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Me despierto abruptamente y me quedo sentada en la cama.

La oscuridad inunda hasta el fondo de mi cuerpo, hasta la última célula de la piel de los dedos de mis pies. No puedo ver nada, a no ser, el contorno del Señor Oso, que yace sobre la repisa a un lado derecho de mi cama, justo frente a la ventana de donde sale un rayo de luz que proporciona la leve visión.

Otro ruido me hace salir de mis vacilaciones y giro la cabeza lentamente hasta la puerta. Por la rendija inferior, no entra ningún poco de luz, y saco por conclusión de que no es Camille.

Ella le teme a la oscuridad.

Así que debe de ser mi hermano pequeño, o quizás mi madre, pero justo cuando estoy por tragármelo, escucho cómo la puerta que da al patio trasero se abre.

Descarto, también la posibilidad de que sea el pequeño, porque... ¿Qué haría a estas horas en el jardín? Si fuera él, probablemente, se pondría a jugar sus estúpidos video juegos en la sala y lo único que escucharía, serían esos disparos falsos e indefensos.

Por lo que la curiosidad dentro de mi, despierta más de lo que hace mi cerebro y me encuentro bajando de mi cama. El suelo está helado y me cala hasta los huesos que siento cómo el escalofrío recorre mi espina dorsal. Camino y giro el pomo de la puerta de mi habitación.

Estoy acostumbrada a dormir con la puerta cerrada desde que tengo 6 años.

Asomo la cabeza por el umbral de la puerta y echo un vistazo hacia el piso inferior. Lo único que puedo ver, es la mitad de la escalera, iluminada por la ventana que da frente a ella. Tomo aire lentamente y bajo las escaleras con la misma timidez, desconfianza, y sigilo, que tendría un niños de 4 o 5 años, la primera vez que entra al jardín de niños.

El tacto que siento cuando pozo mi mano en el pasa manos, es frío y me obligo a agarrarlo con fuerza. Aún estoy medio dormida por lo que no sé si estoy bien para mantenerme sola o no. Mis dedos se deslizan por la madera y cuando llego al piso inferior, ésta cruje y da a conocer que he llegado.

Mi corazón no deja de sonar en mi cabeza, y lo único que quiero es que calle. Me hace perder la noción de lo que hago y me desconcentra.

Giro mi cabeza hasta que llego hasta la cocina. La puerta que está justo a un lado, es la de mi madre. Mi hermano tiene su propia habitación justo frente a la de Camille y yo, en la planta de arriba, pero él es tan miedoso que sigue durmiendo noche a noche con mi madre.

Aunque debo admitir que yo daría todo para pasar una noche tranquila como él.

Tomo aire y sigo caminado ahora, hasta la puerta de la cocina. Me asomo lentamente u veo que no hay nada de qué preocuparse. Sobre la mesa, hay un plato con un trozo de queque que sobró de la cena.

En mi rostro aparece una sonrisa y es porque desde siempre me han encantado los dulces. Pensé que se había acabado, ya que no alcancé a llegar a la cena porque salí con harry hoy.

Me siento en la encimera y tomo un trozo de queque. La miga se mete entre mis dedos y me lo hecho a la boca. Sigue teniendo el mismo gusto que hace unos años. Mamá solía preparárselo a mi padre cada dos semanas. Decía que un gusto entre la pesada vida, no iba a ser nada.

"-Déjame tomarlo, Camille. -decía él cuando mi hermana estaba a punto de sacar el manjar de dioses del horno caliente. -Que te puedes quemar.

-Ya no tengo 5 años, papá. -reprochaba ella. -No me quemaré.

-¡Pero yo si! -gritaba el pequeño y bastaba solo eso para que todos estalláramos en carcajadas."

Pero de pronto recuerdo que mi padre se fue.

Pronto recuerdo que mi madre dejó de cocinar porque cada vez que lo hacía le recordaba a él.

Suelto el pedazo de queque que aún queda en mis manos y este cae al piso, haciendo añicos en la cerámica blanca y ensuciándolo todo. Sigo un pedazo aun en estado de shock y veo que este cae cerca de un rayo de luz que sale por una puerta.

La puerta que da al jardín trasero.

De pronto, todo me cae encima y recuerdo lo que he venido a hacer.

Me bajo de un salto de la encimera y caigo al suelo. Mi tobillo se tuerce y ahogo un gemido dentro de mi para no despertar a los demás. Me levanto y caminó hasta la puerta con el tobillo palpitando en su totalidad.

Cegada por el dolor, giro la manilla y empujó lentamente hacia fuera. El foco me nubla la vista y alzo la mano hasta taparme los ojos. El poste de la calle está justo frente a nuestra casa, así que me llega completamente.

Bajo la mano lentamente y esta cae rozando la tela de mi pijama rosado. Aunque no sea más que una remera roja de unas 5 tallas mas grande que la que uso normalmente. Me llega aproximadamente hasta la mitad de los muslos, y me siento mas libre que nunca.

Aunque ahora parezca una prisionera.

Abro los ojos y de inmediato deseo no haberlo hecho.

Sentado, sobre la mesa plegable de verano, está Jake. Disfruta alegremente de un trozo de queque que se ha dejado en un pequeño plato de porcelana.

Mis puños se envuelven lentamente casi inconscientemente, y me los escondo detrás de mi, en la espalda. Cuando aprecie notar mi llegada, se gira y sonríe.

-Por fin llegaste, Erin. Pensé que tendría que ir a buscarte si demorabas cinco minutos más. -murmura mirando mis ojos mientras se sacude el pantalón.

-¿Qué haces en mi casa, Jake? -pregunto sin abrir la boca. Aprieto los dientes fuertemente.

-¿No querías verme? -dice y se levanta de la silla.

Doy un paso atrás pero el me alcanza rápidamente, tomando mis muñecas desde la espalda. De modo que tengo sus codos en mi cintura y estoy atrapada.

-No-o. -tartamudeo. -¿Por qué tendría qué?

Sus ojos están más oscuros y extraño casi en demasía esos ojazos que tiene. Siento su respiración contra mi rostros y cierro los ojos unos segundos para soportar.

-Porque yo sé, que siempre... -dice lentamente u se acerca más hacia mi, feo la cabeza y esta choca con la pared a mis espaldas.

Jake me suelta una mano y me la afirma con la otra. Levanta la mano libre y me gira la cabeza apoyando en pulgar y el índice en mi barbilla.

-Siempre me quisiste a mi. -continua.

Y dicho esto, gira completamente mi barbilla y me obliga a mirarlo atentamente. Acerca su rostro al mío y mi corazón late mas rápido, siento que se saldrá de mi pecho, de mi cabeza, siento que me desvanezco...

Pero justo cuando sus labios están a unos milímetros de mis labios...


Despierto.

Leave Me Speechless  (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora