¿Pareja perfecta?

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Como cada día a esa hora el bullicio de los estudiantes llenaba cada rincón de la cafetería. Todas las mesas estaban ocupadas y cada estudiante estaba demasiado preocupado en sus propios asuntos, algunos hablaban de su gran baile de invierno, otros de los exámenes finales, un par más de los partidos amistosos que tendrían los equipos deportivos.

La multitud comenzó a callarse conforme cierto chico de cabello rubio cenizo y fiera mirada escarlata avanzaba entre las mesas. Las miradas estuvieron sobre él, unas alegres, otras soñadoras, unas pocas envidiosas.

Katsuki, el chico rubio, llevaba escondido detrás de su espalda el ramo de flores más grande que cualquiera pudiera conseguir, iba acompañado de sus dos mejores amigos, Kirishima y Kaminari quienes lo ayudaban a esconder las flores.

La cafetería quedó en silencio cuando Katsuki llegó a la mesa donde comían su novio y sus amigas, cubrió los ojos de Izuku con una mano y despacio lo guió a echarse hacia atrás.

—Kacchan, ya sé que eres tú.

—Me descubriste…

Katsuki retiró la mano que cubría los ojos de su novio, al tiempo que ponía frente a él las flores. Izuku gritó emocionado atrayendo más atenciones a ellos, antes de tomar el ramo giró y se lanzó a los brazos de su novio. Toda la escuela se unió en suspiros cuando los chicos se besaron.

Izuku Midoriya y Katsuki Bakugo eran la pareja más bella y melosa que jamás hubiera existido, solían darse regalos sin motivo alguno, se paseaban por la escuela entre besos lo suficientemente correctos para que no los expulsaran por indecentes, a veces iban a juego con lo que vestían. Era difícil no envidiar lo que ellos tenían.

Con los chicos protagonizando una escena sacada de alguna mala película romántica más de uno murmuró desde su envidia, en especial cierta chica de largo cabello castaño.
Su nombre era Camie, ese día dejó a medias su almuerzo por las náuseas que le provocó aquella escena. La sola existencia de Izuku la fastidiaba, un chico de actitud aniñada y completo nerd que se había ganado el corazón de alguien como Bakugo. Pero eso cambiaría y ella se encargaría de eso.

[...]

Al final de la clase de gimnasia Camie se ofreció a guardar el equipo en la bodega. Al verla en problemas muchos se ofrecieron a ayudarla, pero su plan requería solo de un chico, Katsuki, quien no dudó en ayudarla cuando ella se lo pidió, aunque eso significaba hacer esperar un poco a Izuku para irse a casa.

Cargados con cajas y costales de balones de baloncesto ambos fueron hasta la bodega, un lugar polvoriento en uno de los pasillos menos concurridos.

Katsuki acomodó las cajas en lo alto de un anaquel mientras Camie fingía buscar un sitio para los balones. Cuando Katsuki giró sobre sí mismo para irse se encontró con esa chica a escasos centímetros de él.

—Ahora que estamos los dos solos podríamos divertirnos un rato, nadie tiene que saberlo… —murmuró ella delineando círculos sobre el pecho de Katsuki.

Él la detuvo enseguida, entonces se acercó peligrosamente, para ella era una invitación a un beso, pero él no tenía esas intenciones.

—¿Si sabes que soy gay no? —respondió él—. Los pechos grandes no me impresionan, prefiero las mejillas pecosas y los penes.

Soltó una risa por la cara que ella puso, pasó de largo y quiso irse, hasta que sintió un tirón en su camiseta, dió unos pasos hacia atrás y tropezó con algo, entonces cayó al suelo. Camie se montó sobre él en un instante, tomó su camiseta y estampó un beso en sus labios cuando él ni siquiera había conseguido estabilizarse.

En ese instante la puerta de la bodega se abrió. Los murmullos llenaron el pasillo, había una multitud reunida y frente a ellos la persona que abrió la puerta, Izuku.

Todo sucedió en cuestión de segundos, desde el suelo Katsuki pudo ver el rostro destrozado de su novio, luego lo vió salir corriendo. Entonces arrojó a Camie sin preocuparse cómo o donde aterrizó y fue detrás de Izuku.

No lo encontró por ningún lado, ni en la biblioteca, ni en el gimnasio, ni siquiera en el olmo que se hallaba en el jardín, ese donde Izuku solía esconderse cuando las clases lo abrumaban demasiado. Solo le quedaba un sitio por revisar y estaba rezándole a todos los dioses existentes que Izuku estuviera ahí.


[...]

Llegó al apartamento que rentaban juntos en menos de media hora, de inmediato se puso a gritar como un loco el nombre de su novio, esperando que estuviera ahí, suplicando que no hubiera decidido irse con Ochako, porque allí las amigas de ambos se atrincherarían y nunca lo dejarían siquiera acercarse a explicar lo que sucedió.

—¡Ella me besó, te juro que nunca lo haría! ¡Yo no quería… perdón por dejar que lo hiciera, Zu!

Pero el lugar permaneció en silencio.

Katsuki se dejó caer en el suelo de la sala, maldiciendo, jurando que asesinaría a esa perra cuando la tuviera enfrente o haría que Mina la asesinará. Estaba pensando en qué otro sitio podría estar su novio, pero su rostro colmado de tristeza apareció en sus recuerdos; sin que fuera sin intención había lastimado a Izuku de una forma inimaginable, necesitaba al menos una oportunidad de explicar. Jamás lo traicionaría, prefería perder todo lo que poseía antes que pensar en hacerle daño.

Entonces no pudo contener sus lágrimas, por una maldita mujer egoísta su relación pendía de un hilo.

—Mierda, lo siento amor —masculló con la voz rota.

—¿No la amas?, ¿no quieres terminar conmigo?

La pregunta llegó de una vocecita trémula desde el umbral de la cocina. Izuku estaba de pie, envuelto en una manta, con los ojos hinchados y llorosos.

Katsuki se movió rápido intentando ir por él, pero Izuku retrocedió por reflejo. Ambos se quedaron helados mirándose fijamente. Katsuki estaba hincado en el suelo, suplicando perdón sin palabras.

—Es una maldita bruja a la que no podría amar ni en cientos de vidas… Y no soy un estúpido, terminar contigo es la última cosa en la que podría pensar, te imagino conmigo por el resto de mi vida, te necesito… Y no sabes cuanto te amo…

Se sintió como si hubiera perdido alguna gran batalla, dejó caer su cabeza pues no podía soportar ver las lágrimas de su novio.

De pronto Izuku se coló debajo de él. Katsuki se sentó en el suelo para mantener entre sus brazos a un tembloroso chico de pecas.

—Pensé que ibas a dejarme… —sollozó Izuku—, lo siento, no quiero que te vayas porque también te amo y no podría estar sin ti.

Katsuki apretó más su abrazo y dejó que su frustración saliera, había sido demasiado drama para un solo día. Pero fue feliz cuando Izuku dejó de esconderse, le regaló una sonrisa preciosa y lo colmó de besos tiernos, lo cual significaba que todo estaba perdonado.

Al día siguiente ese par de chicos serían la causa de los murmullos en la escuela, pero cada intento de burla o insinuación sobre un engaño se apagaba cuando la pareja más famosa de la escuela mostraba su dedo medio en una seña obscena, la cual si mirabas con atención te llevaría a descubrir el par de anillos de promesa.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora