Pequeño cisne

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Estaba en el centro del escenario, sintiendo las brillantes luces iluminando su figura, haciendo relucir su fino traje de cisne de su obra de ballet favorita, donde ahora, después de años de incesante práctica por fin era el protagonista.

La música opacaba solo un poco los aplausos de su audiencia. Estaba en medio del clímax, Odette danzaba entre el príncipe y el gran antagonista Rothbart, debatiéndose si escoger el camino de los placeres pecaminosos junto a ese malvado brujo o protagonizar una historia de ensueño junto al príncipe…

Un molesto zumbido lo sacó repentinamente de su ensoñación; al abrir los ojos ya no vió los brillantes reflectores, sino la enorme mancha de humedad en su techo, otra vez volvía a la frustrante realidad.

Escuchó el rechinar de una puerta, luego la voz de su mejor amiga:

—¿Tampoco vas a ir a tus prácticas de ballet?

—¿Qué? —preguntó él, mientras se sentaba para estirarse y despertar completamente.

—Izuku, son casi las doce, te saltaste todas tus clases de la mañana…

—¡¿Las doce?! —gritó.

Se sacó las mantas de encima mientras miraba su despertador, eran las once con treinta minutos, tenía diez minutos para alistarse y salir corriendo si quería llegar a sus prácticas, que eran a las doce en punto.

—¡¿Por qué no me despertaste antes?! —reclamó mientras corrían de un lado a otro intentando vestirse.

—Perra, estoy gritándote desde las ocho de la mañana. No es mi culpa que te desveles tanto… —renegó su amiga.

Ochako, mejor amiga de Izuku, observaba el deprimente espectáculo desde su cama, pues eran compañeros de habitación en el campus; ella tenía esa hora libre, creyó que Izuku ya no estaría, siempre era muy puntual en sus clases; sin embargo lo descubrió aún dormido y faltando a clases, eso fue una sorpresa gigante, ese chico de pecas era un completo nerd; pero lo que más le fastidió fue ver las envolturas de galletas, los tres vasos de café vacíos y los libros desperdigados en el escritorio, otra vez Izuku se había quedado hasta tarde estudiando o practicando, pues también vió sus zapatillas de ballet en el suelo, en lugar de la maleta donde solía guardarlas.

—¡Te veré más tarde! —gritó Izuku desde la puerta.

—¡Más te vale comer bien hoy, porque ya estoy enojada contigo! —gritó ella antes que Izuku cerrará la puerta.

Aunque escuchó el grito de su mejor amiga decidió ignorarla, era demasiado tarde como para quedarse a discutir con ella.

Corrió escaleras abajo y atravesó los jardines que rodeaban el campus para alcanzar el autobús que ya estaba saliendo de la parada.

Era casi mediodía, tenía una falta en al menos tres clases, no había desayunado aún, sin mencionar que tenía sueño, recién iniciaba su día y no estaba saliendo tan bien como lo planeó.

Pareció que todo mejoró cuando se puso los auriculares y dió play en su lista de reproducción, el lago de los cisnes de Tchaikovsky comenzó con suavidad, dejándolo embelesado con su dulce ritmo, lo llevó de vuelta a ese mundo de ensueño del que fue cruelmente arrancado; descansó la cabeza en el cristal de la ventana y se dejó llevar por la suave melodía. Fue así hasta que un sonido estridente y molesto se coló por encima de su música, abrió los ojos y quiso reclamarle al responsable, por desgracia no era su vecino de asiento el dueño de ese remedo de música, sino una bocina puesta en los jardines del campus, a unos metros de la avenida donde circulaba su autobús.

Había una multitud reunida en torno al molesto ruido, otros estudiantes que parecían muy felices con lo que sucedía ahí. Por lo alto del autobús Izuku pudo ver un poco del espectáculo, había un chico rubio con aspecto de vagabundo, pantalones negros rasgados con cadenas colgando, una chaqueta abierta que dejaba exupuesto su musculoso torso. Su rostro estaba adornado con una sonrisa psicópata, una mirada amenazante acentuada por las perforaciones sobre sus cejas. Estaba haciendo movimientos extraños siguiendo el ritmo exagerado, se paraba de cabeza y daba vueltas sobre el asfalto, luego saltaba y aterrizaba sobre sus manos, se levantaba y caminaba hacia parte de su audiencia como si los retará. Un chico pelirrojo aceptó el reto y se tiró al suelo para hacer su propio combo de movimientos extraños.

KatsuDeku [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora