9. Iván.

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Hoy es la fiesta de bienvenida, aún sigo acostado y con las cortinas corridas para que no entre luz.

Estoy boca abajo y la sabana me cubre por arriba de los glúteos, me muevo un poco para desperezarme y al hacerlo mi vista se clava en los nudillos de mi mano derecha, aun se alcanza a percibir la pequeña rajada que me hice al golpear la pared del ascensor, el día en que fui al departamento de Karina.

No sé para que diablos fui, bien podría haber mandado a Dimitri o Sergei para que se cercioraran de que todo marchara bien. Tuve que cometer el estúpido error de pararme frente a su puerta y soportar las miradas que me lanzaba aquel imbécil, sólo para poder volver a ver esos ojos color miel que no han salido de mi mente.

Suspiro pesadamente. Decido que es mejor concentrarme en otra cosa, no me agrada para nada, las sensaciones que despiertan en mi cada vez que pienso en ella.

Ha sido una semana muy agotadora.

Tener la habitación de Nancy lista me ha tomado más tiempo del necesario, a duras penas la tuve preparada una noche antes de su llegada.

Además, la cabeza no ha dejado de dolerme, pero eso se lo atribuyo al reciente encuentro que tuve con Lev.

"-Tienes deberes que te esperan" fue lo primero que me dijo ese día que lo vi en el bar. Ni siquiera un "Hola" o "¿Cómo has estado?" pero siendo sincero no me esperaba nada de eso, él nunca fue un hombre que le diera importancia a los sentimientos. La última vez que lo vi fue cuando yo tenía dieciocho años y eso fue hace nueve años, en cuanto salí de Rusia, jamás volví a ponerme en contacto con él. Jamás intente ocultarme de él, ya no le tengo miedo, pero el hecho de que supiera exactamente en donde me hospedaba, hace que las alarmas en mi interior suenen, ¿Qué más sabe?

La frustración que siento me oprime el pecho, bajé la guardia durante mucho tiempo, fue estúpido de mi parte creer que me dejaría en paz.

"-Déjate de estupideces, ya te divertiste, ahora sé un hombre y hazte cargo"

-Imbécil-. Digo en voz baja, siento como se me tensa la mandíbula.

Posicionar mi compañía de ballet fue un reto, hacerme de mi propio teatro fue otro más. Si algo aprendí de Lev es hacer todo lo posible para conseguir lo que quieres, incluso, si hay que jugar sucio, hacerlo sin remordimientos, y aunque ya no bailo, no echaré por la borda todo mi esfuerzo solo porque él me exija qué es lo que debo hacer.

"-Regresaras a Rusia y te harás cargo de mis negocios, te guste o no"

Su voz me taladra el cerebro, la forma seria y aparentemente pacífica en cómo me dijo las cosas hace que me ponga tenso. Está decidido a que yo regrese, y si tiene un plan tengo que estar preparado para lo que sea.

Llaman a mi puerta y entran sin esperar a que conteste, me tapo la cara con una almohada suspirando con frustración.

- ¿Qué esperas pedazo de mierda? Tienes que terminar los detalles de la fiesta que decidiste organizarle a Karina-. Me dice Dimitri abriendo las cortinas. Se acerca a mi cama y forcejeamos con la almohada.

- ¡Demonios, Dimitri! ¿Si sabes que soy tu jefe verdad? -. Le digo enfadado.

-Sí, y eso no te quita lo imbécil-. Me lanza la almohada.

-Sigue así y Sergei ocupará tu lugar.

-Si, claro-. Noto el sarcasmo en su tono de voz.

-La fiesta no es solamente para Karina, es también para el imbécil ese.

- ¿Entonces es a él a quien intentas impresionar al hacer la fiesta en tu pent-house? Que romántico eres-. Se lleva la mano a su pecho dramáticamente.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora