3. Karina.

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A la mañana siguiente después de una noche llena de emociones, Pamela y yo bajamos a la cocina para desayunar, mis padres ya se han ido a trabajar temprano como siempre y mi hermano mayor aún ronca en su habitación.

-"Conejita, te dejo fruta picada dentro del refri, te quiere mamá-. La risa de Pamela no tarda.

-Ya basta-. Le arrebato la nota y me dirijo al refri para sacar la fruta.

-No te enojes conejita.

La fulmino con la mirada, nos sentamos en la barra y le sirvo a Pamela una porción de fruta.

-Te envidio, quiero que tu mamá sea la mía-. Me dice haciendo pucheros.

-Si fuera tu mamá no podrías enredarte con Alan.

-No me enredo con nadie- las mejillas se le ponen coloradas-. Además, tu hermano solamente tiene ojos para esa oxigenada.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza al tiempo que le arrimo su plato con fruta. A decir verdad, no tengo muchas ganas de hablar y menos de comer, siento un nudo en el estómago. Tengo que hacer un esfuerzo por calmarme, además no sé de qué me preocupo no recibí ninguna llamada de Nancy ayer, así que no hay absolutamente nada de qué preocuparse, seguro ella tendría que haberme llamado para darme la noticia.

- ¿Uando es iras a us adres que te as a ondres? -. Inquiere con la boca llena.

-No hables con la boca llena- hago un gesto reprobatorio-, no les diré nada porque no me iré a ningún lado, si así fuera Nancy ya me hubiera llamado.

Se pasa el bocado con dificultad antes de hablar.

-Bueno, suponiendo que no te vayas a Londres ¿Firmarás contrato de nuevo con Nancy?

-Sí, no veo por qué no.

- ¿Cuándo llegues a Londres, me puedes mandar un perfume? Después te doy el nombre.

Pongo mis ojos en blanco y Pamela deja escapar unas risitas. Continuamos desayunando en silencio, o más bien Pamela es la que desayuna, yo simplemente me dedico a jugar con la fruta en mi plato, no estaré tranquila hasta que reciba la llamada de Nancy.

Unos pasos se escuchan por la escalera, indican que Alan se ha levantado, entra a la cocina aún muy adormilado, su cabello castaño parece nido de pájaros, suelta un bostezo y dirige su atención hacia nosotras, sus ojos color miel tan parecidos a los míos se posan en Pamela, al instante se pone nerviosa.

- ¿Que hay para desayunar? -. Se acerca a mi lado y me quita mi plato de fruta, no me esfuerzo en reclamarle. Estiro mi mano para agarrar mi vaso con jugo de naranja y me lo llevo a la boca.

- ¿Quién las trajo anoche?

Al escuchar la pregunta de Alan una parte del jugo sale volando de mi boca y la otra hace que me atragante.

- ¡Karina! Qué asco me escupiste toda-. Dice Pamela y se levanta en busca de un trapo, Alan al ver la escena se ríe.

-Esto va a estar bueno ¿De qué me perdí? -. Me pregunta llevándose más fruta a la boca.

-Si... bueno...- trato de decir.

- ¡Karina se va a Londres! -. Grita Pamela alzando los brazos.

- ¿¡Que!?

- ¡Pamela! -. Hablamos al mismo tiempo mi hermano y yo.

Alan voltea a verme muy sorprendido por lo que dijo Pamela, la cabeza comienza a dolerme me llevó mis manos a la cien para darme masaje.

El efecto rusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora