1. Karina

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Oscuridad y silencio total, siento el piso de madera bajo mis pies, mi respiración y mi corazón están controlados del todo. Las manos de mi pareja de baile sostienen mi cintura con fuerza y delicadeza a la vez, escucho su respiración, es calmada, su pecho choca con mí espalda puedo sentir el leve golpeteo de su corazón, en sintonía con el mío. Frente a nosotros una cortina roja nos oculta del público, las luces comienzan a iluminar tenuemente el escenario, se alza el telón y el director de orquesta da la orden, la música comienza a sonar inundando todo el teatro.

Héctor y yo comenzamos a danzar, recordando con exactitud cada movimiento, postura, pirueta y alzada que debemos hacer, todo con fuerza y delicadeza a la vez, tan sincronizados que no hay necesidad de vernos a los ojos para saber que vamos bien.

Cada movimiento que hacemos es acompañado perfectamente por la música, la cual invade cada parte de mi cuerpo, cada célula, cada fibra, la ciento correr por mis venas. Embriagada por los sonidos de los instrumentos mi mirada se posa en los ojos de Héctor, quien está a unos tres metros alejado de mí, extendiendo sus brazos para recibirme y hacer una perfecta alzada.

Poco a poco nos vamos acercando, me toma en sus brazos y yo firme y delicada me dejo cargar dando final al último acto. La música se detiene, el público estalla en aplausos y el telón se cierra; Héctor me baja, nuestros rostros se encuentran y una gran sonrisa pinta su rostro de un hermoso color canela, sus ojos verde jade me miran con profundidad, sus rizos negros están empapados en sudor y sus manos se aferran a mi cintura; me abraza con fuerza.

-Has estado magnífica-. Me dice al oído mientras me abraza, lo siento tan honesto que una sensación de orgullo me invade.

Siento su aliento cálido sobre mi cuello; hace que se me erice la piel, despacio retrocede un poco para darme un beso que rosa el borde de mis labios.

Noto como mis mejillas arden, lo miro a los ojos algo sorprendida; sigo extasiada no logro responderle así que me limito a asentir y sonreír. Todo el elenco se reúne con nosotros, aplaudiendo, felices del gran trabajo que hicimos pues no por nada ensayamos hasta el cansancio durante varios meses.

Nos ponemos en línea tomándonos de las manos la cortina vuelve a abrirse y con elegancia avanzamos unos pasos al frente para agradecer al público que aún sigue aplaudiendo, retrocedemos y el telón vuelve a cerrase, nos soltamos las manos y nos empezamos a abrazar y a felicitarnos unos a otros.

- ¡Estuviste asombrosa, Karina! -. Me dice Alejandra al mismo tiempo que me estruja en un fuerte abrazo.

-Gracias, tú también estuviste grandiosa-. Le devuelvo el cumplido cuando por fin puedo deshacerme de su abrazo.

La felicitación de Alejandra me toma por sorpresa. Jamás pensé que fuera a recibir una felicitación de su parte después de que fue muy descortés conmigo cuando logré entrar a la compañía de ballet de la señorita Nancy. Ella era tan fría conmigo y no estaba dispuesta a apoyarme en nada, siempre pensé que era una zorra rubia pretenciosa, pero con el paso del tiempo la comprendí.

Es decir, creo que yo tampoco confiaría tanto en alguien que es nuevo y que le dan el papel principal de una obra, que es muy importante para todo el elenco, ya que esa obra sería vista por el famoso ruso Iván Volkov, quien estaría en busca de nuevos talentos para su mundialmente famosa compañía de ballet.

No me dejé intimidar por la actitud de Alejandra, así que, me puse bien las zapatillas y ensaye hasta el cansancio durante meses, quería dar lo mejor de mí, y demostrarles que podían confiar en mí.

- ¡Ey! Estuviste fabulosa, te dije que no tenías de qué preocuparte, naciste para esto-. Me dice Pamela dándome un gran abrazo, es la única a la que le he podido decir amiga, no es que los demás fueran malos, pero cuando la carrera es tan peleada y que el más mínimo error que cometas puede marcar el fin de tu carrera como bailarina de ballet es obvio que todos reaccionan con desconfianza y arrogancia.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora