7. Karina

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Después de un par de días muy estresantes, entre la toma de una decisión difícil y la planeación para mudarme a otro país, el estrés me ataca despiadadamente con un tic en el ojo. Todo esto habría sido mucho más difícil si no hubiera contado con el apoyo de mi familia, incluso Pamela estuvo siempre a mi lado, ayudándome en todo lo que podía.

Los últimos arreglos ya fueron hechos y varias de mis pertenencias fueron enviadas a la dirección que el Idiota 2 muy amablemente (nótese el sarcasmo) me proporcionó.

La idea de tener que compartir departamento con Héctor no me agrado mucho, y me produjo cierta ansiedad el saber qué voy a estar viviendo sola con un hombre, dato que no tuve el valor de compartir con mis padres, los únicos que saben esta información son Pamela y Alan, a este último cuando le dije que compartiría vivienda con Héctor se puso como loco, parecía que le habían metido un cohete por el culo, pero aun así logré que me prometiera que no les diría a mis padres.

Ha llegado el día en el que una nueva etapa de mi vida comienza, siento tantas emociones a la vez. Llenan mi ser y creo que en cualquier momento explotaré.

En el aeropuerto mi papá me ayuda a bajar mi maleta del coche, mamá no ha parado de llorar en todo el camino de mi casa al aeropuerto. Los tres se empecinaron en recordar anécdotas familiares, haciendo que el nudo que siento en la garganta se hiciera cada vez más grande, estuve a punto de decirle a papá que diera vuelta y nos fuéramos a casa.

Pero al estar aquí en el aeropuerto las ganas de volver se esfuman.

-Te cuidas mucho cielo, llámanos si necesitas algo, no importa la hora-. Me dice mi mamá con los ojos llorosos.

-Si mamá, tranquila estaré bien-. Siento como mis ojos comienzan a picar, las lágrimas amenazan con salir.

-Tu madre tiene razón, conejita, no importa la hora llámanos-. Mi papá se acerca a mí y me envuelve en un fuerte abrazo el cual le devuelvo y aspiro por última vez el aroma de esa colonia suya que tanto me gusta.

Volteo a ver a mi hermano quien lleva puesto un gorro que le cubre toda la frente hasta casi llegar a los ojos, lleva las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, aún sigue algo molesto conmigo por haberle rasurado las cejas, se lo merecía, después de traicionarme en decirle a mis padres lo de Londres sin mi consentimiento y peor aún contarles lo de Pamela, no lo podía pasar por alto y tenía que vengarme.

- ¿No tienes calor con ese gorro? -. Le digo en tono divertido, trata de hacerse el ofendido, pero fracasa en su intento, una enorme sonrisa se abre paso por su rostro, tira de mí y me abraza fuertemente.

-No puedo enojarme contigo- me dice al oído-. Por favor... cuídate mucho, sé que eres fuerte y que tú sola puedes, pero... sí necesitas ayuda no dudes en llamar.

Sus palabras llenan mi corazón de alegría, sé que Alan iría a cualquier parte del mundo si yo necesitara de su ayuda, una lagrimas resbalan por mis mejillas los intentos por mantenerla al margen fracasan.

-No llores, sé que me vas a extrañar y que no puedes vivir sin tu hermano favorito, pero es lo mejor, ya no te soportaba-. Dice con arrogancia.

-En primera eres mi único hermano, así que eso de mi favorito está de más y en segunda de extrañar a alguien primero están papá y mamá, luego Mandi, después Pamela y al final estás tú.

- ¿En serio Pamela está antes que yo? Ni siquiera vino a despedirse de ti.

-Se despidió de mí ayer, ¿De verdad te ofende más que Pamela esté antes que tú en lugar de Mandi?

-Perdí la batalla contra esa pulgosa hace tiempo, incluso mamá la quiere más a ella que a mí-. Dice llevándose la mano a la frente dramáticamente.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora