22 Iván.

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La muerte de Sergei supone para mí, un gran problema, puesto que Dimitri fue el último que lo vio con vida, eso me hace sospechar de él, y mis sospechas se avivan más pues pasó justo cuando Sergei regresaba de intentar dar con el paradero de Juwoon, pero es algo que me niego a aceptar, él es mi hermano.

No hay lazo sanguíneo que nos una y no compartimos ADN, nuestra hermandad es de palabra, juntos hemos sorteado adversidades y acabado con enemigos.

Me cubre la espalda y yo la de él, cuando le dije que abandonaría Rusia, no dudó en dejar atrás su vida ahí para seguirme, aunque después de que su madre falleciera no le quedaba nada en Rusia por lo cual quedarse.

Bien pudo optar por seguir trabajando para Lev y quedarse en Rusia, pero no lo hizo, prefirió seguirme aun sabiendo que correríamos riesgo de que Lev decidiera acabar con nosotros, cosa que no pasó, algún tiempo llegué a pensar que tal vez fue que Lev se tentó el corazón y no quiso matar a su único hijo, ahora sé, que solo lo hizo para que yo continuara con su legado.

Dimitri ha estado conmigo en todo momento y jamás me ha defraudado y es por eso por lo que me niego a creer que él me esté traicionando, así que he decido que es hora de llamar a un antiguo conocido, alguien que sé que podrá rescatar el video de seguridad del hotel y ver qué es lo que borraron.

Mi secretaria me informa por el intercomunicador que ha llegado la persona que he estado esperando y no dudo en hacerlo pasar.

Miro por la ventana a la calle, y me percato que uno de mis autos ha llegado, de él baja Karina, una sonrisa se planta en mis labios, mientras la veo ingresar al edificio hasta que la pierdo de vista.

Doy la vuelta justo cuando la puerta de mi oficina se abre y entra Vladimir, sus ojos azules son rodeados por unas marcadas ojeras, su mirada luce cansada, es alto y delgado, lleva puesta una sudadera deportiva azul marino, junto con unos pantalones de mezclilla, su cabeza es adornada por una gorra de la NFL con el símbolo de los patriotas, ruedo lo ojos al ver que su forma desaliñada de ser no ha cambiado nada.

En su hombro lleva colgada una mochila. No espera a que le dé invitación de tomar asiento y se deja caer desenfadadamente en una de las sillas que quedan frente a mi escritorio.

- ¿A qué, o mejor dicho a quién le debo el honor de que me hayas llamado? -. Es lo primero que dice, hablando en mi lengua natal.

-Quiero que recuperes el video de seguridad de un hotel-. Le digo sin rodeos, mientras me siento en mi silla.

Él me mira divertido. Su cabello se asoma por la gorra dejándome ver que lo lleva algo largo, y desde donde estoy luce grasiento, su cuidado personal nunca ha sido su fuerte.

-Me siento ofendido, me has hecho venir desde mi lugar paradisiaco hasta esta mierda de ciudad, sólo para un video-. Suena más a una afirmación que pregunta.

Su rostro toma cierto aire de frustración.

-No, pero en estos momentos lo que más me importa es el video.

Hago un esfuerzo por mantener la calma con él, no es fácil hallar a una persona que se dedique a esto y sea tan bueno como él.

Posa uno de sus brazos en el respaldo de su silla mientras se muerde las uñas de una de sus manos distraídamente.

-De acuerdo- dice finalmente- ¿Qué hotel es?

De su mochila saca un ordenador portátil y lo enciende, yo le indico el nombre del hotel, el día y la hora.

Vladimir pone manos a la obra y comienza a teclear vario códigos en su ordenador, y como lo esperaba no tengo que esperar más de 20 minutos en obtener resultados.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora