capitulo 15

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—¡No debimos alejarnos de Mateo! ahora no sé donde ir

—¡Tú querias recorrer el parque! —Le recordó Felipe algo enfadado —¿Por qué no regresamos por donde vinimos?

—Había muchos polis cerca, mejor esperarlo aqui

Las ultimas horas en las calles de San Marcos no habían sido las mejores para los dos niños más pequeños. Mientras que Mateo les había pedido encarecidamente que se quedaran donde estaban mientras él buscaba algo de dinero con algunos conocidos suyos, Tomás había insistido en recorrer el parque del que Felipe les había hablado anteriormente.

A pesar de las advertencias de su amigo adulto, ambos se habían alejado del lugar donde Mateo los había dejado, y ahora estaban perdidos. San Marcos era un lugar pequeño, pero para dos niños, era tan inmenso como las ciudades más grandes del mundo.

—¿Perdidos?

Ambos se sobresaltaron al oir la voz detrás de ellos, pero se relajaron al ver que no se trataba de ningún adulto, un adolescente un poco más joven que Mateo, acompañado de dos niños de la misma edad los miraban sonriendo.

—¡Hola! soy Tomás!

Tomás estrechó la mano de los tres niños, mientras Felipe seguia escaneandolos con la mirada, sin confiar tan rapidamente.

—¿Que hacen por aqui? nunca los habiamos visto.

—Estamos esperando a Mateo, supongo que lo conocen.

—¿Andan con él? —Ambos asintieron– Son demasiado pequeños, en especial tú —Señaló a Felipe— ¿Cuantos tienes?

—Cinco —Respondió tímido—

—¿Cinco? Mateo debe estar loco para dejarlos solos aqui. ¿No tienen padres? —Ambos negaron con la cabeza— Deberían pedir ayuda

—No queremos terminar en un orfanato —Respondió de inmediato Tomás—

—Mateo dice que los adultos son malos —Completó Felipe—

—Lo son. Pero no todos, hay mucha gente buena que puede ayudarlos, son muy chicos para andar solos.

—¿Y donde está esa gente? –Preguntó ilusionado Tomás—

—Tomi –Susurró Felipe— deberíamos esperar a Mateo.

–Si lo esperan, lo más probable es que los encuentre la policía. Es mejor que ustedes mismos busquen ayuda en un buen lugar.

—¿Y como es que a ustedes no se los llevan?

—Nosotros si tenemos papás —Respondió el chico— Una mierda de papás, pero padres al fin y al cabo. Hay un lugar donde cuidan chicos como ustedes, casi siempre nos dan comida y ropa, sé que son buena gente.

—¡Feli! ¡Vamos! —Dijo Tomás emocionado—

—No sé...

—Dejame entrar a mi, pediré comida y saldré –Propuso—

Felipe se lo pensó por unos segundos. No le agradaba la idea de acercarse a adultos desconocidos, pero la verdad era que no tenian más opción. Aceptó, y el niño, que se presentó como Byron los acompañó hasta una calle antes del lugar, sabia que sus padres andarian cerca de aquel sitio a esa hora y no quería acercarse de más, pero les dió instrucciones de como llegar y reconocer el lugar.

No fue difícil hallarlo para los dos menores, el lugar tenia un cartel enorme, y para fortuna de ambos, Tomás leia a la perfección. Aunque su amigo intentó convencerlo nuevamente de entrar con él, Felipe se negó

El menor se quedó resguardandose del sol detrás de un arbol, a la espera de que su amigo regresara junto a él, pero los minutos pasaban, y Tomás no regresaba. Felipe no tenia un reloj ni una buena noción del tiempo, pero podía jurar por la cantidad de gente que había visto pasar cerca de él, que ya había pasado un buen rato.

—Hola, ¿Te perdiste?

Al igual que había sucedido más temprano, se sobresaltó. Al darse la vuelta se encontró con una mujer adulta, con una sonrisa encantadora que lo miraba con dulzura

—Eh.. yo...

Era la primera vez que hablaba con un adulto que no fuese Ariadna. Rogó porque la mujer se distrajera al igual que lo había hecho el otro hombre con quien se había cruzado, pero ella no le quitó los ojos de encima.

—No tengas miedo —Dijo la mujer arrodillandose frente a él– ¿Y tus papás?

Probablemente deberia haber escapado corriendo, o mentir diciendo que estaban cerca, pero algo en la sonrisa de aquella mujer lo cautivó, y de alguna manera, le hizo confiar en ella.

—No tengo —Admitió—

El rostro de ella se transformó, aunque sin perder la sonrisa, sus ojos reflejaban preocupación.

—¿Estás solo?

—Mi amigo fue alli adentro —Señaló la entrada del centro— Pero no ha vuelto a salir, y tengo miedo de que le haya pasado algo.

—Está bien, yo voy ahi dentro, ¿Por qué no me acompañas y lo buscamos juntos?

Felipe se echó para atrás cuando la mujer extendió su mano para que él la sostuviera.

—No te haré daño –Prometió— Puedes confiar en mi.

Lentamente, Felipe extendió su mano hasta colocarla encima de la de aquella mujer, ella con delicadeza entrelazó su mano con la del pequeño, y lo guió hasta el interior del centro.

—¡Sarita! —Escuchó gritar a una mujer tras un escritorio— No creí que vinieras hoy, ¿Y este chiquito encantador?

La joven estiró la cabeza un poco para verlo, e instintivamente Felipe se escondió detrás de las piernas de la mujer que no le soltaba la mano.

—Lo encontré afuera. Está buscando a alguien, ¿Puede ser que haya entrado un niño solo?

—Oh! si. Está hablando con la directora. Quiso regresar afuera pero ella no lo permitió, se nota mucho el abandono, al igual que con él –Señaló con la cabeza a Felipe—

—Gracias –Dijo Sara comenzando a caminar otra vez—

—¿Me vas a encerrar aqui? —Susurró el niño siguiendo el paso de Sara, cada vez con más desconfianza—

Sarita le soltó la mano y se arrodilló frente a él. El rostro de aquel pequeño reflejaba miedo e inocencia, y ella se preguntó quien podría haberle hecho tanto daño a un ser tan indefenso.

—Lo mejor para ti es quedarte aqui.

—No quiero

—Pero debes. Puedes confiar en todos los que trabajamos aqui, solo queremos ayudarte. Darte techo, comida... ¿Y quien sabe? a lo mejor hasta consigues una familia. —Sonrió– ¿No te gustaria?

Felipe negó con la cabeza.

—Bueno, podemos empezar con buscar a tu amigo, que ambos coman y se den un baño, ¿Que dic-

–¡Felipe!

Sara se volteó en la dirección de la cual había provenido aquel grito, encontrandose con un niño de unos diez años. Aquel nombre le causó escalofríos en todo el cuerpo.

Cuando la mujer regresó a verlo, Felipe pudo ver como había cambiado su mirada, no sabia leer muy bien a los adultos, pero sin duda, estaba asustada y sorprendida. 

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