21. Karina.

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Mientras juego con la espuma, recuerdo la risa de Iván, es la primera vez que lo oigo reír y no sé, porque siento que no lo hace muy a menudo y por alguna razón ese pensamiento me entristece.

Comienzo a aburrirme de estar remojándome en agua, así que decido salir, empiezo a escurrir mi largo cabello cuando escucho ruidos que vienen de la habitación y mis esperanzas por que sea Iván quien ha regresado y se ha arrepentido de dejarme se avivan.

La puerta del baño se abre de golpe, una mujer entra y me mira de arriba abajo, yo me quedo paralizada y con los ojos abiertos como platos.

Su cara de pocos amigos me sorprende, alta, de tez blanca, rubia, cabello largo y peinado en una trenza, sus cejas finas y su lunar cerca del labio en la esquina superior derecha, le dan un aire de soberbia, sus ojos marrones me miran de arriba abajo, divertidos por el bochorno que seguramente se refleja en mi cara.

Su cuerpo torneado y musculoso, la hacen ver como una mujer sumamente sexy y ruda, cojo rápidamente una toalla y me tapo con ella, al mismo tiempo que alejo los pensamientos que me señalan las diferencias entre su cuerpo y el mío, convenciéndome de que mi cuerpo es perfecto y el de ella también.

-Te traje ropa, soy Sophia, Iván me envió.

No espera a que le conteste y sale del baño, sacudo la cabeza para salir de mi aturdimiento y salgo del baño.

Al salir noto que Sophia se ha sentado en el sofá que hay en el cuarto de Iván, y sobre la cama hay varias bolsas, me acerco con un mal presentimiento, dudo mucho que esa ropa me pertenezca.

Al ver los nombres de las marcas grabados en las bolsas, casi me voy de culo, pues son marcas caras, no, súper caras.

Trago con dificultad y sobo mi frente con mis dedos, trato de que el cerebro no se me atrofie.

Al examinar la ropa, compruebo de que, en efecto, toda es nueva y aún llevan puesta las etiquetas y al ver lo precios, la boca se me seca y las manos me tiemblan.

Me percato de que cada prenda coincide con mis gustos, colores suaves y alegres, nada que luzca incómodo a la hora de usar, un par de bolsas contienen unas cajas de zapatos y...

"Alto ahí ¿Qué es eso?"

"Ay, no puede ser"

Siento cómo mis mejillas comienzan a arder al examinar una bolsa llena de lencería.

Lencería muy atrevida, volteo a ver disimuladamente a Sophia que para mi suerte no me está prestando nada de atención, con disimulo saco una prenda.

¿Dónde rayos va esto?

Examino con detenimiento lo que deduzco es una diminuta braga, en forma de triángulo conectada por unas delgadas cadenas, un escalofrío me recorre el cuerpo el solo pensar usarla.

"Debe ser una broma"

Esculco a fondo la bolsa hasta que logro encontrar unas bragas más o menos decentes, solo espero que no sean incómodas, saco también un sujetador a juego.

De la ropa escojo unos pantalones de mezclilla que se ajustan a mis piernas y una blusa de manga larga algo holgada color azul cielo. Me observo en el espejo del baño ya vestida, no entiendo Como lograron dar con mi talla a la perfección.

Aún trato de procesar todo el dinero que gastó Iván en ropa para mí, me hubiera bastado con que alguien fuera a mi departamento y me trajera una muda de ropa, que eso era lo más lógico, pero al parecer Iván creyó que lo más lógico era despilfarrar miles de libras, en lugar de mandar a alguien a mi departamento.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora