(A los 15 años)
Los vestidores están completamente vacíos, ya todos se han ido a casa, la práctica del día de hoy estuvo relativamente tranquila, pero, aun así, me siento agotado, Nancy insiste en que debo de salir en la próxima puesta en escena, pero no estoy muy seguro.
Mi padre me dijo que podía hacer lo que me diera la gana en mi tiempo libre, mientras él no estuviera involucrado, y sé que los periódicos hablarán del único hijo del gran petrolero Lev Volkov, que decidió dedicarse al ballet, y sé que eso no le agradará en lo más mínimo. Si la gente supiera, cuál es su otro negocio, no lo respetarían.
Con amargura, decido que ya es hora de marcharme a casa, así que comienzo a guardar mis cosas en mi casillero, me cuelgo la mochila en el hombro y me cercioro de no olvidar nada.
Escucho como las puertas de los vestidores se abren de golpe y en automático pongo los ojos en blanco.
- ¡Ya es hora, muchacho! - su voz es muy ronca, y flemosa, como si jamás se hubiera recuperado de un resfriado, y su respiración es demasiado ruidosa, me hace pensar que nunca se limpia la nariz-, no pienso esperar hasta que se te dé la gana de largarte.
Boris el conserje me fulmina con sus pequeños ojos negros vidriosos, como los de un roedor, su gorda figura me hace pensar en él, como una rata demasiado alimentada, a veces pienso que en cualquier momento empezará a roer las cosas con sus incisivos centrales, ligeramente más grandes que los demás dientes.
-Ya me iba-. Le digo cansinamente, caminando hacia la salida.
-Ustedes los jóvenes, creen que el mundo tiene su tiempo, y que los demás no tenemos cosas importantes que hacer-. Lo escucho gruñir tras de mí.
Lo dejo en los vestidores despotricando contra todo el mundo, hoy no tengo ganas de molestarlo, camino lentamente por los pasillos, con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón y con la cabeza agachada.
Tratar de llevar una vida normal, y hacer los trabajos que mi padre me pide que haga, es más complicado de lo que imaginé, sobre todo por que como él me lo ordenó, no puedo contarle a nadie, lo que hago después de la escuela.
Dimitri ha comenzado a percatarse de que algo me sucede, y sus constantes preguntas me atormentan, ya no sé qué otras excusas inventar, cada vez que me interroga acerca de mis moretones, o por qué falto seguido a clases.
He estado a punto de contarle todo, me ha demostrado ser un sujeto de confianza, al final de cuentas él me cubre cada vez que tengo mis clases de ballet, y no se burla de mí, también me ayuda con el colegio, se encarga de pasarme los apuntes y de entregar tareas por mí.
Tal vez ya viene siendo hora de que le explique todo, las cosas horribles que he tenido que hacer, así, tal vez, por fin logre que se aleje de mí, y deje que me pudra solo.
Las clases de ballet que comencé a tomar tiempo atrás a escondidas de mi padre son lo único que hacen que me olvide de todo, mi instructora Nancy es muy buena, y a diferencia de todos, ella no me bombardea con preguntas cada vez que ve mi cuerpo o mi rostro con moretones, y se lo agradezco, no me gustaría tener que mentirle, es una buena persona y además siento que me brinda un amor que jamás conocí.
El amor de una madre.
Recuerdo que cuando era niño, lloraba al ver a mis compañeros del colegio acompañados por su mamá, cada vez que le preguntaba a mi padre por ella, solo me respondía que se largó y me abandonó.
Si insistía más en querer respuestas, la única que obtenía era la de su puño chocando con mi cuerpo una y otra vez, así que aprendí a no preguntar más por ella y ahora que soy más grande ya no me interesa, de hecho, cada vez que me acuerdo de ella siento un odio irracional, me provoca salir a buscar problemas en barrios de mala muerte y pelearme a golpes con el primero que me encuentre, aún busco respuestas, quiero saber ¿Por qué se fue y me dejo a mi suerte? ¿Alguna vez me quiso?
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El efecto ruso
De TodoKarina Báez está lista para volver a los escenarios, bailar ballet y brillar tan alto como una estrella. Su pasado no la detendrá y su presente está apunto de cambiar con la llegada del famoso cazatalentos Iván Volkov. Él a puesto la mirada en ella...