16. Karina.

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El ambiente que hay dentro del coche de Iván es muy incómodo, estoy desesperada por llegar a mi apartamento. Mi pierna derecha se mueve nerviosamente y por más que trato de mantenerla quieta la muy desgraciada tiene mente propia.

Sé que Iván me dejó en claro que solo sería sexo, y sí, me quedó claro, yo acepté, pero no esperaba que el muy imbécil se parara y se fuera al terminar.

Eso me rompió el corazón y me enoja ver que no puedo controlar mis sentimientos cuando estoy cerca de él.

Me asusta saber que, al estar con él y tenerlo tan cerca hace que pierda el control de mi cuerpo y actúe por cuenta propia.

Haciendo memoria, me doy cuenta de que ni siquiera con Marcos me sucedía esto, aunque claro, no es una buena comparación y, a decir verdad, no tengo nadie más con quien compararlo.

Marcos fue mi primer novio, por lo tanto, mi primera vez en todo.

Trago duro para deshacerme del sabor amargo que deja en mi boca ese pensamiento.

Esto que siento es una sensación nueva para mí y me aterra perder el control.

Al besarlo arrebatadamente mi cerebro me pedía que parara, que me alejara de él, pero mi corazón me gritaba. Me pedía. Me exigía más y más.

Cada beso que Iván me daba, cada caricia hacía que me sumergiera en un torrente lleno de éxtasis, lujuria y pasión, sus labios han dejado huella en toda mi piel y de forma consciente se han quedado grabados en mi memoria con fuego.

Sus manos me calentaron la piel con tan solo un roce. Y su lengua, dios su lengua.

"Estoy perdida"

Tengo la mirada fija en el parabrisas, pero mis ojos son traicioneros y miran a Iván de reojo, tiene el ceño fruncido, la mandíbula apretada y por lo blanco de sus nudillos deduzco que aprieta fuertemente el volante, su barba fina y perfectamente bien cuidada, hace que luzca muy sexy.

No hemos pronunciado palabra alguna y eso me mata, tengo que morderme la lengua para no empezar a decir estupideces como hago siempre que estoy nerviosa.

Opto por distraer mi mente pensando en cómo diablos le haré para comprarme un nuevo celular ya que el mío lo perdí gracias a esos animales que decidieron que sería divertido atacarme.

Doy gracias a dios de que la llamada con mi mamá se cortó mucho antes del ataque y no escuchó nada de lo que pasó, no quiero que se preocupen.

Si les pido dinero a mis padres para completar y así poder comprarme otro teléfono, sé, que no dudarán en enviármelo, pero me interrogarán y quiero evitar eso, y si le digo a Alan talvez me ayude, pero no me fio de él.

Estoy segura de que en cualquier momento abrirá la boca y contará lo que me pasó, es un maldito chismoso. Bien podría mentirle, pero, es mi hermano, sabe mucho mejor que mis padres cuando estoy mintiendo.

Estoy tan metida en mis pensamientos que cuando Iván se inclina para abrir la guantera me toma por sorpresa y suelto un respingo, de reojo noto como trata de sonreír disimuladamente.

Trato de no poner los ojos en blanco, es un imbécil, sé que está disfrutando de la situación.

Su mano sostiene una caja negra no muy grande, la pone en mis piernas y al hacerlo su mano me roza, y carajo, aunque la tela del pantalón me protege la piel, no puedo evitar sentir esa electricidad.

Volteo a ver a Iván expectante.

-Le pedí a Dimitri que recuperara toda la información de tu teléfono y la depositara en esté-. Habla con la mirada fija en el camino.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora