Acalorados

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Su estrés estaba subiendo a niveles incontenibles, el dolor en sus pies por recorrer todo el hospital estaba alcanzando su punto álgido casi haciéndolo llorar tras cada paso. Aún con todo su cansancio se apresuró a tomar el elevador hasta la última planta, donde debía conseguir un par de certificados de nacimiento para los dos pequeños que acababan de nacer.

Apenas entrar se dió cuenta que esa no era su noche, al fondo del elevador estaba ese idiota fastidioso, Katsuki Bakugo, residente de neurocirugía; estaba recargado contra las paredes metálicas dirigiéndole una sonrisa petulante y una mirada lujuriosa de sus ojos escarlata.

—Buenas noches, doctor Midoriya —saludó el rubio con una sonrisa ladina.

Él respondió el saludo por cortesía, luego entró al elevador asegurándose de darle la espalda a Katsuki, esa noche no tenía ganas de lidiar con su arrogancia ni sus bromas.

El silencio se hizo por unos cortos instantes, Izuku estaba intentando no dormirse mientras rogaba porque Katsuki no volviera a abrir la boca. En el tercer piso el elevador se detuvo para recibir a una gran multitud, algo inesperado por la hora que era, subieron algunas personas de la limpieza, secretarias y demás, todos conversando tan felizmente que por un momento Izuku sintió su sueño despejarse.

Estuvo plenamente despierto cuando la multitud lo empujó al fondo del elevador, a unos escasos centímetros de Katsuki, tan cerca que podía sentir el calor que emanaba, y oler el seductor aroma de su perfume, casi podía sentir las manos del rubio sobre sus caderas. Eso encendió una chispa de deseo y curiosidad.

Sabía de la mala fama de hombres como Katsuki, unos mujeriegos sin remedio, y para su mala suerte recientemente las atenciones de ese molesto hombre estaban sobre él, acechándolo entre los pasillos, buscándolo de forma desesperada para darle un cumplido que nadie pidió y susurrarle halagos cuando llegaron a caminar por el mismo pasillo.

Más personas subieron en el cuarto piso, eso los obligó a cortar la distancia. Izuku terminó arrinconado contra Katsuki, sintiendo “algo extraño” apretarse contra su trasero. Katsuki masculló una disculpa y una maldición al tiempo que giraba el rostro completamente avergonzado, pues su cuerpo tenía otras formas de dejar salir su estrés.

Izuku solo pudo asentir mientras agachaba la mirada, no se decidía entre querer girarse y besar a ese idiota rubio o bajar en el siguiente piso y subir a la última planta por las escaleras a pesar del dolor en sus pies.

Su cuerpo, su estrés, y su curiosidad terminaron guiando sus acciones. Izuku restregó sin pudor su trasero contra Katsuki, conteniendo los gemidos placenteros que luchaban por escapar de su garganta por el contacto y toda la situación.

Sin darle oportunidad a Katsuki para huir, Izuku tomó sus manos y las guió hasta sus caderas. Por suerte el resto de ocupantes del elevador estaban demasiado adormilados como para notarlos.

En la última planta todos bajaron del ascensor, luego las puertas se cerraron con un chasquido metálico.

En un instante Katsuki atravesó el pequeño espacio para presionar el botón que detenía el ascensor por unos minutos en ese piso. Arrastró a Izuku con él y lo acorraló de cara al frío metal, con su aliento empañando el espacio.

—Comenzaba a pensar que me odiabas… —susurró Katsuki a escasos centímetros de su oído.

Mientras hablaba cosas sin sentido el rubio metió sus manos por debajo del uniforme quirúrgico de Izuku, llenando su abdomen con caricias que le provocaron escalofríos.

—¿Decidiste ser pediatra por qué te gusta mucho hacer bebés, eh Deku?

—Ya cierra la boca —se quejó Izuku entre jadeos.

Giró para encarar a Katsuki y decidió que necesitaba relajarse un poco, por ello se lanzó a envolver su cuello en un abrazo y devorar sus labios con un hambre insaciable. Las manos contrarias amasaron con fuerza y brutalidad su trasero, eso le arrancó un gemido desesperado.

Izuku terminó entre los brazos de Katsuki, envolviendo sus piernas y brazos a su alrededor, fascinándose con la fuerza del rubio, quien no parecía tener problemas con cargarlo mientras lo llenaba de besos.

Mientras sentía los labios de Katsuki succionando su cuello también se quedó sin voz al sentir las embestidas sobre la ropa, si ese rubio idiota se sentía tan bien solo con unos cuantos besos y frotarse entre sí, ¿cómo sería al sentirse plenamente?

El ritmo que marcaba Katsuki se volvió brutal, embestía rápido y con fuerza al punto de hacer rebotar a Izuku. Tuvo que cubrir la boca de ese hombre de tiernas pecas para evitar que los descubrieran y los expulsaran a ambos.

Izuku se aferró con fuerza al uniforme de Katsuki al tiempo que el rubio se sacudía en espasmos placenteros.

Llegaron al clímax en esa posición, abrazados, sintiendo que podían derretirse.

El teléfono de Katsuki le notificó de una llamada entrante, muy a su pesar tuvo que responder, aún manteniendo a Izuku entre sus brazos.

—Más te vale que sea importante idiota —dijo Katsuki contra el teléfono.

Puso una cara de fastidio cuando la persona del otro lado de la línea comenzó a gritarle, Katsuki rodó los ojos mientras respondía monótonos “sí”.

Izuku estaba limpiando las comisuras de sus labios mientras intentaba bajar, sin embargo fue detenido por una mirada severa puesta sobre él.

—Ya entendí, voy enseguida… —dijo al teléfono.

En cuanto colgó vagó por su teléfono para terminar ofreciéndoselo a Izuku. Le pedía sin palabras que registrara su contacto, pero Izuku solo lo miró confundido.

—No creas que te voy a dejar escapar ahora —gruñó Katsuki contra el rostro de Izuku.

—¿Crees que te daré mi número solo por unos besos?

—Oh Deku… Yo sé que te fascino y créeme, puedo hacerte tocar las estrellas.

—No sé si deba confiar en un cirujano… —dijo jadeando, pues Katsuki había vuelto a su labor de dejar besos deliciosos en su cuello.

—No tienes que confiar en mí, solo déjate llevar. Solo tú, yo y una noche en mi cama.

Tenía que admitirlo, esa posibilidad se le antojó deliciosa.

Al final terminó recibiendo el teléfono de Katsuki, registró su número y solo así consiguió su libertad.

Se besaron de la misma forma obscena antes de volver a activar el ascensor, en cuanto las puertas se abrieron y Katsuki se aseguró que ahí no había nadie hizo a Izuku avanzar dándole una sonora nalgada que rebotó en las paredes del lugar.

—Te veo luego pecas —se despidió Katsuki antes que las puertas del elevador se cerraran.

Izuku despertó del estado de shock, mirando las puertas metálicas pareció volver en sí.

—¡Idiota! —gritó antes de darse la vuelta y seguir de largo por el pasillo.

El doctor Izuku Midoriya había encontrado una forma de liberar un poco de tensión en sus largas noches de guardias en el hospital.


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A veces se me olvida poner los nuevos escritos aquí jeje perdón

Intentaré subir algo nuevo el fin de semana, nos leemos pronto.

-D.K.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora