34 Iván.

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Miro la calle a través de la ventana mientras me llevo un vaso lleno de whisky a la boca, busco que el líquido ambarino de alguna forma me caliente, que mi interior se calme, pero es imposible.

Mi mente me lanza una y otra vez proyecciones de la cara de Karina, del dolor que vi en sus ojos antes de que abandonara la oficina, ahora sé que nunca me va a perdonar, estoy seguro, y aunque no busco su perdón, puesto que ella está mejor alejada de mí, me duele saber que no lo hará, que esa posibilidad está muy alejada de la realidad.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que se marchó, desde que salió por esa puerta con su corazón destrozado, me siento el más miserable del mundo por haberle hecho esto, sobre todo cuando le prometí que estando a mi lado, ella no sufriría.

Tal vez nunca tome en serio el mundo en el que vivo, nunca fui completamente consiente de los riesgos que se pueden llegar a correr, simplemente quería que ella estuviera a mi lado, sin importar nada más y me deje llevar. Fui egoísta.

Meto la mano al bolsillo de mi pantalón y extraigo la pulsera que le di y la aprieto fuertemente contra mi pecho, como si con eso fuera capaz de sentir su presencia, de sentirla cerca de mí.

Siento un gran vacío en mi pecho, justo donde estaba mi corazón, mi corazón se ha ido junto con ella, porque ella es su verdadera dueña.

Doy la vuelta y me siento en mi silla, sobre mi escritorio está la carta de renuncia que ha dejado Karina, no tengo fuerzas para abrirlo, pues si lo hago todo se tornará más real, recargo mi codo en el escritorio y me sobo la sien con la mano, mi mente y mi cuerpo comienzan a sentirse pesados.

La notificación de un mensaje entrante me recuerda que aún tengo trabajo por hacer, es Vladimir, me avisa que me ha mandado los videos que le pedí a mi correo, así que procedo a prender la computadora.

Mientras espero a que se inicie la puerta de mi oficina se abre, es Dimitri quien entra.

En silencio se sienta frente a mí, yo trato de no prestarle demasiada atención mientras abro mi correo. Busco el e-mail que me envió Vladimir y lo abro, en el solo viene adjuntado un video le doy en descargar.

- ¿Fingiremos que nada pasó? -. Rompe el silencio, no aparto la mirada de mi computadora y tampoco le respondo, lo escucho suspirar.

-De acuerdo... Olga me dio una lista de todos los productos que ese tal Luka estuvo sacando del piso ocho, hay uno en particular que llamó mi atención.

Con eso logra captar mi atención, volteo a verlo y él trata de ocultar una risa, lo fulmino con la mirada, no estoy de humor para sus burlas.

- ¿Qué encontraste? -. Le hablo fríamente.

-Un... suero, podrá decirse- frunzo mi ceño, él continua-, es un líquido que, al momento de ser inyectado, baja el ritmo cardiaco, a tal punto que es imposible detectar el pulso de la persona a la cual han inyectado con ese líquido, la respiración disminuye, también la actividad cerebral... es como si estuvieras muerto.

Un presentimiento comienza a abrirse paso en mi pecho, lo miro a los ojos y sé que tanto él como yo estamos pensando en lo mismo.

-La persona puede llegar a morir, si no se le administra la cura en menos de una hora, pasada la hora son pocas las probabilidades de que sobreviva.

- ¿Cuántos frascos con ese líquido se llevaron?

-Sólo uno.

De la bolsa de su saco saca un papel doblado, me lo entrega, es la lista de los productos que sacaron del nivel ocho, con marca textos está subrayado el nombre del líquido que ha mencionado Dimitri.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora