10. Karina.

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Sus ojos se clavan en mí, mientras una mujer lo pone a mi lado, inhalo su perfume, cierro por un instante los ojos, no me importa que me vea, quiero disfrutar de su aroma.

Sostengo la respiración al sentir la calidez de su mano en mi cintura, una sensación eléctrica me recorre por todo el cuerpo haciendo que se me erice la piel, lo volteo a ver muy sorprendida por lo cerca que estamos, siento como todo desaparece a nuestro alrededor, las personas, los sonidos, todo se esfuma, sólo estamos él y yo, sus ojos grises me hipnotizan, hacen que logre ver la luna en su mirada.

Una vez tomada la foto, lo veo alejarse rápidamente, suelto de golpe el aire que estuve conteniendo.

Me estremece el hecho de que con una simple mirada logra desatar la tormenta que hay dentro de mí, que me azota salvajemente, y hace que me tambalee sobre la cuerda floja en la que estoy, tengo miedo de caer.

"No mires abajo"

Solo el resplandor de la luna llena me guía, es el mismo resplandor que veo en su mirada.

- ¡Karina! -. Héctor agita una mano frente a mi cara para llamar mi atención.

-Perdona, ¿Qué decías?

- ¿Qué si quieres una copa de champán? -. Me dice mirándome a los ojos, alcanzo a percibir molestia en su mirada y no entiendo por qué, tal vez sea porque no le estaba prestando atención.

Bajo la mirada a sus manos, cada una sostiene una copa, le dedico una tímida sonrisa y cojo la copa que me ofrece.

Siento cómo mis mejillas arden y mi corazón palpita alocadamente, la piel se me eriza al recordar su fragancia que aún inunda mis fosas nasales, y la calidez de su tacto cuando puso su mano en mi cintura para acercarme más a él, hace que la sangre me hierva, las piernas me tiemblan y siento que en cualquier momento me fallaran. Me disculpo con Héctor y me voy al baño.

Entro precipitadamente y le pongo el seguro, me miro al espejo, justo como pensaba, mis mejillas están coloradas, abro la llave y me salpico un poco de agua en la cara tratando de no arruinar el poco maquillaje que me puse, inhalo y exhalo profundamente, intento calmarme, siento el estómago revuelto, o quizás son los nervios.

A decir verdad, me agobia un poco el efecto que produce en mí cada vez que estoy cerca de él, sentir su calor hace que no quiera alejarme nunca de él. Me atrae, no lo niego, y este hecho hace que el miedo invada cada parte de mi ser.

Al salir del baño, busco con la mirada a Héctor, pero mis ojos me traicionas, pues la primera persona que logro encontrar es a Iván, está del otro lado de la estancia cerca de la barra con un vaso de whisky en las manos, tal parece siente mi mirada, pues voltea en mi dirección y posa sus ojos en mí, noto como ha cambiado su mirada pues esta vez la siento fría, hace que me estremezca.

Se lleva el vaso de whisky a la boca sin quitarme los ojos de encima y acto seguido da media vuelta dándome la espalda, una sensación molesta se instala en mi estómago, es como si me lo aplastaran.

Un mesero pasa a mi lado con una bandeja llena de copas, tomo una y me la llevo a la boca, le doy un buen trago para quitar la sensación que se apodera de mi estómago.

Cuando llego hasta donde se encuentra Héctor, me percato de que está platicando alegremente con dos mujeres, muy hermosas, las dos son altas y de piel blanca, sus cabellos son dorados, una tiene los ojos verdes y la otra los tiene azules, al ver la cara de Héctor siento cómo mis manos me pican, quisiera darle un puñetazo para que borre esa estúpida sonrisa de su cara.

"¡POR DIOS! ¿Qué me sucede?"

Héctor se percata de mi presencia, y me toma de la mano para integrarme a la plática.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora