33. Karina

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Sin esperar a que Drake me conteste, comienzo a caminar a paso veloz hasta llegar a la camioneta. Entro en ella impaciente por irme de aquí.

Estoy harta y estoy decidida a irme.

No merezco ser tratada de este modo, me abrí ante él, me enamoré de él, y él sólo decide hacerme a un lado.

Es un maldito cobarde, sin duda eso era lo que quería, no estaba muy alejada de la verdad, decidió alejarme de esta manera que decirme a la cara que ya no siente nada por mí.

Dejo que las lágrimas rueden, no me importa que un desconocido me mire por el espejo retrovisor, no me importa su empatía, no me importa nada, sólo quiero alejarme cuanto antes de aquí.

No tardamos en llegar a la mansión, bajo de la camioneta y le pido a Drake que me espere.

Subo corriendo las escaleras hasta llegar al cuarto donde están mis pertenencias, comienzo a guardar todo con rapidez en mi maleta, asegurándome de no dejar nada.

No me tomo la molestia de cerrar los cajones, me cercioro de llevar mis documentos antes de irme, saco mi cartera y checo que todo esté en orden, mis ojos ven la tarjeta negra que me dio Iván, la saco y la aviento a la cama, también me quito la pulsera, la sostengo en mis manos, aún recuerdo cuando me la dio, sollozo sin importar quien pueda escucharme, la dejo en la cama, tomo mi maleta y salgo del cuarto.

Al salir de la casa noto que Drake sigue esperándome, creí que se iría, una parte de mí pensó que talvez Iván le ordenaría que no me dejara marchar, pero al parecer me equivoqué.

Drake se acerca y me ayuda con mi maleta, la sube a la camioneta y después la pone en marcha.

-Llévame lo más rápido que puedas al aeropuerto.

Clavo la mirada en la ventanilla y Drake hace lo que le pido.

No tardamos en llegar al aeropuerto, Drake baja mi maleta y sin tanto rodeo le agradezco y me despido.

Ya he dejado de llorar y ahora mis ojos me reclaman, los tengo rojos e hinchados, pero le doy la menor importancia, me apresuro a llegar a la taquilla para comprar un ticket del siguiente vuelo a Londres, al llegar la representante de la aerolínea me indica que el siguiente vuelo sale en media hora y aún queda un asiento libre.

Le pago el ticket y documento mi equipaje, me da mi pase y veo la hora en mi celular, sólo faltan veinte minutos, reprimo una sonrisa, es como si el universo hubiera planeado esto.

Comienzo a caminar al área de abordaje, no miro atrás, sé que no estará ahí, las lágrimas amenazan con volver a salir, carraspeo y aprieto el paso.

Sin duda comprar un boleto de avión a última hora es una mala decisión, me tocó el último asiento, cerca del baño.

"Esto no podría ser mejor"

El avión no tarda en despegar, y en cuanto alcanzamos suficiente altura la señal del cinturón se apaga.

Reclino mi respaldo y trato de conciliar el sueño, pero me resulta imposible, cada vez que cierro los ojos la cara de Iván aparece en mi mente, un par de lágrimas ruedan por mis mejillas.

No puedo creer que todo haya acabado, nuestro amor, o más bien, el amor que sentía por él se fue por la borda, me queda claro que él no sentía nada por mí, todo fue una fachada, una mentira que logró destruirme.

Cansada de atormentarme me sobo la sien, son casi las siete de la noche y el vuelo es largo, saco mi celular y me conecto al wi-fi del avión, reviso mi correo tal vez Fred ya mandó la información que me prometió.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora