Todo en su vida era perfecto. Se sabía un hombre apuesto, nadie podría negarlo, tenía el cabello rubio, la tez clara, llamativos ojos escarlata. Provenía de una familia acomodada, además era inteligente y astuto, por eso no fue difícil ingresar como residente de neurocirugía en el hospital más prestigioso del país.
En su último año de especialidad, a unos meses de obtener su cédula profesional, sabía que nada podía faltarle.
Su error fue pecar de soberbia, creerse casi un dios, inquebrantable, inalcanzable, invencible.
Sin embargo, la muerte no distingue clases sociales, ni títulos ni riquezas.
Sucedió una noche de agosto, las lluvias torrenciales debieron convencerlo de reducir la velocidad de su auto deportivo, la oscuridad debió hacerlo considerar la idea de pedir un taxi en lugar de conducir él mismo, pero era demasiado arrogante como para aceptar su ebriedad.
La montaña sobre la que discurría la carretera había sufrido un deslave, pero él no alcanzó a notarlo a tiempo, no pudo ni alcanzar el freno, su auto derrapó y terminó estrellándose contra la valla de contención del lado derecho de la carretera, pero no fue suficiente para detener la inercia del auto, el cual atravesó la valla y cayó por el despeñadero.
Katsuki Bakugo murió aquella noche lluviosa.
[...]
Todo lo que tenía ahora era el esporádico e irritante sopleteo de un respirador, que no tardó mucho en asimilar que era su respirador, esa maldita máquina que colocó en tantos de sus pacientes ahora estaba incrustada profundo en sus vías respiratorias, cumpliendo la función de mantenerlo con vida.
Fue jodido, pero no tanto como darse cuenta que esa vida perfecta que creyó llevar no era más que una mentira.
Sus padres jamás acudieron a visitarlo, escuchó a las enfermeras murmurando, en cada horario de visita nadie jamás preguntó siquiera por él. No estaba en calidad de desconocido, todo el mundo sabía perfectamente quién era; las enfermeras, los pasantes, los estúpidos estudiantes de medicina, todos alguna vez acudieron a los pies de su cama solo para comentar cuanto se merecía estar en ese lugar, tendido como otro paciente, pagando por cada mala cara que puso, por cada mal trato, por cada grosería que bufó al creerse malditamente superior al resto.
Se había quedado completamente solo, con el sonido de una respiración mecánica como única compañía, vivió de esa forma agonizante por semanas. Hasta que recuperó un poco la movilidad de sus dedos, pudo abrir los ojos un par de milímetros y de nuevo dió indicios de poder vivir sin las máquinas.
En cuanto sus colegas médicos lo notaron fue trasladado a otra sala, un poco más iluminada y menos agitada que la anterior, pero aún fría y desesperanzadora, o eso creyó, hasta que una voz melódica, que se volvió su razón para aferrarse a la vida llenó sus oídos:
—Buenos días Katsuki, mi nombre es Izuku y voy a ser tu enfermero ahora.
Aquella voz animada le arrancó una lágrima silenciosa, por fin después de mucho tiempo volvía a ser tratado como un ser humano.
—Zuzu, ¿sabes que no puede oírte verdad?, además ese arrogante no se merece tanta amabilidad —se quejó otra de las enfermeras.
—No seas cruel, Kacchan la ha pasado tan mal…
Katsuki escuchó su voz más cerca, además llegó a sentir un paño húmedo sobre su frente, luego un suspiro de sorpresa, pues Izuku había notado la lágrima de su paciente.
—Calma Kacchan, estás en buenas manos, yo voy a cuidar de ti hasta que te mejores —susurró aquel chico.
El rubio hubiera dado todo por moverse y estrechar la mano de Izuku entre las suyas, agradeciendo por el simple hecho de escuchar su dulce voz.
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KatsuDeku [One-Shots]
FanfictionPues lo que dice el título, este espacio estará dedicado a pequeñas historias de uno o dos capítulos solo para el precioso wonder duo. Aviso que habrá de todo un poco así que no me funen porfa, si el yaoi no es lo suyo pasen de largo. Los personajes...