2. Iván.

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- ¿Qué diablos haces Iván? -. Me digo a mí mismo al salir del camerino de Karina.

Cuando vi la cara de Karina en ese cartel el mundo se detuvo, sus ojos color miel me dejaron sin respiración y al instante supe que debía conocerla en persona. Moví cielo, mar y tierra para que me dieran un lugar enfrente del escenario para así poder apreciarla mejor.

Cuando la obra inició al instante ella se apropió del escenario, se movía junto con la música, sus posturas eran perfectas, cada postura que hacía le delineaba su figura, sus piernas largas y torneadas, su pequeña cintura donde su compañero ponía sus manos con delicadeza; una sensación extraña me invadía cada vez que él la tocaba, me hacía removerme incómodamente en mi asiento.

Sus brazos y sus delicadas manos hacían lo movimientos adecuados y su cuello, su glorioso largo y delicado cuello; mis labios hormigueaban cada vez que fijaba mi vista en su cuello. Cuando la obra terminó inmediatamente ordené que le llevaran un arreglo a Karina y al verlo en su camerino y ver la cara de asombro de ella un cosquilleo en mi pecho se hizo presente.

Ahora que ya hablé con ella y la tuve muy de cerca, al besarle la mano una sensación eléctrica me recorrió el cuerpo.

-Iván, no olvides a lo que has venido-. Me dice Dimitri; mi chófer, guarura y amigo de la infancia. Siempre va a todos lados conmigo; aunque su forma de ser para muchos parezca fría y grosera yo sé bien cómo es en realidad.

-Quiero que la lleves a su casa, deja mi coche en el estacionamiento nos vemos más tarde-. Él asiente no muy feliz de la orden que le acabo de dar y se marcha, el novato Sergei lo espera afuera.

Camino rumbo a la oficina de la dueña de la compañía, me percato que los bailarines notan mi presencia y se ponen nerviosos, las mujeres me dedican sonrisas, algunas son tímidas, otras lo hacen de forma seductora. Las ignoro, ya estoy acostumbrado a causar esas reacciones en las mujeres.

- ¡Iván, cariño! -. Una voz muy familiar me llama por mi nombre, volteo hacia donde procede la voz para ver a Nancy, se acerca a mí con los brazos extendidos para darme un abrazo, al instante me pongo tenso, odio los abrazos, pero los de ella los soporto un poco más.

- Que alegría me da verte-. Me planta un beso en la mejilla.

-Hola Nancy-. Esfuerzo un tono cordial.

Nancy cruza su brazo con el mío y me dirige a su oficina; antes de entrar me encuentro con Pamela y me deja impresionado lo hermosa que sigue siendo, la conozco desde hace años y siempre fue linda, pero tuve que alejarme de ella en parte por seguir creciendo en mi carrera y en parte porque tuvo una obsesión un poco enfermiza con lo que a mí se refiere aun cuando le dejé en claro los términos de nuestra relación.

-Pamela- le digo con una leve sonrisa

-Iván-. Inclina su cabeza en forma de saludo da media vuelta y se va. La observo mientras se aleja y no puedo evitar ver su culo, imágenes viene a mí de lo que le podría hacer si nos encerramos en un cuarto, pero eso ya es cosa del pasado.

Una vez estando adentro de la oficina de Nancy nos dejamos de rodeos.

-Y bien cariño ¿A quién me vas a quitar esta vez? -. Me dice Nancy en un ruso tan fluido que me sorprende que no olvidara el idioma, cruza sus brazos por encima de su escritorio.

-Sabes que no lo hago para molestar- le digo mirándola fijamente a los ojos-. Además, eres la única a la que de verdad le gusta que sus bailarines triunfen-. Termino de decir mientras señaló su estantería que tiene llena de trofeos, fotos y medallas que le han regalado los bailarines que han pasado por su compañía.

Ella sonríe sin mucho afán.

-Bueno, dime sus nombres-. Me dice y de un cajón del escritorio saca un cigarrillo, me ofrece uno y lo rechazo.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora