquel día, luego de bajar de la limusina corrió escaleras arriba de la mansión buscando a una persona especial. Llevaba la mochila en una mano y la flor de papel que hizo en clase en la otra. Apenas tenía cinco años, un pequeño sin casta que antes de siquiera saludar a su madre corrió a la segunda planta, era lunes, lo que significaba que Deku estaría limpiando las esculturas del estudio de su padre.

Al abrir la amplia puerta encontró al chico omega que buscaba, estaba barriendo el polvo que se acumuló por el tiempo que esa habitación llevaba cerrada. Deku traía puesto el acostumbrado uniforme de sirvienta, la larga falda de color negro con holanes y un delantal blanco, su cabello ondulado que mantenía quieto con una diadema de holanes.

Katsuki corrió hasta él, tirando de su falda para llamar su atención. Deku borró la mueca de melancolía que inundaba su rostro, al ver a su pequeño amo sonrió ampliamente.

—Bienvenido, Kacchan —saludó Deku—, ¿cómo estuvo la escuela?

—¡Fui el primero en terminar todas las tareas!, ningún extra puede alcanzarme —dijo con autosuficiencia, inflando el pecho con orgullo.

—Kacchan siempre es tan genial —festejó Izuku, poniéndose de rodillas para estrechar al pequeño entre sus brazos. Usualmente Katsuki renegaba y luchaba por separarse, pero últimamente aquellos efímeros momentos en que Deku le mostraba su afecto de esa forma estaban comenzando a desagradarle menos, incluso los buscaba por su propia voluntad.

—Hice esto para ti —dijo al separarse, mostrandole a su sirviente una bella flor de papel de color rojo brillante.

—Kacchan… —suspiró Deku, recibiendo el regalo sin salir de su asombro—. Es muy bonita... gracias.

De nuevo se inclinó, esta vez para dejar un beso suave en la mejilla del pequeño amo, un beso que Katsuki recibió con gusto, aún con sus mejillas sonrojadas.

—¡Katsuki Bakugo!

El grito de la matriarca alfa de la casa hizo que Deku diera un salto en su sitio para levantarse de inmediato, justo a tiempo para recibir a la mujer en la puerta de la habitación. Como era costumbre, Deku bajó la cabeza y esperó instrucciones o que la mujer se marchara.

—¿Qué haces aquí, niño?, tu lección de piano está a unos minutos de comenzar —regañó la mujer alfa.

—Solo vine a saludar —respondió Katsuki

Mitsuki desvió la mirada de su hijo a ese omega fastidioso que sostenía una flor de papel.

—¿Acaso no tienes otras cosas por limpiar?, ¿por qué estás perdiendo el tiempo con juegos de niños, Deku? —habló Mitsuki, poniendo un énfasis de fastidio en ese apodo que ella le puso al joven sirviente.

—Sí señora, perdóneme.

Deku tomó sus instrumentos de limpieza y salió de la habitación sin decir más, sabía que las órdenes de Mitsuki eran de mayor prioridad a las de Kacchan por mucho que doliera. Y no quería ser despedido, no solo porque encontrar otro trabajo sería difícil, sino por saber que de irse, Kacchan se quedaría completamente solo en su jaula de oro.

—Y tú niño, escucha bien, ese omega no es más que un sirviente, no puedes andar por ahí buscándolo, mucho menos cuando los invitados están aquí para escucharte tocar el piano —regañó la mujer alfa.

—Deku es mi amigo —renegó el niño, desafiando a su madre con la mirada.

—¿Amigo de un sirviente?, que ridículo —se burló—. Baja de una vez, no me hagas perder la paciencia.

Obedeció refunfuñando, no tenía mucho que hacer contra las órdenes de su madre, esa mujer de familia noble que veía a los demás como seres inferiores. Cuando terminara las estúpidas lecciones de piano iría a buscar a Deku en secreto pues tenía tantas cosas que contarle.

[...]

Diez años después

La casa de la familia Bakugo estaba hecha un lío, la servidumbre corría en buscar de perfeccionar cualquier posible falla, arreglar cada pequeño detalle, pues ese día tenía que ser perfecto.

La matriarca de la casa había reunido a las mujeres omega de las familias más prestigiosas, pues de entre ellas su único heredero alfa debía escoger una esposa para mantener el linaje de la familia. Ya era tiempo de que su necio primogénito tomara su lugar en los negocios de su familia, a sus quince años tenía que comenzar a forjar su propio camino. Una vez que estuviera casado lo enviaría lejos con su mujer, de esa forma lo mantendría alejado de las estúpidas ideas que se formó en compañía del mocoso omega que trabajaba para ella.

Las candidatas estaban reunidas en el salón principal, esperando pacientemente con una sonrisa en el rostro, al hombre que podría ser su esposo. Media hora después de comenzada la reunión el afa no apareció, el caos de la casa aumentó, tenían que encontrar al joven Bakugo.

Fue Mitsuki quien se aventuró a buscar a su hijo en la habitación de ese niño omega, fue ella quien vió la terrible desgracia.

Ese mocoso oportunista, Deku, el niño que accedió a cuidar cuando su madre murió a su servicio, era una perra más grande de lo que ella creyó. El omega estaba tumbado sobre la mesa donde estudiaba por las noches, con el uniforme desacomodado y la mirada perdida; con su único hijo, su Katsuki, metido entre sus piernas, con sus malditos colmillos sobre el cuello de Dek. Lo había marcado cuando estaba en celo, se habían unido, tendrían que casarse.

Estaba furiosa, se aventuró a dar un paso al frente para sacar a su hijo a rastras si hacía falta, pero esos mocosos se lo impidieron. Katsuki, su propio hijo, la miró con odio, enseñándole los colmillos afilados aún enterrados en el cuello de su omega, y esa maldita zorra de la servidumbre le gruñó advirtiéndole que se alejara de su alfa.

Mitsuki retrocedió por instinto, volviendo en sí cuando cerró la puerta. De ninguna forma dejaría que un omega de sangre sucia formará parte de su familia, de una u otra forma se desharía de él, sin importar el costo.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora