32. Iván

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Dimitri regresa y cierra la puerta, se para detrás de ella para impedir que alguien entre, o lo más seguro, para impedirme salir y así evitar, que cometa una estupidez.

Camino de un lado para otro como león enjaulado, me paso las manos por el cabello con frustración, quiero romperlo todo, destruirlo todo, que todo, arda en el infierno quiero deshacerme de todo lo que hay en esta maldita casa, y más importante aún, quiero matar a Lev.

Ese maldito bastardo, mató a mi madre sin importarle nada, ella era inocente, ambos eran inocentes y no quiso escucharlos.

Tomo algo pesado que está en el escritorio y lo lanzo contra la pared, pedazos de yeso caen al suelo. Vuelvo a retomar mi marcha, mi mente recuerda la cara de Karina, su dulce rostro mirándome con preocupación.

Mi dulce, dulce, Karina.

Me concentro en su rostro y aminoro el paso, recargo mis manos en el respaldo del sofá y agacho la cabeza, me concentro en su rostro, en sus labios.

Imagino su sonrisa que me causa paz, quisiera que estuviera aquí conmigo, pero eso no es posible, tengo que ser fuerte con la decisión que he tomado, es lo mejor para ella, me lo repito una y otra vez para convencerme de que hago lo correcto.

Mantenerla alejada de mí, garantiza que siga con vida, y que su vida sea tranquila y fuera de riesgos.

- ¿Qué ha pasado? -. Pregunta Dimitri en cuanto ve que me he calmado.

No sé por dónde empezar, mis sentimientos y pensamientos están fuera de lugar.

-Encontré unos videos-. Le digo con sequedad, alzo la cara y lo veo a los ojos, él aguarda a que continúe.

-Lev mató a mi madre y a su hermano.

- ¿Cómo lo sabes? -. Se nota sorprendido, trata de no perder la compostura.

-Lo vi en uno de los videos.

La voz se me corta al recordar las imágenes.

- ¿Qué quieres hacer?

-Quiero acabar con ese maldito hijo de perra-. Lo digo con total seguridad.

Dimitri me mira fijamente, sabe que no bromeo.

Está a punto de decir algo cuando mi teléfono suena.

- ¿Qué? -. Contesto de mala gana sin mirar de quién se trata.

-Señor, habla Leonard, acabamos de interceptar unos contenedores justo antes de que salieran del laboratorio, no tienen número de registro.

-Voy para allá.

Cuelgo el teléfono y arreglo rápidamente mi camisa y mi cabello, Dimitri se aparta de la puerta y salimos al pasillo.

Giro a la izquierda para ir directo al garaje, al llegar ahí, agarro las llaves de uno de los lujosos vehículos que son guardados en la cochera, me acerco a la pared y presiono el botón del intercomunicador, le pido a Maurice que traiga un par de abrigos.

Mientras esperamos a Maurice, me acerco a otra pared de la cochera, en ella hay un lector de huella digital, pongo la palma de mi mano izquierda y digito la contraseña.

La pared comienza a moverse para dar paso a un pequeño cuarto lleno de armas, de adolescente me divertía hacer esto.

Tomo un par de pistolas de 10mm cada una y las guardo en su funda, las coloco a ambos lados de mi cadera, Dimitri opta por una Desert Eagle, la guarda en su funda, aún tiene que usar el cabestrillo y salta a la vista lo mucho que le incomoda.

Maurice no tarda en llegar con dos abrigos, le indico que saldré y le pido que atiendan a Karina como es debido, el sólo se limita a asentir.

Entramos en el vehículo y lo pongo en marcha, las puertas del garaje se mueven automáticamente, el piso pulido hace que las llantas resbalen un poco al momento de pisar el acelerador a fondo.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora