6. Iván

397 14 0
                                    

-Bien, ya has logrado tu cometido- dice Nancy sentada al otro lado de su escritorio, el cansancio se le ve en el rostro-. Me alegro de que Karina y Héctor hayan decidido ir a Londres.

No le respondo, no puedo dejar de inspeccionar cada parte visible de su cuerpo, mi corazón se parte por la mitad al ver que la enfermedad se la está llevando demasiado rápido. Su rostro ha adelgazado lo suficiente como para que empiece a notarse las cuencas de sus ojos, la blusa negra de cuello alto que lleva puesta la cubre, pero no lo suficiente para no notar que los huesos se le empiezan a marcar, y sus manos, tan delgadas, se ven más pequeñas de lo que en realidad son, un nudo en la garganta se me empieza a formar y el estómago se me revuelve.

-Quita esa cara, sabes que odio que sientan lástima por mí.

-Te equivocas, no es lastima lo que ves en mi rostro-. Mi voz suena forzada.

-Bueno lo que sea, no lo hagas... no lo soporto-. Dice limpiándose una lágrima que resbala por su mejilla.

Al ver la cara de Nancy viejos recuerdos llegan a mi mente, todos esos días cuando ensayábamos hasta el cansancio. Recuerdo, aquella vez que nos quedamos atorados en el teatro, en San Petersburgo, porque mientras practicábamos ballet, afuera cayó una tormenta de nieve, yo tenía catorce años, fue la mejor noche de mi vida porque esa noche supe lo que es el amor maternal, fue una noche donde Nancy llenó un hueco en mi corazón que siempre estuvo vacío hasta ese día y yo llené un hueco en su corazón que estuvo vacío por un tiempo.

Traté de no alejarme de ella, la vida que tenía en ese entonces terminó por aventarme por un barranco y cuando decidí irme de Rusia, también me alejé de ella. Hablábamos por teléfono, pero, dejé que la oscuridad me dominara y pronto dejé de contestarle las llamadas. Quiero enmendar las cosas.

Así que no me arrepiento de lo que acabo de hacer.

-Ven conmigo-. Hablar nunca ha sido un problema, pero ahora me cuesta cada palabra.

Nancy me mira fijamente a los ojos, siento como su mirada me traspasa, mi petición no le sorprende, lentamente esboza una sonrisa que no llega a sus ojos.

-Sabía que dirías eso, pero prefiero quedarme aquí, seguiré trabajando en mi compañía, hasta que finalmente mis ojos se cierren para siempre.

La conozco a la perfección y sé lo necia que puede llegar a ser, así que decido que es mejor decirle de una vez por qué estoy hoy aquí.

-Yo sabía que dirías eso, y debo informarte que esta compañía, ya no es tuya-. Noto como su sonrisa va desapareciendo poco a poco ahora su expresión es fría, casi glacial. En cambio, yo adopto mi mejor postura, la que uso para amenazar e intimidar a mis adversarios, Nancy no es mi enemiga, pero quiero dejarle muy en claro que no bromeo y que no tiene otra salida.

-Si, como estas suponiendo, hablé con tu abogado y me dijo que estás en bancarrota debido a un préstamo que sacaste hace años, no sé cómo has logrado mantener el prestigio de tu compañía, pero, la realidad es que está al borde de cerrar sus puertas, y por si fuera poco te hipotecaron la casa.

- ¿Qué demonios hiciste? -. En su tono de voz se alcanza a percibir su enojo, noto como le tiembla el labio inferior y sus mejillas se encienden.

-Justo lo que te estás imaginando, claro que me costó trabajo hacer que tu abogado colaborará sin decirte nada, pero dándole un buen pago por su silencio y hacerle entender que Dimitri y Sergei le darían una pequeña... ¿Cómo decir? Platica, si no cooperaba accedió a hacer todo lo que le pedí.

La sensación del poder me embriaga, dar golpes bajos y tener a las personas acorraladas, sin ninguna otra salida, sólo tener como opción lo que les ofrezco, para mí es estar en mi elemento.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora