Déjame estar contigo

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Eddie tomó su bandana y limpio mis piernas, después nos acomodamos la ropa, estaba comenzando a entrar en pánico.

—Eddie ¿Qué vamos hacer?

—Tranquila.

—¿Cómo me puedes pedir que esté tranquila? ¿Y si ya estoy embarazada?

—Sami tranquila, yo no creo que funcione así.

—¿En serio? ¿En cuántas situaciones así has estado?— Eddie se quedó callado. —Exacto, no puedo estar embarazada y la gente va a pensar que me aproveche de ti, me van a meter a la cárcel— comencé a caminar en círculos. —No puedo tener a mi bebé en la cárcel, le pondrán un mono naranja, a mí no me gusta el naranja.

—Ok, basta, cálmate— Eddie me tomó entre sus brazos para evitar que siguiera dando vueltas. —Primero que nada, somos mayores de edad. es normal que queramos estar juntos de esa forma y dudo que alguien piense que te aprovechaste de mí y segundo, tranquila podemos comprar la pastilla de emergencia y sin importar que pase yo estaré contigo ¿ok?— beso mi cabeza y me abrazo fuerte.

Después de estar así un rato, decidimos que no regresaríamos a la escuela, subimos a la van para ir a la farmacia.

—Yo no puedo bajar, si se llega a enterar Marjorie o papá no sé que hagan.

—Tranquila yo voy.

Eddie salió de la van y tardó bastante, empecé a imaginar escenarios desastrosos, que me había abandonado aquí en la van y para ese momento él ya estaría en Indianápolis o quizá en otro país cuando llegó con una bolsa.

—Lo siento, la que atendía me dio un discurso sobre como me voy a ir al infierno por esto y que seguramente mi hijo será el anticristo— dijo pasándome la pastilla y una botella de agua.

—¿En serio? ¿Qué le pasa a la gente? Extraño tanto a Joyce, ella siempre era amable con todos— me tome la pastilla.

—¿Estás mejor?

—Si, ¿tú?

—Si, ¿quieres ver una película?

—Si, vamos.

Eddie se acercó a mí y dejó un beso en mi frente. Pasamos la tarde en el remolque viendo películas y escuchando música.

Después de tomar la pastilla pasé unos días sintiéndome mal, tenía mareos, dolor de cabeza y cólicos, Eddie no me dejó en ningún momento, intentaba ayudarme en todo lo que podía.

La semana pasó normal, el último día de clases decidimos hacer una pequeña reunión en casa de Steve. Todos nos fuimos para allá cuando terminaron las clases. Los niños entraron como si fuera su casa, Eddie había entrado y fue a la cocina dejando algunas de las cosas que compramos, los chicos del Hellfire todavía estaban aprensivos con esto quedándose en la entrada. Me acerqué a ellos y tomé la mano de Gareth.

—Está bien, no va a pasar nada, confía en mí— él me dio una mirada dulce, asintió un poco y fuimos a la cocina, sabía que iban a estar más cómodos si estaban junto a Eddie.

Pedimos pizza para todos y estuvimos platicando y jugando entre todos. Cuando Steve se levantó para ir por otra bebida fui atrás de él.

—¿Te la estas pasando bien?— preguntó pasándome una soda.

—Si, es increíble que todos estemos juntos.

—Son increíbles, no entiendo la mitad de lo que dicen pero es divertido estar con ellos— dijo con una sonrisa.

—Me gusta que se lleven bien, me hace feliz, por cierto necesito pedirte un favor.

—Ok— entrecerró los ojos.

La nueva porristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora